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Día Internacional de las personas sordas Manos que hacen oír la música

La belleza de los sonidos llega a nuestro oído por vibraciones y es el cerebro el que las traduce o interpreta, pero el resto del cuerpo también puede convertirse en una compleja caja de resonancia. Una discapacidad auditiva no constituye en un impedimento para poder percibir las emociones de una canción. La falta de implicación de la industria discográfica y los escasos recursos que se destinan a la interpretación representan la última barrera hasta los acordes. 

Interpretación en lengua de signos. Foto: Jess Muñoz

"Guardo un recuerdo nítido de aquellas veces que mi papá me ponía las manos sobre el altavoz. Es uno de los momentos más hermosos de mi niñez", rememora Raquel Sempere (26 años), una jerezana que ha convivido siempre con la discapacidad auditiva. "Me quedé sorda a los pocos meses de nacer, según los médicos. Tengo sordera bilateral neurosensorial", explica. Eso no le ha impedido desarrollar un profundo amor por la música. "Mi cuerpo actúa como una caja de resonancia, rebota la música y de ahí nace la magia", comenta con entusiasmo. Ella no necesita oír para escuchar, su anatomía cuenta historias y, para demostrarlo, hace dos años decidió colgar un vídeo en Facebook en el que interpretaba la canción Ya no de Manuel Carrasco.

Tiene alas en las manos y la capacidad de hacer volar la imaginación. "La música es muy importante para mí y lo que más me llena es poder transmitirla", cuenta. Sin embargo, sus ganas no han sido suficientes para resquebrajar los muros de la industria y conseguir que los acordes lleguen a todas partes. "El mundo está construido para los oyentes. Hay que derribar las barreras y puertas cerradas por todas partes", denuncia. "Yo intenté saltarlas y no fui capaz, me retiré. Las discográficas y los productores todavía consideran que es incómodo para el espectador que alguien signe una canción mientras el artista canta. No hay forma de hacerles entender que la música es para todos y debe de ser inclusiva. Es profundamente decepcionante", lamenta. Eso no quita que Sempere prometa regresar en cuanto haya un resquicio para la esperanza.

"Todos los cantantes deberían de tener a una persona sorda a su lado o un intérprete. Hay un gran número de personas con discapacidad auditiva y tenemos derecho a disfrutar. Los espectáculos tienen que ser accesibles para todos", reclama.  Al hacer un repaso de la escena nacional, es inevitable que el nombre de María Rozalén (32 años) se cuele en la lista de los que intentan cambiar las cosas.

Ella y Beatriz Romero (37 años) han propiciado una pequeña revolución sensorial. Estas dos albaceteñas se conocieron en Bolivia, en el marco del programa de Jóvenes Cooperantes de Castilla-La Mancha y, desde entonces, hacen música para disfrutar también con los ojos.  "Fue una casualidad maravillosa. Solo hacía falta verla para darse cuenta de que Bea había nacido para esto", dice Rozalén mientras hace memoria. "Yo vengo de la psicología social, pero no tenía experiencia con la comunidad sorda. Ella me aporta muchísimo, a todos los niveles. Lleva la lengua de signos a lo artístico, hace los conciertos inclusivos y quizás lo más innovador sea que está a mi lado, no en una esquinita", explica.

"Trabajamos cada canción desde la composición y, aun así, puede pasar mucho tiempo hasta que encontramos la traducción definitiva"

Juntas llenan el escenario de energía, como un tándem bien engrasado. "Conectamos como si en otra vida fuésemos hermanas. Tenemos un sentido del humor y una forma de ver el mundo muy parecidas", confiesa. "Eso nos ayuda, pero también es verdad que echamos muchísimas horas. Trabajamos cada canción desde la composición y, aun así, puede pasar mucho tiempo hasta que encontramos la traducción definitiva en lengua de signos", relata Rozalén, que nunca ha buscado el camino fácil.

