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Xenofobia y solidaridad rivalizan en la Jungla de Calais

Ascenso de la extrema derecha

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La ONU no identifica a Calais como una zona de crisis.Más de 7.000 migrantes esperan allí la oportunidad de cruzar el Canal de la Mancha a través del Eurotunnel. Foto: Andrea Olea

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CALAIS (FRANCIA).- Los actos racistas y las muestras de solidaridad se multiplican al mismo tiempo en Calais, la ciudad del norte de Francia convertida en última etapa para miles de refugiados que sueñan con llegar a Reino Unido. La manifestación que este fin de semana recorrió sus calles en apoyo a los emigrantes, terminó en altercados con la policía y varias detenciones, escenificando la tensión creciente que vive la localidad.

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La Jungla es como un ser vivo que respira, engulle y escupe a personas con toda una odisea a sus espaldas y que sueñan con alcanzar el Reino Unido, su Tierra Prometida

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En este gigantesco poblado, formado por chabolas y precarias estructuras de madera, todo es extremo: el frío, el viento, el barro. La Jungla es como un ser vivo que respira, inspira y expira, engulle y escupe a personas de muy distintos orígen con dos cosas en común: una odisea a sus espaldas hasta su llegada a Calais y el sueño de alcanzar Reino Unido, considerado la verdadera Tierra Prometida.

Ascenso de la extrema derecha


Las cifras oscilan, pero en los últimos meses el número de habitantes de la Jungla ha explotado: de 3.000 personas pasó a 10.000, y en la actualidad se estima que malviven en ella entre 7.000 y 8.000 habitantes.

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En las últimas semanas, ha aumentado la violencia contra refugiados y voluntarios

Grupúsculos como “Sauvons Calais” (“Salvemos Calais”) o “Calaisiens en colère” (“Calaisianos enfurecidos”) se hacen fuertes en las calles y en internet, con vídeos de propaganda en los que documentan supuestas exacciones cometidas por los habitantes del asentamiento. Comentarios como “Están arruinando Francia, convirtiéndola en un país de mierda como los suyos” se prodigan en la página de Facebook de este último colectivo, que suma más de 60.000 ‘me gusta’.

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En las últimas semanas, ha aumentado la violencia contra refugiados y voluntarios que ayudan en la Jungla. Personas que colaboran en el campamento han encontrado las ruedas de sus coches pinchadas, y varios emigrantes y personas que los acompañaban han recibido palizas.

Sameer Sahail se rompió la pierna al intentar cruzar el Eurotunnel camuflado dentro de un camión. Su familia fue asesinada por los talibanes. Ahora, ayuda a los refugiados de Calais. Foto: Andrea Olea

“Las agresiones de la extrema derecha se producen con la connivencia de la policía”, asegura categórico Philipe Wannesson, bretón llegado a Calais hace siete años y muy implicado en la ayuda a los refugiados. “Para ellos es útil tener a alguien que atemorice a los emigrantes y a los habitantes solidarios de Calais”.

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Unas 2.000 personas, entre residentes locales, activistas y habitantes de la Jungla, se manifestaron al grito de “Migrantes, bienvenidos”

Frente al aumento de las agresiones xenófobas y la represión policial, este fin de semana varias asociaciones llamaron a la movilización en solidaridad con los refugiados en Calais. Unas 2.000 personas, entre residentes locales, activistas llegados de París y otras ciudades, y habitantes de la Jungla, se manifestaron al grito de “Migrantes, bienvenidos”.

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Auto-organización y solidaridad


En 2015, el Estado francés decidió reagrupar a los refugiados que vivían en distintos campamentos de la ciudad de Calais en un único emplazamiento en torno al centro de acogida Jules Ferry, pero la insuficiencia de alojamientos e infraestructuras no ha dejado a los emigrantes más remedio que auto-organizarse.

"La ONU no identifica Calais como una zona de crisis y por eso sus agencias no están aquí." asegura la cooperante Jayney Laird. Foto: Andrea Olea


Muchos de ellos son británicos, como Jayney Laird, joven risueña que luce con orgullo el abrigo que le regaló uno de los refugiados. Laird lleva dos meses trabajando como voluntaria con la ONG médica Hands International, que lleva a cabo campañas de vacunación para contener las enfermedades que proliferan en la Jungla.

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"Sé lo que es intentar conseguir los papeles en un lugar desconocido cuando ni siquiera hablas el idioma", explica Saamer

Otra voluntaria británica, Emily Carrigan, trabaja en un centro para mujeres y niños en el campamento. Casi todos los habitantes de la Jungla son hombres, y pequeñas asociaciones como la suya tratan de crear un entorno seguro para las mujeres y menores no acompañados que viven en el asentamiento.

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A la pregunta de qué la empujó a ayudar en Calais, responde: “Quiero creer que Reino Unido es un país de gente compasiva, aunque lo único que haga nuestro gobierno sea levantar un muro” para impedir que los emigrantes pasen. “A veces pienso que tendrían más oportunidades en Francia. Trato de disuadirles de cruzar, les digo que aquí estarán mejor”.

Quedarse de este lado


Tras infinitos intentos fallidos, hay refugiados que se dan por vencidos y deciden quedarse en Francia. En el caso de Sameer, con mayor motivo al no tener familia que le espere al otro lado del Canal de la Mancha, como ocurre con muchos de los que intentan cruzar.
“Obviamente, echo de menos a mi familia y a mi país”, reconoce. “Esta es una tierra diferente, donde se come, se vive, se ama diferente”.

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