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La lista de refugiados del teniente Seixas

El oficial de la Guardia fiscal portuguesa maniobró ante las autoridades su país para conseguir salvar de la cárcel o de la muerte a un millar de republicanos extremeños y andaluces que cruzaron la frontera después de la caída de Badajoz en agosto de 1936. Este reportaje es la sexta entrega de la serie 'Senderos Públicos' , que recupera rutas que merecen ser recordadas como memoria histórica.

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Los militares golpistas entraron a Badajoz en agosto del 36 cometiendo una de las mayores matanzas de la Guerra Civil.

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BARRANCOS (PORTUGAL).- “Vino un señor del norte de Portugal y resolvió el asunto”, dice el encargado del hotel rural del Parque Natural de Noudar, en la comarca del Alentejo. El señor norteño era Antonio Augusto de Seixas Araújo (Montealegre, 1891–Sines, 1958), teniente de la Guardia Fiscal en la frontera con Badajoz y Huelva durante 1936. El asunto, un millar de personas que escapaban del avance del Ejército de África y huyeron al pueblo portugués de Barrancos. Las gestiones de Seixas concluyeron con la evacuación de los refugiados a territorio republicano, un hecho inédito a lo largo de toda la Guerra Civil dada la sintonía entre los sublevados y el régimen de Antonio de Oliveira Salazar.

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A la derecha de la foto, emplazamiento del campamento de Coitadinha, que se encuentra en la tuta de senderismo entre Oliva de la frontera y Barrancos.- GARCÍA LONGÁS

Dos columnas de legionarios y tropas marroquíes habían partido de Sevilla el 1 de agosto con la orden de llegar lo antes posible a Mérida, contactar con las tropas rebeldes de Cáceres y aislar Badajoz. El día 3, en El Ronquillo (Sevilla) se sumaron un centenar de guardias civiles. El 5 entraron en Llerena; el 7 ocuparon Zafra y Villafranca de los Barros; el 11, Mérida, y Badajoz quedó aislado como último enclave republicano entre los franquistas y la frontera. El día 15, los tres mil legionarios y tropas moras del entonces teniente coronel José Yagüe sometieron la ciudad cumpliéndose ahora 80 años de lo que fue una de las mayores matanzas de la Guerra Civil española. 

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Ruta de los contrabandistas

Las crónicas de periodistas extranjeros empotrados en las tropas rebeldes dieron cuenta del horror de aquellas jornadas y se convirtió en un escándalo internacional. Incluso el propio Yagüe no tuvo ningún rubor en reconocerlo: “Naturalmente que los hemos fusilado. ¿Qué se podía esperar? ¿Pensaban que me llevaría conmigo cuatro mil rojos mientras mi columna avanzaba luchando contra reloj”, contó el Carnicero de Badajoz al periodista de The New York Herald Tribune, John Whitaker. Y ese había sido el proceder desde el primer kilometro de la ruta: la ejecución sistemática y organizada de los afines a partidos, sindicatos y organizaciones de izquierdas de todos los pueblos por los que pasaron.

Si hasta la caída de Badajoz, el desconcierto ante la llegada de refugiados había sorprendido a las autoridades portuguesas, a partir de ese momento se produjo un cambio radical, Lisboa tomó partido por los sublevados y la frontera se convirtió en una ratonera. El Ejército, la Guardia Nacional Republicana y la sección para extranjeros de la Policía de Vigilancia y Defensa del Estado (PVDE) situaron efectivos en toda la frontera con la misión de devolver a España a todos los rojos evadidos, previa clasificación de los refugiados. El ejército se encargaba de los militares y la PVDE, de los civiles, unos y otros o eran devueltos a España o iban a prisión.

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Barco Nyassa

El Chicago Tribune del 30 de agosto tituló la crónica de su enviado especial Jay Allen: “Matanza de 4.000 personas en Badajoz, la 'ciudad del horror' contada por el corresponsal del Tribune”. Y dice: “Desde entonces (la entrada de Yagüe en la capital), cada día se ejecuta a cincuenta o cien personas... Pero lo más siniestro es que la 'policía internacional' portuguesa está contraviniendo las normas internacionales y devolviendo a cientos de refugiados republicanos a una muerte segura bajo los pelotones de fusilamiento rebeldes”.

Teniente Seixas

En tierras de la Hacienda Coitadinha, término municipal de Barrancos, al lado de un meandro del río Ardila, un grupo de refugiados se concentro en el lugar durante los primeros días de agosto. Llegaron ahí desde Oliva de la Frontera por la ruta que tradicionalmente habían frecuentado contrabandistas de uno y otro lado de la frontera. Pronto fueron casi ochocientos, la mayoría hombres, pero también mujeres y niños. En el sector, estaba desplegado un regimiento de infantería, efectivos de la GNR y una brigada móvil de la PVDE y la Guardia Fiscal.

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Calle en Barrancos que homenaje al Teniente Seixas

Mientras, no cesaron de llegar fugitivos a los campos de Barrancos. Seixas, sin comunicarlo a sus superiores decidió ubicarlos en un cortijo situado unos kilómetros al sur. El campo clandestino de la Hacienda Russianas concentró a trescientas del personas. La situación afloró cuando en el mes de octubre, el Comité de No Intervención consiguió que se evacuara a los refugiados oficiales de Coitadinha para llevarlos en un primer momento a Moura y posteriormente a Lisboa.

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