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Trabajo doméstico, maternidad y patriarcado: las luchas clásicas que afronta el Partido Feminista

La caza de brujas y el trabajo doméstico asalariado

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El coordinador federal de IU, Cayo Lara, junto a Lidia Falcón, presidenta del Partido Feminista, antes de anunciar la incorporación en IU.- EFE/Paco Campos

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@Sara_Ct

MADRID.— El feminismo hace mucho que necesita de un plural que lo represente en toda su complejidad. Se ha vuelto necesario hablar de feminismos, con "s", para dar voces a todas esas sensibilidades distintas que confluyen en uno de los problemas principales, que es la desigualdad entre mujeres y hombres y todas las consecuencias que acarrea. "Ya no somos ni el bello sexo ni las esposas, las hijas ni las madres, porque no estamos sometidas a los hombres ni somos tampoco sus compañeras. Porque tampoco somos ya mujeres. Ahora somos una clase en lucha", concluye el informe político elaborado en la X Asamblea del Partido Feminista, celebrada este fin de semana en Madrid. 

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"Todos estamos troquelados—sentenciaba Falcón, citando al filósofo Carlos París— por la ideología dominante"

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La presidenta de la formación mostraba su desacuerdo en este punto: "El patriarcado y el capitalismo quieren privatizarlo todo, hasta los hijos" y recordaba a Carme Chacón y su vuelta al trabajo 40 días después de dar a luz cuando era ministra de Defensa, o más recientemente, a Soraya Sáenz de Santamaría volviendo a ocuparse de sus responsabilidades como vicepresidenta a los diez días de ser madre. "Tiene que ser responsabilidad de toda la sociedad cuidarlos, y que el Estado se invente los cheques bebés o la baja por paternidad solo son parches para seguir manteniendo el sistema". 

"El patriarcado y el capitalismo quieren privatizarlo todo, hasta los hijos"

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"Todos estamos troquelados—sentenciaba Falcón, citando al filósofo Carlos París— por la ideología dominante", que no hace tanto era la fascista y ahora es la democrática, sobre todo, de nombre. La presidenta de la formación feminista se mostraba muy beligerante ante la idea de entender a la mujer como "una fábrica de hijos" porque, "cuando pares, tú ya no eres persona, eres madre", y las facilidades sociales para conciliar esa nueva situación vital brillan por su ausencia. De ahí que la mujer muchas veces siga teniendo que elegir entre ser madre o centrarse en su carrera profesional, una cuestión que la mayoría de hombres no tiene ni que plantearse.

La caza de brujas y el trabajo doméstico asalariado

Al ser humano le es imposible vivir sin trabajar, recuerda el informe político del Partido Feminista; tampoco sería posible nutrir la mano de obra de las fábricas —hoy oficinas— sin la existencia del trabajo doméstico. Para que el hombre pase diez horas en su puesto de trabajo necesita que cuando llegue a casa su mujer le prepare la comida y le lave la ropa. 

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"La mujer sabe muy bien lo que es tener la mano del Estado sobre su cuerpo"

"Hemos hecho una contribución inmensa al capital y ahora las mujeres presentamos la cuenta", afirmaba Silvia Federici, profesora y activista feminista, defensora de la remuneración del trabajo doméstico, y crítica siempre con el llamado feminismo de Estado por haber "domesticado" las reivindicaciones feministas: "No creo en el feminismo de la igualdad porque presupone que los hombres no están explotados. Igualdad, ¿con quién? ¿Con los hombres afroamericanos que están peor que muchas mujeres blancas?"

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Federici, en uno de sus libros más famosos, Calibán y la Bruja (Traficantes de Sueños, 2014) redibuja las dinámicas de expropiación social dirigida sobre el cuerpo, los saberes y la reproducción de las mujeres, quienes, según la tesis del Partido Feminista, son una clase social dominada, "como es el caso de las otras clases dominadas en el curso de la historia". Es en el modo de producción doméstico donde se encuentra "la causa material de la explotación femenina".

Portada del libro de Silvia Federici, 'Calibán y la bruja'.

El movimiento por el trabajo doméstico asalariado fue una respuesta a esta cuestión orquestada y defendida, entre otras, por la propia Federici. Buscaron politizarlo para librar a la mujer del sometimiento a las necesidades capitalistas que convence bajo la excusa de que lo hacen "por amor", cuando en realidad "las empobrece—sigue Federici— y esclaviza, las hace dependiente del hombre y la expone a la violencia masculina". Y a la del sistema. "La mujer sabe muy bien lo que es tener la mano del Estado sobre su cuerpo. No solo luchamos por cambiar las condiciones de la mujer sino contra una sociedad que desvaloriza nuestra vida para crear así su riqueza".

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