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Estos son los nuevos retos para la revolución de la movilidad en València

Una vez enterrada la polémica sobre los carriles bici, València aspira a convertirse en "capital mediterránea de la bicicleta", pero para conseguir una auténtica movilidad sostenible necesitará cambios estructurales que escapan el estricto marco municipal.

Un repartidor de Deliveroo, en su bicicleta por el centro de Manchester (Reino Unido). REUTERS/Phil Noble
Un repartidor de Deliveroo, en su bicicleta por el centro de Manchester (Reino Unido). Phil Noble / REUTERS

El Ayuntamiento de València ha aprovechado la Semana Europea de la Movilidad para sacar pecho y presumir de datos. Esta convocatoria continental se ha convertido en los últimos años en una de las citas más potentes de movilización por parte del consistorio que, no en vano, tiene en las políticas de movilidad sostenible una de las puntas de lanza de su gestión.

Bicicletadas colectivas, fiestas en la calle, la convocatoria de unos premios o una jornada con transporte público gratuito y calles sin coches... "Cada vez más, València es la ciudad mediterránea de la bicicleta", declaraba el alcalde, Joan Ribó, en uno de los actos de celebración.

Y realmente los datos acompañan este orgullo. En los seis años de gobierno de la coalición progresista en València se han construido 40 kilómetros de carril bici con una planificación que permite moverse por prácticamente toda la ciudad de forma continua. Esto ha provocado que el uso de este vehículo se haya incrementado en un 214% desde el 2017 con picos de hasta 6.000 ciclistas diarios por algunos de los puntos más concurridos de la ciudad, como la Estación del Norte, en la calle Xàtiva.

Pero la apuesta para pacificar el tráfico y evolucionar hacia una ciudad más amable y menos contaminada no se ha quedado solo aquí. En los últimos años, el Ayuntamiento ha incrementado la inversión en la EMT, la empresa que gestiona los autobuses urbanos, en un 30%, consiguiendo renovar buena parte de la flota y contratando más de 300 nuevos conductores, además de reordenar toda la trama de líneas para hacerla más eficiente.

Antes de la pandemia, los usuarios de autobús en València habían crecido un 11% y, el 2019, fue escogida mejor empresa de transportes urbanos. También se han peatonalizado 150.000 metros cuadrados de espacio urbano, incluidos lugares tan emblemáticos como la plaza del Ayuntamiento o el entorno de la Llotja, el antiguo mercado medieval declarado Patrimonio de la Humanidad. El conjunto de estas medidas han provocado que –el febrero del 2020, después la pandemia ha trastocado los comportamientos, imposibilitando la comparación realista de cifras- el tráfico motorizado se hubiera reducido entre un 5% y un 10%.

"Cuando entramos en el Ayuntamiento, el trabajo del concejal, que entonces se denominaba de "Tráfico" era mirar todas las cámaras y evitar que hubiera atascos", explica Giuseppe Grezzi, concejal de Movilidad Sostenible para ejemplificar el cambio de mentalidad que ha sufrido su departamento. "Nosotros no queremos mover coches, sino personas. Y, además, queremos que puedan escoger si se quieren mover en coche o a pie, en bicicleta o transporte público. Hemos dejado atrás el concepto de movilidad del siglo XX y hemos entrado en el del XXI".

Grezzi reconoce que ahora se encuentra "en un buen momento". Entiende que la inercia de la ciudadanía a cambiar de hábitos "es normal", pero cuando se hacen "proyectos sólidos y muy bien preparados y se ofrecen opciones realistas, el éxito es inmediato". A su parecer, los mejores ejemplos serían el uso de las vías ciclistas o las zonas peatonalizadas. Pero durante la primera legislatura, tanto la oposición como la prensa conservadora tomaron este concejal como símbolo a batir, con una campaña permanente contra cualquiera iniciativa suya. "El PP inició la campaña electoral [del 2019] encima de un carril bici. Convirtieron aquellas elecciones en un referéndum sobre los carriles bici y lo perdieron. En los barrios donde más carriles habíamos hecho, Compromís no solo no perdió votos, sino que ganó. Ahora ya nadie debate los carriles bici".

Grezzi reconoce que esta campaña frenó algunos de sus proyectos "más por las resistencias internas, fruto del miedo, que de las externas", recuerda. Pero en esta legislatura las cosas han cambiado: "Iniciativas como la peatonalización de la plaza del Ayuntamiento, que se frenaron durante la primera legislatura por las dudas dentro del Gobierno municipal, ahora son una realidad y un éxito". De hecho, ahora son sus aliados socialistas quienes se lanzan a anunciar nuevas propuestas de peatonalización y control del tráfico, como la pacificación de la calle Xàtiva y la en torno al IVAM o la pacificación de la avenida Àusias March.

El reto metropolitano

Desde el Ayuntamiento tienen claro que se quiere seguir profundizando en esta línea, y más en un momento de emergencia climática, pero entidades como Ecologistas en Acción piden cambios más estructurales. "Hacer carriles bici es muy barato y vistoso, pero no lo resuelve todo", explica la portavoz de la entidad en materia de transporte, Rosana Cervera. Por eso reclama una "inversión masiva en transporte público, un plan integral que tenga en cuenta toda el área metropolitana, poner en marcha la Zona de Bajas Emisiones y frenar la ampliación del Puerto de València".

La cuestión del área metropolitana es, seguramente, el nudo gordiano de un cambio permanente de la movilidad en València. Cada día se producen 4,8 millones de desplazamientos en coche entre sus 60 municipios, y el 73% de los coches que circulan por dentro de la ciudad tienen el origen o el destino en esta región.

Desde el Ayuntamiento son conscientes del problema y reclaman más inversiones en la red de metro –que depende de la Generalitat- y Cercanías. De hecho, la situación de Cercanías se ha convertido recientemente en uno de los principales caballos de batalla de Compromís. Grezzi también reclama al ministerio la creación de carriles VAO –exclusivos para transporte público o coches totalmente ocupados- en las principales arterias de entrada y salida de la ciudad, para "desincentivar el uso del transporte privado, en lugar de inducirlo, como provocan las ampliaciones de carreteras", en palabras del concejal.

En cuanto a las Zonas de Bajas Emisiones, que tienen que estar en activo a partir del 2023, desde el Ayuntamiento aseguran que "los estudios previos para implantarlas ya se están trabajando" y que "se han solicitado 30 millones de euros de los fondos Next Generation" para que puedan estar en los plazos que marca la ley.

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