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Así se organizaban los presos republicanos en el campo nazi de Mauthausen

Este testimonio forma parte de una serie artículos que 'Público' ofrece como avance editorial de 'Los últimos españoles de Mauthausen' publicado por 'Ediciones B'.

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Campo de concentración de Mauthausen

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El factor decisivo para salvar el mayor número de vidas entre las filas de los prisioneros españoles fue, sin duda, la solidaridad. Una solidaridad que abarcó todos los grados imaginables, desde compartir con el compañero una patata en la penumbra de la barraca hasta lograr esconder las pruebas de los crímenes que se cometían en el campo, y que servirían para condenar a decenas de responsables nazis en los juicios de Núremberg y Dachau.

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José Alcubierre

En sus comienzos, la organización clandestina de los prisioneros apenas era capaz de planificar algunos pequeños robos de comida y controlar su posterior reparto entre los prisioneros más debilitados. Fue con el paso del tiempo cuando su poder creció, en la medida en que los españoles fueron accediendo a puestos clave en la estructura del campo. Allí veían mejorar notablemente sus condiciones de vida, podían robar alimentos, escuchar noticias sobre la marcha de la guerra o alcanzar otros objetivos que contribuyeran al bien común.

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"Estaba con dos madrileños y dos aragoneses que siempre conseguían robar patatas o un poco de salchichón"

Desde finales de 1943, esa precaria estructura clandestina se fue consolidando. Tres españoles ocuparon puestos clave en las oficinas administrativas del campo, donde falsificaban papeles para enviar a los presos más débiles a lugares de trabajo menos exigentes y obtenían valiosa información que permitía salvar vidas. Pero, sin duda, el gran símbolo de la resistencia clandestina fue la operación para preservar las fotografías que probaban las atrocidades cometidas por los SS.

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