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Por qué en verano no queremos trabajar

Llega el verano y con él las altas temperaturas, el aire acondicionado a todo gas y los días infinitos. Y algo nos dice que estas condiciones no son las óptimas para trabajar. Pero debemos seguir al pie del cañón, que las facturas tampoco descansan en verano.

Si tú también eres de los que no quieren trabajar en verano, no te preocupes, tiene su explicación. A continuación, ofrecemos varias claves que explican el hastío veraniego, esa abulia que nos impide trabajar en verano al mismo nivel que durante el resto del año. 

El calor afecta a nuestro ánimo 

¿Por qué en verano no queremos trabajar?
Apatía y mal humor – Fuente: Pexels

Nerviosismo, apatía, mal humor, insomnio… El calor extremo, especialmente cuando el cambio de temperatura es muy brusco, provoca reacciones negativas en nuestro organismo: no estamos preparados ni física ni psicológicamente para una subida repentina de más de 10 grados en el termómetro. Estos cambios alteran nuestra rutina diaria y cualquier cambio conlleva un periodo adaptación.  

Así que paciencia, porque el calor extremo y sus efectos en el organismo, también a nivel psicológico, no son una broma. Un estudio de la Universidad de Berkeley asegura que durante las olas de calor se registran más violaciones y asesinatos, mientras que otro estudio sobre los homicidios en Sudáfrica señala de forma muy gráfica que por cada grado que sube el termómetro, aumenta un 1,5% el número de asesinatos. 

Así mismo, un estudio conjunto de la Universidad de Lehigh y la Universidad de Northwestern puso la irritabilidad y la apatía en relación con las elevadas temperaturas: efectivamente el calor aumenta la fatiga reduciendo el entusiasmo, lo que, sin duda, afecta a nuestra actitud en el trabajo. 

De hecho, en los casos más graves, las altas temperaturas pueden provocar el denominado Seasonal Affective Disorder en su versión veraniega descrito por el psiquiatra y divulgador Norman E. Rosenthal como “una depresión agitada que se manifiesta con insomnio y disminución del apetito”. 

Verano y desmotivación: el hastío veraniego 

¿Por qué en verano no queremos trabajar?
Desmotivación – Fuente: Pexels

Más allá de los efectos físicos del calor que tienen una evidente repercusión psicológica, el verano también trae consigo diversas sensaciones que pueden influir en la aparición del temido hastío veraniego, una abulia desmotivadora que también afectaría al rendimiento laboral. 

Desde que somos niños, al menos a este lado del mundo, se nos inculca la tradición del verano como vacaciones. Y como la etapa estudiantil se alarga (y se alarga) en muchos casos, cuesta disociar el verano de las vacaciones. Así mismo, no hace demasiado tiempo, agosto era en España un mes prácticamente inhábil: si no querías irte de vacaciones, hasta te obligaban. «Fernández, coja su sombrilla y a Benidorm, en agosto no se trabaja y sanseacabó». 

Pese a que actualmente las costumbres han cambiado, no es fácil abstraerse de esta sensación de verano como desconexión, descanso y vacaciones. No solo nos invaden los mensajes aderezados de sol, playa y cerveza, sino que, en las semanas anteriores a la llegada de julio, se nos obliga a cerrar un montón de temas pendientes: desde las extraescolares de los niños para el curso siguiente, hasta el asunto pendiente con el dentista, pasando, por supuesto, por la elección de los días de vacaciones para el verano.

Pronto nos vemos acudiendo a un futurólogo para poder predecir nuestros días de vacaciones a cinco años vista y que el departamento de recursos humanos tenga su Excel de vacaciones con suficiente antelación, por aquello de los solapes.

Así las cosas, junio suele ser un mes efervescente en el que nos vemos atrapados en una vorágine de actividad incesante. Y un buen día llega el 1 de julio, y se produce un bajón motivacional. Llega el ‘verano’, pero Fernández sigue en la oficina. Y hay que seguir trabajando, pero nuestra mente está en otro sitio. Tal vez bajo una sombrilla en Benidorm. 

En este sentido, el verano también aumenta las distracciones en el trabajo. Hay quien es capaz de mostrar febril interés hasta por el vuelo de una mosca, con tal de no mirar a la pantalla del ordenador. Y es que, a mayor desmotivación, más desinterés, y a más desinterés, más tendencia a la distracción. Y a más distracción, menos productividad. 


