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La socialdemocracia 'gafada'

Steinbrück, Bersani, Rubalcaba, Miliband e incluso Hollande han visto cómo en el último año diferentes circunstancias han hecho mella en sus expectativas políticas y, en algunos casos, han provocado que su popularidad s

IÑIGO ADURIZ

La socialdemocracia europea pareció tomar un respiro cuando en mayo de 2012, en uno de sus peores momentos, François Hollande accedía a la Presidencia de la República Francesa con una victoria holgada frente a su rival y predecesor en el cargo Nicolás Sarkozy. Pero el propio presidente francés no podía imaginar entonces que sólo 12 meses después su popularidad acusaría ya el desgaste de ese pequeño periodo de tiempo al frente del Gobierno.

Hollande parece haber llegado gafado al poder, al igual que otros líderes socialdemocrátas europeos -algunos siguen al frente de sus partidos, y otros no-, que vieron en él una esperanza, pero que no consiguen levantar cabeza desde hace ya meses. 

El candidato de los socialdemócratas alemanes y exministro de Finanzas del país, Peer Steinbrück, es el gafe por excelencia. Desde que fue designado como aspirante a la cancillería sus propias meteduras de pata no han hecho más que hundir las expectativas electorales del SPD de cara a las elecciones generales del próximo 22 de septiembre, minando también su ya de por sí escasa popularidad entre la ciudadanía. 

Se estrenó como candidato asegurando que él nunca bebería una botella de vino blanco italiano que costara menos de 5 euros. Continuó criticando que su partido expulsara al xenófobo Thilo Sarrazin, un economista del Bundesbank conocido por su aversión hacia los inmigrantes e incluso hacia el euro. Y prosiguió nombrando como portavoz a un polémico periodista del Bild, Rolf Kleine, que lideró una contundente campaña contra los griegos desde las paginas del diario sensacionalista.

Además de todo ello, acumula numerosos enfrentamientos internos dentro de su propio partido. Merkel le aventaja en las encuestas, lo que según el propio Steinbrück se debe a que es mujer. 'Ella es querida porque tiene un plus femenino', dijo en un evidente desliz machista que no hizo más que incrementar el rechazo ciudadano hacia el dirigente hamburgués. 

Aunque por un estrecho margen, quien hasta el mes de abril fue el secretario general del Partido Democrático italiano, Pier Luigi Bersani, ganó las últimas elecciones generales de su país. Lo hizo tras vencer en un histórico proceso interno de su partido, que abrió la elección de su candidato a primer ministro por primera vez a la ciudadanía. Bersani ganó esas primarias abiertas, ganó los comicios y, sin embargo, tuvo que abandonar su cargo al ser incapaz de conseguir los apoyos necesarios para nombrar al presidente de la República. 

Resignado y cabizbajo el pasado 19 de abril anunciaba su marcha tras considerar de 'extrema gravedad' la situación que se había creado en su partido ante la mencionada imposibilidad de elegir como Jefe de Estado a los dos candidatos que se habían propuesto. Primero, Franco Marini, y después, Romano Prodi. Y es que Bersani sufrió entonces en sus propias carnes la traición de sus compañeros de filas que se negaron a respaldarle por haber pactado los nombres con el exprimer ministro Silvio Berlusconi. 

No llegó al poder y eso que tras el nombramiento de Giorgio Napolitano como presidente de la república su partido fue el encargado de formar un Gobierno de coalición. El primer ministro, Enrico Letta, también del Partido Democrático, no contó con él en ninguna de sus carteras, entre las que sí incluyó a personalidades cercanas a Il Cavaliere. 

Era el político mejor valorado del país y de la noche a la mañana pasó a ser el peor valorado. El líder del PSOE español, Alfredo Pérez Rubalcaba, no ha ganado para disgustos desde que en febrero de 2012 accedió a la Secretaría General del partido después de perder las generales de noviembre de 2011 y encajar uno de los peores resultados para los socialistas. 

Su llegada al puesto de máxima autoridad del principal partido de la oposición ya estuvo gafada por el inmenso desgaste que padecía su partido por la gestión que hizo en el Gobierno de los primeros años de la crisis. Sus promesas y propuestas siguen condicionadas, así, a la herencia recibida del Ejecutivo del que paradójicamente fue vicepresidente. De recordárselo se ha encargado el PP y a tenor de los sondeos -en los que el PSOE sigue sin repuntar pese a las sospechas que acechan al Gobierno de Rajoy-, ha logrado el efecto que deseaba.

Desde que fue designado como líder de la oposición Rubalcaba ha padecido severas pérdidas electorales como en Euskadi y Galicia, dulces derrotas como la de Andalucía -en la que los socialistas siguen gobernando pese a no ser la fuerza más votada- y un pequeño premio de consolación en Asturias. Pero, sobre todo, lo que ha sobrevolado en los últimos meses sobre todas las acciones del líder del PSOE ha sido la trifulca interna. No ha habido rueda de prensa en la que no se le haya preguntado por un posible adelanto de las primarias para dar con el próximo candidato, no han faltado voces internas que le hayan apremiado a ese adelanto, y no habido mes en el que no se haya hablado de sus posibles sucesores.

El laborista Ed Miliband alcanzó el liderazgo del principal partido de la oposición en el Reino Unido en el momento en el que la formación no podía estar más gafada. En mayo de 2010, unos meses antes de las primarias que le hicieron ganarse su puesto, el laborismo había perdido el Gobierno británico después de 13 años en el poder y su popularidad se encontraba hundida después de que Gordon Brown llevara gobernando los últimos tres. 

Pero además, se dio la circunstancia de que Ed se enfrentó en las primarias a otro Miliband, David, su propio hermano, heredero del Nuevo Laborismo de Tony Blair que vio frustradas sus pretensiones. El actual líder de la oposición británica se tuvo que enfrentar entonces a la división interna de su partido. Él venció gracias al respaldo de los sindicatos, que avalaron su proyecto, más izquierdista, pero la mayoría de los miembros de la Cámara de los Comunes y de los diputados en el Parlamento Europeo respaldaban a su hermano.

A pesar de este escenario inicial, ciertamente adverso para el dirigente laborista, Miliband está consiguiendo que su partido remonte en las encuestas. Así quedó de manifiesto, también, en las últimas elecciones locales de 2012 en las que los laboristas recuperaron ciertas cotas de poder en el país.

La gran esperanza de la socialdemocracia europea es hoy uno de los jefes de Gobierno con menor popularidad en su propio país. Tan sólo había pasado un año desde que accediera a la Presidencia de la República Francesa, pero François Hollande ya era el líder con mayor rechazo del país. La llegada al poder no le sentó bien al dirigente socialista, si bien los últimos sondeos le conceden una ligera recuperación. 

Hollande accedió a la presidencia en pleno agravamiento de la crisis económica pero, sobre todo, con un imparable incremento de las cifras del paro, que alcanzan ya el 11% -muy lejos aún del 26% de España-. Además, su decisión de reconocer los derechos de todos los franceses a la hora de poder contraer matrimonio abrió una inaudita brecha política en Francia que alimentó las ideologías más extremistas y de la que muchos culparon al propio presidente.

Sus iniciativas para luchar contra el paro juvenil y la creación de empleo público están ayudando en cambio a que Hollande vea mejorada su imagen, según las encuestas hechas públicas a principios del verano.

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