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El absurdo laberinto burocrático que puede convertir a una estudiante kurda en una sin papeles

El gobierno español le solicita a Amina Husein una documentación avalada por la embajada española en Damasco pese a que está cerrada desde hace cuatro años. De momento le ha denegado su solicitud de renovación del permiso de residencia.

Amina Hussein, la joven kurda de Siria que huyó del país en 2006, y que ahora se puede convertir en una sin papeles por culpa de un laberinto burocrático

MARC FONT

BARCELONA.- Vive en Barcelona desde hace 10 años, estudia tercer curso de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra (UPF), trabaja fundamentalmente como traductora y se ha visto atrapada en un callejón sin salida burocrático que la puede convertir en una sin papeles. A grandes rasgos, este es el resumen de la surrealista situación en la que se ha visto atrapada Amina Hussein, una joven kurda de Siria que huyó del país en 2006. En ese momento era una más de los 300.000 kurdos a los que el régimen de Bashar al Asad negaba la nacionalidad siriana y llegó a la capital catalana con un sólo documento: la partida de nacimiento.

Durante cinco años residió teniendo una situación administrativa irregular, después de que el gobierno español denegara sus solicitudes de asilo y de apátrida. Sólo en 2011 pudo conseguir un permiso de residencia, una vez que -ya en pleno conflicto bélico- Al Asad concedió la nacionalidad a todos los kurdos. Así pudo regularizar su situación y empezar a estudiar en la universidad -tras superar las pruebas de acceso para mayores de 25 años-, pero el pasado 27 de abril expiró su permiso de residencia. Y el Ministerio de Empleo y Seguridad Social ha dictaminado como “no favorable” su solicitud de renovación.

El muro burocrático con el que ha chocado Amina arrancó con la tramitación de la renovación en la Delegación del gobierno español en Catalunya. Según detalla a Público, una funcionaria del área de Inmigración le solicitó un “certificado de estado civil emitido por la autoridad competente del país de origen, debidamente legalizada y en su caso traducido”. O, lo que es lo mismo, le pidieron un documento emitido por el régimen de Al Asad y legalizado por la embajada española en Siria. ¿Problemas? Amina, de 30 años, lleva una década sin poder entrar en Siria y la embajada española en Damasco está cerrada desde 2012. Ante la imposibilidad de obtener el documento, la funcionaria le pidió que acreditara que en Siria hay una guerra, lo que llevó a Amina a adjuntar una carta y pruebas -básicamente artículos de prensa- sobre la existencia del conflicto bélico.

“Es una situación absurda, con la que dejan sin papeles a una persona en el momento que su país está en guerra y le piden unos documentos que no puede conseguir”, lamenta la joven. “Cuando por Internet vi que me habían denegado la renovación [del permiso de residencia] me sentí como discapacitada. Y si me quedo sin el permiso la única manera de conseguirlo es pedir asilo, pero es un trámite que tardaría mucho, porque la burocracia es muy lenta”, relata. Asesorada por su abogado, Amina Hussein presentara alegaciones a la decisión del gobierno, en funciones, de Rajoy, pero tiene claro que si no le dan la residencia no se quedará en España: “Sin el permiso no me podré matricular en la universidad y tampoco me interesa que me den una residencia como estudiante, porque entonces no podré trabajar”.

Amina está totalmente integrada en Barcelona y vive con su compañero, también kurdo pero que cuenta con la nacionalidad española. La joven aprovechó sus primeros años en la ciudad para estudiar a fondo castellano y catalán, idiomas que habla perfectamente. Nunca ha recibido ayuda económica ni ninguna beca de las distintas administraciones públicas y declara que “cuando hay gente que me lo pide le digo que no venga a España. Si después de 10 años viviendo aquí me tratan de esta manera...no sé porque tienen este política tan restrictiva con los refugiados y los solicitantes de asilo”.

Sin derechos para los kurdos

La historia de Amina Hussein empieza en Qamishli, la principal ciudad del cantón de al Jazira, uno de los tres que forman Rojava, el Kurdistan sirio. Con su familia residía en un pequeño pueblo de apenas 50 casas y recuerda que durante su infancia “no podíamos hablar en kurdo en la escuela, donde todas las clases eran en árabe” y su lengua estaba perseguida. “Provengo de una familia pobre y fue la primera chica de mi pueblo que se pudo sacar el bachillerato, pero como no teníamos la nacionalidad no podía seguir estudiando, no podía ir a la universidad”, recuerda. En aquella época, su intención era estudiar derecho “porque no teníamos derechos”, aunque ya en Catalunya se decantó por el periodismo, con el objetivo, entre otras cosas, de “explicar mi historia”.

Hoy en día su familia está desperdigada -tiene una hermana en Alemania, sus padres están en Turquía, le quedan también familiares en Siria- y recuerda que cuando huyó del país hacía apenas un par de años que el régimen de Al Asad había reprimido brutalmente las protestas populares que se conocieron como primavera kurda. Su primer problema con la administración española llegó ya en 2006, cuando le denegaron el estatus de refugiada, y más adelante le pasaría lo mismo cuando solicitó que le reconocieran como apátrida, ya que en aquel momento no tenía ninguna nacionalidad. “[Alfredo Pérez] Rubalcaba [entonces ministro del Interior] firmaba cartas diciendo que no había kurdos sin nacionalidad, citando al embajador español en Damasco...quizás al gobierno no le interesaba cuestionar la versión de al Asad, que tenía muy buena relación con la familia real española”.

Esperanzada con la revolución en Rojava

En los últimos 10 años, apenas ha podido reunirse cuatro veces con sus padres en Turquía, donde la población kurda también es víctima de represión, en este caso de la administración que lidera Erdogan. Amina Hussein considera una “vergüenza total” el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía según el cuál el país otomano recibirá 6.000 millones de euros hasta 2018 a cambio de recibir a refugiados que hayan entrado en Grecia. “Turquía no es un estado seguro, está masacrando a la población civil kurda del sur del país y, además, con 6.000 millones de euros muchas refugiados podrían vivir en la UE”, expone.

Rojava, su tierra de origen, ha cambiado enormemente desde que la abandonó una década atrás, y en los últimos años la región vive un proceso revolucionario marcado por la implantación del llamado confederalismo democrático y por el papel clave que tienen las mujeres. “Cuestiones como la lucha feminista, la igualdad o el ecologismo se han impulsado y ahora Rojava es un ejemplo y un símbolo”, afirma Amina, quién no esconde que comulga con los planteamientos del confederalismo democrático, un modelo organizativo desarrollado por Abdullah Ocälan, el histórico líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistan (PKK) que está encarcelado por Turquía desde 1999.

“Hace 10 años a las mujeres les costaba mucho decir que no y tenían que hacer lo que les pedían, mientras que ahora están cambiando totalmente la sociedad y su concepto patriarcal y machista. Ahora todos los cargos políticos están ocupados por una mujer y por un hombre”, explica Amina Hussein, que no esconde que si pudiese “viviría en Rojava”. Eso sí, defendiendo “por supuesto”, el derecho a venir a Europa de las personas refugiadas que huyen de la guerra y su derecho a residir aquí. Un derecho que, ahora mismo, ella ve claramente cuestionado.

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