Europa se resiste al ocaso de la energía nuclear pese al cierre de los reactores alemanes
Francia, Polonia, Finlandia o Suecia se resisten a decir adiós a la energía nuclear y España mantiene su plan para el cierre escalonado de sus plantas.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
Ni siquiera la guerra en Ucrania y la crisis energética han impedido que Europa empiece a abandonar la energía nuclear. Aunque es un movimiento pequeño dentro del continente, es significativo y relevante. Alemania, uno de los países que más ha padecido la dependencia energética de Rusia en el último año, ha apagado sus tres últimos reactores y deja así de de disponer de una fuente de energía que, hasta este domingo, aportaba el 5% del total del consumo.
La decisión la tomó en 2011 Ángela Merkel que, tras la catástrofe de Fukushima, obtuvo apoyos mayoritarios para diseñar uno de los calendarios de cierre más ambiciosos del viejo continente. Aunque las consecuencias de la guerra en Ucrania abrieron un debate en el país para retrasar el cierre y garantizar una mayor seguridad de suministro eléctrico, el Gobierno ha cumplido lo acordado. En parte, gracias a la presión de Steffi Lemke, ministra teutona de Medio Ambiente del partido Los Verdes.
La decisión reabre ahora un debate previo a la guerra y que tiene que ver con el etiquetado verde que la Comisión Europea otorgó a la energía nuclear (y al gas) para movilizar inversiones hacia esta fuente de energía. España, que mantuvo una postura similar a la alemana en torno a las taxonomías de energías renovables, no va a acelerar sus planes de cierre de plantas, pero si ha cerrado la puerta a las peticiones de las derechas de alargar la vida de sus centrales. Según el Consejo de Seguridad Nacional (CSN), en 2031 se cerrarán las dos últimas plantas, Ascó I y Ascó II, y el año próximo, en 2024, dejará de operar la planta de Trillo (Guadalajara).
España es uno de los pocos países que sigue la estela –a un ritmo más lento– de Alemania. Y es que el entorno europeo se ha vuelto, quizá por la decisión de Europa de equiparar los reactores a las energías renovables, un continente pronuclear. Suecia, que hasta la fecha era uno de los Estados de posición 'antinuclear', ha dado un giro de 180 grados. La llegada de la derecha al poder a finales de 2022 ha propiciado que el nuevo primer ministro, Ulf Kristersson, haya cancelado la política de moratorias que, desde 2010, impedían la ampliación del parque nuclear. De hecho, el dirigente ha anunciado su intención de construir nuevos reactores, tal y como informó Euractiv.
Polonia también tiene intención de unirse a esta suerte de club atómico. El presidente Andrzej Duda anunció antes del inicio de la guerra que su país, que no cuenta con plantas nucleares, construiría seis centrales en los próximos años y se marcó el objetivo de producir el 23% de su energía a través de esta tecnología. Los polacos ya han iniciado los trámites para construir dos reactores y esperan que empiecen a operar en 2033, es decir, dos años después de que España clausure todo su parque nuclear. Solo estas dos infraestructuras energéticas tendrán, en suma, costes superiores a los 40.000 millones de dólares, según avanzó Politico.
Finlandia, por su parte, mantiene su política energética vinculada a la generación nuclear. Este mismo lunes la central de Olkiluoto 3, uno de los proyectos más promocionados por el Gobierno nórdico, ha empezado a operar a pleno rendimiento después de más de una década de retraso en ser construida y sobrecostes cercanos a los 11.000 millones de dólares. El país, sin embargo, es accionista mayoritario de la energética Fortum, la cual está buscando alianzas con los países escandinavos para construir pequeños reactores modulares (SMR), según la Agencia EFE.
Pero si hay algún país que lidera el ámbito nuclear es Francia. Los galos son el Estado europeo con más reactores operativos y Macron es, sin duda, el presidente que más ha presionó a la Comisión Europea para garantizar que este tipo de energía se incluía dentro de la taxonomía verde. Ahora, desde París buscan edulcorar las políticas europeas para el impulso del hidrógeno renovable, de tal forma que el hidrógeno producido a través de energía nuclear –también conocido como hidrógeno rosa– se equipare al hidrógeno verde producido a través de fuentes renovables.
Europa del Este y la dependencia del uranio ruso
Mientras tanto, los países de Europa del Este permanecen atados a la tecnología nuclear rusa. Y es que muchas de las plantas que operan en estos países fueron construidas por empresas soviéticas o postsoviéticas, lo que condiciona el suministro al uranio ruso. Bulgaria, según EFE, cubre el 40% de su demanda eléctrica con los dos reactores de Kozloduy, construida con tecnología de la URSS en los setenta y que sólo funciona con combustible vendido desde Moscú. En situaciones similares están la República Checa, Eslovenia, Croacia o Hungría.
Esta situación no solo complica el debate nuclear y energético de Europa, sino que se ha convertido en escollo importante a la hora de imponer sanciones a Rusia y condicionar el devenir de la guerra en Ucrania. Según Euratom Supply Agency y el Eurostat, Rusia es el tercer importador de uranio de la UE y Moscú recauda cerca de 333 millones de euros al año gracias a este negocio, según adelantó Euronews.
Aunque Kiev reclama que las sanciones se extiendan al sector nuclear ruso, la UE no consigue un consenso suficiente para ello y Moscú sigue haciendo caja con esta fuente de energía.
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