Fares Khader, un gazatí en Logroño: “Es un genocidio, Israel ha matado a 11 miembros de mi familia”
Este profesor palestino con nacionalidad española relata la situación de su familia en el norte de Gaza. “Ahora empezará la guerra contra el hambre y las enfermedades”, advierte
“El tiempo aquí corre de manera diferente que en Gaza”, dice serio Fares Khader desde Logroño. “Allí cada hora que pasa significa más muertos, sobre todo mujeres y niños. Gente inocente. Y nadie hace nada para detenerlo”. Khader tiene 38 años. Es profesor de matemáticas y gazatí. Le gustaría pensar que es afortunado, pero no puede, porque en España solo espera, preso del miedo, a que le lleguen noticias malas. Y llegan continuamente, a veces por separado y otras, todas juntas.
En las últimas semanas ha perdido a un tercio de su familia a causa de los bombardeos que arrasan la Franja y sus vidas sin descanso, sin miramientos, sin atisbo de tregua desde el pasado 7 de octubre.
“Es un genocidio, Israel ha asesinado a 11 miembros de mi familia”, explica. Su voz al otro lado del teléfono parece calmada, casi serena, pero en realidad es solo un cúmulo de emociones que atenazan su garganta y su cabeza. Le resulta muy difícil ponerle palabras, explica, más aún en castellano. “Es como si no estuviera vivo, la verdad. Para mí no hay días ni noches, solo tengo miedo y apenas puedo dormir. No me gusta ver las noticias, pero no hago otra cosa”, relata.
Más de 9.000 palestinos asesinados
Y las noticias solo hablan de números. Más de 9.000 palestinos muertos, más de 23.000 heridos, 2.100 desparecidos entre los escombros. Un millón y medio de personas desplazadas al sur de la Franja. Toneladas de bombas israelíes cayendo sobre casas, hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias, cada hora desde hace 29 días. Decenas de camiones de ayuda humanitaria que a veces entran y a veces no. Centenares de extranjeros o palestinos con doble nacionalidad que, casi un mes después, empiezan a salir a cuentagotas por la frontera con Egipto, al sur del enclave.
“Pero toda la información que recibís en Europa no es ni la mitad de la mitad de lo que está ocurriendo en Gaza, de lo que está sufriendo mi familia, mi pueblo entero”, sentencia. Aunque su familia, asevera, “solo es una más. La historia es muy parecida para cada uno de los más de dos millones de habitantes de Gaza”, subraya Khader, que llegó a España hace nueve años con una beca y pudo obtener la nacionalidad.
Hace cinco meses que regresó de la Franja, donde pasó el último año trabajando como profesor para el Ministerio de Educación gazatí. “Entonces viví dos ofensivas israelíes contra Gaza, pero lo de esta vez no tiene comparación”, asegura. Ahora, a pesar de la situación, preferiría estar allí de nuevo. “En Logroño solo estoy físicamente. Mi cabeza está ahora mismo en Gaza, vivo con una gran impotencia”, afirma.
Refugiados en el norte de Gaza
“Vamos a contar”, dice. Y enumera a los familiares que todavía siguen con vida. “Mi padre, que tiene 70 años. Mi madre, que tiene 68. Mi hermano mayor, Hassel, médico; su mujer, sus tres hijos y dos hijas. Mi hermana, que es enfermera y padece cáncer. El lunes tenía que haber recibido su última sesión de quimioterapia, pero no ha podido”, cuenta.
Otro hermano al que solo le queda un hijo. Salieron juntos a buscar pan cuando bombardearon la casa en la que se refugiaba su familia con más conocidos. Murieron su mujer y tres de sus hijos. “Cuando les llamé por teléfono mi sobrino no podía hablar. Solo lloraba y repetía 'han muerto mi madre y mis hermanos'. Estaba aterrorizado”, recuerda.
Una hermana, enumera, que vive en el campo de refugiados de Jabalia, 1,4 kilómetros cuadrados al norte de Gaza donde se hacinan casi 200.000 personas y que Israel ha bombardeado tres veces en los tres últimos días dejando cientos de cadáveres y heridos. La ONU lo ha catalogado como un “posible crimen de guerra” de Israel, uno más en una larga lista que seguirá aumentando impunemente.
¿Cuándo habrá suficientes muertos para que la comunidad internacional haga algo para detener a Israel?
Otro hermano, que se refugia como cientos de miles de familias desplazadas, en las escuelas de la UNRWA, la agencia de Naciones Unidas para los refugiados palestinos. Pero nadie está a salvo en ningún sitio. 72 miembros del personal de la UNRWA han sido asesinados desde el 7 de octubre. Las bombas israelíes han afectado a 44 instalaciones de la agencia de la ONU. “No les importa nada, si son civiles, si son niños. Matan a todo el mundo. No son solo números, son personas, familias, historias, proyectos y sueños destruidos”, se lamenta Khader. “Solo me pregunto en qué momento va a haber suficientes muertos para que la comunidad internacional haga algo para detenerlo. ¿A qué esperan? ¿A que los maten a todos?”. No hay respuesta posible.
