Este artículo se publicó hace 4 años.
Emergencia por el coronavirusLa pandemia expulsa del mercado laboral y envía a sus casas a medio millón de trabajadoras precarias
Dos tercios de las 740.000 mujeres a las que el parón de la economía ha trasladado del precariado a la inactividad tras no haber sido protegidas por los ERTE salen de la población activa para dedicarse en exclusiva a las tareas domésticas
Zaragoza-
El mercado laboral español no había registrado nunca un desplome de la magnitud del que está provocando la pandemia del coronavirus, con 1,36 millones menos de ocupados en seis meses mientras, a la espera de lo que ocurra en otoño, los ERTE siguen protegiendo a más de un millón de trabajadores y evitando que, al menos por ahora, el paro haya aumentado en más de 177.000 personas, menos de un 1% de la población activa cuando, a la espera del dato del viernes, la actividad se ha reducido entre un 16% y un 21%.
Pese a ello, más de 900.000 trabajadores precarios han sido ya expulsados del mercado laboral en un vertiginoso proceso de destrucción de empleo cuyo balance de daños está resultando notablemente más intenso en el lado femenino.
Los grandes datos de la EPA (Encuesta de Población Activa) del segundo trimestre del año que el INE (Instituto Nacional de Estadística) publicó este martes recogen que, tras un proceso de destrucción de empleo desatado en la segunda quincena de marzo y que sigue sin frenarse, al acabar junio había en España 1,35 millones de ocupados menos que al comenzar el año y que, ERTE al margen, el desempleo ‘solo’ aumentaba en 177.000.
Eso, que a primera vista podría parecer algo no tan negativo, es en realidad una pésima noticia para el país, especialmente para las capas menos pudientes de su estructura social: la magnitud de las consecuencias laborales del confinamiento, aumentada en el caso español por la combinación de los efectos precarizadores de la reforma laboral y décadas de demenciales políticas económicas que han creado una frágil estructura empresarial y social con hiperdependencia de actividades presenciales y vinculadas a la movilidad como la hostelería y el turismo es tal que los afectados ya no van al desempleo ni a la jubilación sino que se ven directamente expulsados del mercado laboral.
Dan fe de ello las otras dos grandes cifras de la EPA: 1,18 millones menos de activos y 1,32 más de inactivos, una cifra, esta última, prácticamente coincidente con la del descenso de la ocupación.
Récord histórico de hombres inactivos
Los 17,58 millones de inactivos registrados al cierre del mes de junio en España suponen la cota más elevada del siglo en este apartado, que llevaba casi ocho años, desde mediados de 2012, con una tendencia ascendente aunque irregular y poco acusada.
Los hombres, con 7,43 millones de inactivos se sitúan en un récord histórico, mientras que las mujeres, con 10,15, regresan a niveles de 2002 tras haber sufrido desde mediados de marzo una expulsión del mercado de trabajo de mucha mayor intensidad.
Los datos de la EPA indican que en los dos primeros trimestres del año pasaron a situación de inactividad 742.000 mujeres y 579.000 hombres, con una diferencia casi diez puntos superior para las primeras que resulta exactamente inversa a la que reflejaba el peso de unos y otras en el empleo cuando llegó la pandemia. Pura lógica posmoderna: a mayor precariedad, mayor expulsión.
La mayoría de esas mujeres expulsadas de los circuitos del empleo (504.000, el 67,9%) han vuelto a sus casas y, ante las obvias dificultades de emplearse de nuevo a corto y a medio plazo ante la situación de gripado del tejido productivo y del comercial, se dedican a las "labores domésticas".
Se trata del principal grupo, a mucha distancia de las nuevas jubiladas (51.000), las que han optado por dedicarse a los estudios (46.000) o las que reciben otros tipos de pensiones (28.000). También triplican con creces a las reseñadas como en "otra situación", apartado que "incluye a los inactivos que no mencionan ninguna situación de inactividad y declaran estar buscando empleo o trabajar".
Salir del precariado para ocuparse de la casa
La pandemia ha cortado en seco la creciente incorporación de la mujer al mercado laboral, que a finales del año pasado había dado lugar a un hito como la coincidencia de las mayores cotas históricas de ocupación femenina y las menores de dedicación a las tareas domésticas.
En este sentido, resulta revelador que tengan menos de treinta años más de 80.000 de las nuevas amas de casa, que se han visto obligadas a dejar de trabajar sin el paraguas de una pensión o del desempleo. Otras 154.000 están en la treintena y 134.500 tengan entre treinta y cuarenta años. Suman casi 375.000, es decir, la mitad de las afectadas.
¿Dónde se empleaban esas casi 750.000 mujeres que han sido expulsadas del mercado de trabajo con la pandemia? Dos tercios de ellas proceden del precariado, ya que la EPA refleja una pérdida de 434.000 asalariadas con contrato eventual a las que hay que añadir otras 80.000 indefinidas con jornada parcial de un total de 231.000 fijas. Otras 16.000 eran autónomas y 36.000 trabajaban en el sector público.
Una tendencia igualitaria que ni la anterior crisis pudo parar
El paso del empleo a las labores domésticas también ha sido el más habitual entre los hombres que han pasado a una situación de inactividad, aunque en este caso con una tasa netamente inferior (45%, 262.000 de 579.000) a la registrada entre las mujeres.
Los 649.900 varones en esa situación que registra la última EPA marcan una cota histórica. De hecho, su aumento supera en seis meses al de 246.300 (de 266.500 a 512.800) registrado en la anterior crisis, entre si estallido tras el verano de 2008 y el inicio de la recuperación de las variables macroeconómicas a primeros de 2014.
La tendencia había sido la contraria con las mujeres, cuya presencia como responsable exclusiva de las tareas domésticas llevaba dos décadas reduciéndose. En los seis años señalados, de mediados de 2008 a principios de 2014, salieron de este grupo 778.600.
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