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Paquita Sauquillo, la toga del Pozo del Tío Raimundo

La presidenta y fundadora del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad y –hoy con ganas de dejarlo “porque el niño ya anda solo”- repasa para 'Público' una trayectoria de compromiso en defensa de los trabajadores

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Paquita en su despacho de Lista en 1970. A LARENA

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MADRID.- Paquita Sauquillo (Madrid, 1943) es un torbellino. Se explica mientras recorre apresurada las mesas en las que hace seis décadas se distribuían una pila bautismal, confesionario y altar. Interrumpe su discurso para preguntar cómo va “lo de Palestina” o “el asunto Guatemala”, o para interesarse por los niños de una compañera. Hasta que se sienta en la sacristía… y respira.

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A los 14 años, la vida golpeó a Paca con su primera gran pérdida, anticipo de tragedias más duras. Era la mayor de dos hermanos cuando enfermó y falleció su padre. “Con sólo 38 años mi madre tuvo que sacarnos adelante sola. ¡Y tuvo mucho mérito!”, exclama orgullosa de Deseada. Porque supo la joven viuda unir y defender a tres hijos contestatarios frente a una familia muy conservadora y porque se empeñó en apoyar los estudios de Paquita a pesar de las recomendaciones en contra de las monjas.

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La mano legal del Padre Llanos

Paquita Sauquillo.

Desde Lista, Paca también se convirtió en la segunda letrada con más casos de Orden Público. Aquellos que, por miedo a las represalias, casi nadie quería. Recuerda entre otros el Proceso 1001 o las últimas ejecuciones del franquismo y aquí, otro de los impactos que la marcaron. “El régimen había imputado la muerte de unos policías y guardias civiles a miembros del FRAP a los que ni siquiera quiso defender el Partido Comunista. Pero en mi despacho estábamos en contra de la pena de muerte y decidimos, movilizando incluso a la comunidad internacional, montar la defensa”. Tres de los acusados de Madrid fueron fusilados. Paca consiguió salvar a una joven, Concepción Tristán, por estar embarazada. Dos meses después, cuando la abogada Sauquillo fue encarcelada por participar en la manifestación en la que Manuel Fraga dijo aquello de “la calle es mía”, vio nacer en Yeserías a la hija de su defendida.

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