Verano y baja productividad 

¿Por qué en verano no queremos trabajar?
Mujer con ventilador – Fuente: Depositphotos

No necesitamos estudios científicos para certificar que en verano suele bajar la productividad, pero los hay. Un estudio de la Shanghai Jiao Tong University demostró con una serie de experimentos que la incomodidad térmica causada por la baja o la alta temperatura tiene una influencia negativa en la productividad de los trabajadores de la oficina. De cajón.

Pero la incomodidad térmica no solo deriva de las condiciones externas, sino de las internas de las oficinas. El calor propio del verano lleva a muchas oficinas a bajar la temperatura del aire acondicionado hasta el punto de ‘congelar’ a los trabajadores más sensibles: y entonces hay que llevar el plumas en la ofi, y la camiseta de tirantes para volver a casa.

Por otro lado, hay que recordar que no todos los trabajadores, ni mucho menos, trabajan en una oficina con aire acondicionado. Que el repartidor o el albañil baje su productividad con 30 grados a la sombra viene a ser bastante comprensible.  

Las vacaciones escolares 

Por qué en verano no queremos trabajar
Educación infantil – Fuente: Pexels

“—Papá, papá, vamos a la piscina. —No puedo hijo, tengo que trabajar. —Pero, jo, siempre trabajando, qué aburrido”. Si tenéis hijos, seguro que os suena esta conversación. Ellos echan el cierre a finales de junio y hasta septiembre. Entonces comienza un nuevo reto para los papis: seguir trabajando… y los niños pululando por ahí. Toca buscar campamentos, abuelos ociosos, o una sobredosis de pantallas. O que se las arreglen como puedan.  

Pese a la situación que se ha vivido con la pandemia y sus restricciones y confinamientos, los trabajadores con hijos pequeños siguen con la tensión por las nubes, y más cuando llega el verano. Y ya conocemos las alternativas: trabajar menos para ocuparse de los niños, si es que puedes, pero ganando menos, por supuesto; trabajar lo mismo y confiar los niños a los campamentos, a los abuelos o la Divina Providencia; o seguir trabajando lo mismo, hacer un esfuerzo extra por ellos y hasta que el cuerpo (y la mente) aguante.

En resumidas cuentas, las vacaciones escolares son un elemento más que influye en las dificultades para mantener la productividad habitual durante los meses de verano. 

El horario de verano 

Por qué en verano no queremos trabajar
Trabajador en verano – Fuente: Unsplash

Teniendo en cuenta que la productividad baja tras la pausa para comer y las propias condiciones climatológica asociadas al verano, esta época del año está marcado por la jornada continua o, incluso, por experimentos como la semana de cuatro días o cuatro días y ‘medio’ (saliendo temprano los viernes) aumentando las horas que se trabajan de lunes a jueves y ofreciendo opciones de teletrabajo. Es decir, trabajar lo mismo, pero de forma más flexible y/o concentrada. 


La mala noticia, según un (polémico) estudio de Captivate Office Pulse, es que esta fórmula «bien intencionada» disminuye la productividad y aumenta el estrés, de forma «no intencionada». El 45% admite estar más desconcentrado en verano, y un 53% de los que se van temprano los viernes reportan un descenso de su productividad habitual.  

Y entonces, ¿qué hacemos? Porque lo de la Gran Renuncia está muy bien siempre que las facturas también renuncien, pero no lo hacen. Entonces, si el horario de verano no funciona, y el horario habitual, tampoco, ¿qué nos queda por probar? ¿Será trabajar menos horas? 

¿Cómo superar la abulia veraniega?: adáptate y relativiza

Juegos de lógica
Estudiar – Fuente: Unsplash

Parece evidente que en verano ‘no queremos trabajar’ porque cuesta más hacerlo, porque hay un abrupto cambio de rutinas, porque el verano se asocia a la desconexión y a las vacaciones, porque las vacaciones escolares no ayudan, y porque el horario laboral, aunque se flexibilice, sigue siendo excesivo. Pero hay que seguir trabajando

Y para ‘superar’ un verano más, la estrategia más exitosa es adaptarse a las circunstancias, tratar de evitar las quejas constantes y las (improductivas) pataletas, además del victimismo, relativizando todas estas situaciones que hemos descrito —que en su mayoría no son tan relevantes— y tratar de hacerlo lo mejor posible.

Porque, al final, nos sentiremos mejor si trabajamos bien, dentro de lo que las ‘circunstancias veraniegas’ permitan hacerlo, asumiendo que sí, que la productividad puede (y debe) bajar en verano. 



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