El resultado es un espectáculo plástico que, más además de construir un puente con la comunidad sorda, gana en matices: "A mí me parece que es justo que Bea esté a mi lado. Lo embellece todo. Los espectadores sordos me dicen que así, de un solo vistazo, nos tienen a los dos 'a tiro' y no tienen que mover demasiado el cuello. Además, eso nos permite jugar. A veces yo también meto algún signo en la canción, nos coreografiamos, y el resto disfruta de una lengua preciosa", aclara.

Itahisa Pérez es el ejemplo perfecto de que una persona oyente puede encontrar en la lengua de signos su mejor vehículo de expresión. "En el colegio me obligaban a amarrarme las manos a la espalda porque gesticulaba demasiado. No podía evitarlo", admite entre risas. "Sin embargo, había algo que conseguía que frenase en seco. Cada vez que me cruzaba por la calle con personas sordas signantes, todo lo que giraba alrededor de mí se paralizaba. Me maravillaba esa danza con las manos", añade.  El paso de los años no ha cambiado esa fascinación y esta canaria optó por fundar DanSign, una compañía de danza  que fusiona baile, danza y lengua de signos.

"Una vez, tuve la ocasión de compartir con una persona sorda una experiencia intrigante. Estábamos reunidos con varios amigos oyentes que tenían diferentes instrumentos musicales. Escogimos una conga para comenzar a probar. Mi amigo sordo se colocó al lado de la persona que tocaba y se dio cuenta de que sentía cada sonido en una parte del cuerpo diferente. Eso despertó mi curiosidad y, en los últimos nueve años, he seguido indagando", cuenta. Aquella experiencia sentó los cimientos de su empresa.  "El baile y la lengua de signos me sirven para conectar con la esencia de la emocionalidad que contiene la música", explica.

Esta bailarina e intérprete de signos está convencida de que hay muchas formas diferentes de oír. "Siento en mi corazón que las personas sordas, no lo son. Tienen un cuerpo lleno de células, igual que el de cualquier otro ser humano, capaz de percibir la vibración que está transmitiendo el entorno, a modo de información suprasensorial", dice con convencimiento. "Todos los seres tenemos la capacidad interna de percibir y de ir más allá de las barreras autoimpuestas por patrones culturales, cognitivos y sensoriales diferentes; que no entienden que otra manera de captar, sentir e interpretar el mundo es posible", resuelve. 

La literatura recoge centenares de ejemplos de cómo la música puede superar barreras auditivas. "El aire vibrante golpeó las membranas del tímpano de Lord Edward; el sincronizado martillo, el yunque y el estribo se pusieron en movimiento hasta sacudir la membrana de la ventana oval y producir una historia infinitesimal en el fluido del laberinto. Las terminaciones vellosas del nervio auditivo se agitaron como olas en un mar alborotado; un gran número de oscuros milagros se produjeron en el cerebro, y Lord Edwar susurro extasiado “¡Bach!”. Sonrió con placer, le brillaron los ojos", recoge la novela Contrapunto, de Aldous Huxley. Este fragmento refleja cómo las vibraciones pueden ser un gran aliado para llegar abordar mundos sonoros, pero no es el único camino.

García Grados: "Lo importante es encontrar esa imagen visual que guardan todas las palabras"

"Imagina que entras en un mundo y te encuentras una puerta transparente. Al cerrarla, no hay sonido. Se acabó; no hay ni siquiera entonación. Eso es lo que sienten las personas sordas. Tienen un mundo silencioso, pero lleno de imágenes. Por eso, cuando haces música debes intentar alcanzar las sensaciones de forma visual", analiza Montse García Grados, intérprete de signos.

Esta profesional, que se enfrentó a la interpretación de su primera canción —rap— hace ya dos décadas, señala la importancia de contar con recursos para fundir lenguajes. "Hay que saber canalizar la energía artística. A veces una canción requiere ser interpretada de manera literal o mezclar con el significado sugerido. Esto es porque la lengua de signos y el lenguaje oral tienen una gramática distinta y hay expresiones que no se usan en una u en otra, pero lo importante es encontrar esa imagen visual que guardan todas las palabras. Luego ellos pueden seguir un tempo o llevarlo a su imaginario. Al fin y al cabo, los sonidos pertenecen también a esta comunidad y cada uno los experimenta a su manera", resume.

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