“Vamos a contar”, continúa Khader. “El primero en morir fue mi hermano Bahaa”. Silencio. “Lo mataron el primer día. Solo estaba haciendo su trabajo”, apunta lacónico. Era conductor de ambulancias, “un voluntario del Ministerio de Sanidad de Gaza”, precisa. Tenía solo 26 años, pero ya había conducido en varias ocasiones, años atrás, entre los bombardeos israelíes. “Salió con su ambulancia a una emergencia el 7 de octubre, con los primeros ataques sobre la ciudad. Alcanzaron su ambulancia al norte del campamento de Jabalia”, asegura. “Recuerdo que era sábado. Yo estaba dormido. No puedo describir lo que sentí al recibir la noticia. Estaba a punto de casarse”, dice abatido. “Puse inmediatamente las noticias. Pero en España solo se decía que los palestinos eran todos terroristas”, apunta.
Diez muertos en un bombardeo
La peor de las noticias le llegó el pasado 24 de octubre. “Asesinaron a diez familiares. Una hermana, dos cuñados y siete sobrinos. Todos de una vez”, dice. Hacía días que sus familiares habían tenido que abandonar sus casas, todas en el norte de Gaza, objetivo de la mayoría de los bombardeos israelíes y a unos dos kilómetros de la frontera son Israel. “Les obligaron a irse los primeros días. Pero nadie podía moverse allí, los bombardeos eran continuos”. Unos se refugiaron en casa de otros familiares, otros en casas de amigos, algo más lejos de la frontera, explica. “Recibí una llamada de mi hermana. “Fares, han bombardeado a nuestra familia”, me dijo”.
En el bombardeo murieron una de sus hermanas, que estaba embarazada, su marido y sus tres hijos. “Ella era profesora y mi cuñado, policía de tráfico. El hijo mayor tenía diez años, su hermana tenía ocho y el pequeño, Karim, tenía siete. Cayeron tres o cuatro proyectiles, atacaron el barrio entero. La familia que estaba con ellos, los dueños de la casa, también murieron. Solo se salvó mi hermano y su hijo, que fueron a buscar pan”, recuerda.
Otra de sus hermanas, casi de milagro, decidió irse el día antes. “Dijo que daba igual a dónde fueran, que las bombas caían en cualquier sitio. “Prefiero morir en mi casa”, dijo, y se llevó a seis de sus siete hijos con ella”, asegura. Su hija mayor, de 18 años, prefirió quedarse, “pensaba que sería más seguro, pero no fue así”, lamenta. Acaba de empezar la carrera de enfermería. “Es una tragedia tras otra. Esto no debería vivirlo nadie”, apostilla Khader.
Ahora empieza la guerra contra el hambre y contra las enfermedades
Pero la angustia continua. El resto de su familia sigue el norte de la Franja, donde las tropas israelíes hace días que avanzan en su guerra declarada a Hamás, el movimiento islamista que gobierna Gaza. “Ni pueden ni quieren irse de sus casas”, zanja Khader. Hace semanas que el Ejército israelí obligó a la población norteña a huir al sur bajo la amenaza de intensos bombardeos y de combates cuerpo a cuerpo con los milicianos palestinos. Los civiles que permanezcan en esta zona, aseguró Israel, serán considerados objetivos, aunque solo traten de sobrevivir en sus propias casas. “No tienen otra opción. En el sur de la Franja también están cometiendo masacres y el camino es muy peligroso”, explica.
“Es una historia muy dolorosa, pero hay muchas más. Y la guerra no son solo los ataques. Ahora empieza la guerra contra el hambre y contra las enfermedades. Cada vez que hablo con ellos y con más conocidos allí escucho lo mismo: no hay comida, no hay agua, no hay electricidad”, sentencia.
La Organización Mundial de la Salud y Naciones Unidas alertaron hace dos semanas de que el riesgo de epidemias es elevado en todo el enclave. “Están bebiendo agua contaminada, mi familia empieza a tener problemas de estómago, algunos tienen fiebre. No hay la más mínima higiene”, recuerda Khader. Y la escasa ayuda humanitaria que Israel permite entrar es insuficiente. La ONU habla de una catástrofe humanitaria de grandes proporciones, un castigo colectivo que se retransmite en directo sin que nada cambie.
“Siento una enorme vergüenza de los gobiernos de Europa y de los países árabes. Están permitiendo que Israel lleva a cabo su plan de eliminar al pueblo palestino", critica. “Es increíble que nadie diga nada contra este genocidio. No hay sanciones contra Israel, ni siquiera se atreven a cortar relaciones diplomáticas”, dice. Por el momento, el derecho de Israel a defenderse está por encima de las vidas de más de dos millones de palestinos atrapados en Gaza.
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