Tomas falsas de la investidura: el día que se acabó la cerveza en el 'Manolo'
La izquierda se entregó a la fiesta y el PP a Bruselas mientras las maletas corrían por el Congreso al terminar el pleno: “España que se rompa la semana que viene”.
Alrededor de la una y cuarto del mediodía, el Congreso eligió a Pedro Sánchez como presidente del Gobierno por tercera vez. A las dos y media, en el Manolo, el bar de la calle Jovellanos donde políticos, periodistas y trabajadores de la Cámara baja se refugian antes, durante y después de los Plenos, ya no quedaba cerveza. Detrás de este hecho insólito, explicaban de barra para adentro, otro que no lo es menos: el dispositivo de seguridad desplegado en los alrededores del Congreso, ante la amenaza de episodios violentos como los de la calle Ferraz (donde está la sede central del PSOE), incluía el corte de calles circundantes e impidió la llegada de suministros al bar en dos días. Entre los afectados, algún diputado socialista que frenó la celebración en seco. La amenaza ultra movió la fiesta de lugar. Lo mismo que dicen en Génova cuando se les pregunta qué pasó el 23 de julio: todo fue culpa de Vox.
Y mientras la izquierda se entregó al festejo tras el éxito de Sánchez, a la Puerta del Sol empezaban a llegar cestas de fruta. El gabinete de Isabel Díaz Ayuso, eufórico, lo comunicó a la prensa, dispuesto a convertir el insulto en mute de la presidenta madrileña en campaña, para la que sin duda es más agradecida la fruta que la otra explicación que llegaron a dar: “No sabemos si ha dicho ‘Me gusta la fruta’ o ‘Viva Teresa de Calcuta’”.
Más recatados están en Génova con la campaña —esta sin ser buscada— que Alberto Núñez Feijóo le hizo a Ismael Serrano, un cantautor abanderado de casi todas las causas de la izquierda. El traspiés ha dividido al PP en dos: los que no quieren decir nada porque saben que les podría haber pasado a ellos —¿quién no ha buscado una cita en Google para salir del paso?— y los que no van a reconocer en voz muy alta que no, a ellos no. “Yo es que escucho a Ismael Serrano”, dice esta mayoría silenciosa.
La investidura de Sánchez a punto ha estado de destaparles de la misma forma en la que ha descubierto que Feijóo está dispuesto a continuar con la batalla parlamentaria del tractor entre Mariano Rajoy y Aitor Esteban (PNV), aunque solo sea para esquivar las preguntas sobre qué le ofreció a los nacionalistas vascos para que le dieran sus votos; o que “el 15M de la ultraderecha” con el que fantaseaban los ideólogos de Vox murió en su timeline de Telegram.
En otro bar próximo al Congreso —éste provisto— , tres agentes de la Policía habituales en la Cámara comentaban el devenir de estas dos jornadas que la extrema derecha anunció “calientes”, pero en las que apenas congregaron a varios centenares de personas en los alrededores del Parlamento y alguna de ellas preguntando contra quién iban. Se saben protagonistas de una investidura democrática y legítima apurando un día el café tras una jornada laboral “casi normal” como lo fue para todos.
Las maletas que cada jueves corren por los pasillos del Congreso anunciando que los diputados abandonan Madrid durante el fin de semana volvieron a hacerlo antes incluso de que Sánchez saliese del Congreso entre aplausos de “presidente, presidente”. “España, que se rompa la semana que viene... o la siguiente, que tenemos que descansar”, bromeaban entre ellos dos parlamentarios de la izquierda.
En la derecha, resignación y esperanzas, todas, en Bruselas, que ya ha felicitado a Sánchez. “Dear Pedro”, le escribió Ursula von der Leyen en sus redes sociales al filo de las tres y media de la tarde. Cuatro horas después el Manolo ya tenía cerveza.
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