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Casa Manolo, el mentidero del Congreso

Diputados republicanos, franquistas y monárquicos han sucumbido ante las croquetas de los Seijo, cuya taberna es frecuentada por veteranos periodistas y padres de la patria.

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Alfredo y Alfonso, la tercera generación de los Seijo al frente de Casa Manolo. / HENRIQUE MARIÑO

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Casa Manolo es la vaca sagrada del Congreso. Ha dado de comer a tres Cortes y, durante un siglo, republicanos, franquistas y monárquicos han sucumbido ante sus croquetas. Tiene la taberna, que también es café y restaurante, un algo de rumiante: si el hemiciclo es el estómago, el bar es la boca de la bestia adonde vuelve el bolo para ser remasticado y extraer todo el jugo legislativo. Quiere decir esto que los políticos afinan en el local lo que no ha sido pulido en el Parlamento (con un vino de por medio, que es de lo que se trata).

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No vaya usted a Casa Manolo con la intención de tropezarse con un político, porque es el político quien tropezará con usted. El mentidero chismorrea de martes a jueves, aunque la actividad ha menguado en los últimos años. “Ya no se trafica con información entre colegas. Desde la llegada de internet, esto no es como antes, el ritmo es distinto”, confiesa Blay. “Como decía Raúl del Pozo, la noticia estaba en los bares, pero ahora la barra es tiempo muerto para el hecho noticiable”.

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En Casa Manolo también había café para todos: mientras se discutían las competencias de las autonomías, el dueño vertía una jarra de leche sobre los ministros de UCD. El ruido del vidrio al estrellarse contra la mesa despertó a los escoltas, que pasaron de sestear en la barra a blandir sus pistolas, aunque el único peligro ya había teñido de blanco a medio Gobierno. Nada que no se arreglase con unos churros reconstituyentes, pues según el patrón "aclaran la voz para cualquier debate".

AGUAFUERTES

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