Entrevista a Francisco Lloret"Debemos acompañar a los bosques en su transición hacia un nuevo entorno climático"
Barcelona-Actualizado a
Catedrático de Ecología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) e investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), Francisco Lloret acaba de publicar La muerte de los bosques, en la editorial Arpa. Lo entrevistamos justamente para hablar de la intensificación de la muerte de los bosques, un fenómeno que tiene el cambio climático como hilo conductor y que sucede en todo el mundo, tanto en masas forestales del Mediterráneo como en bosques tropicales. Además de poner el foco particularmente en la situación en Catalunya, durante la conversación Lloret explica las múltiples funciones que tienen los bosques para las sociedades humanas y los procesos que vivirán en las próximas décadas, marcadas por un incremento de temperaturas y cambios en el régimen de precipitaciones. Situaciones que les impactarán con fuerza.
Seguramente, la tesis principal del libro es que la muerte de los bosques es un fenómeno que se está intensificando y que se produce en zonas de todo el planeta. De entrada, ¿por qué muere un bosque?
Lo que explico es que estamos viendo una serie de situaciones que tienen un nexo en común, que son episodios de sequía, que van acompañados de elevadas temperaturas. Un poco lo que el libro intenta poner de relieve no es que se estén muriendo todos los bosques de sequía, sino que encontramos una señal de alerta. Ya sabemos que estamos en un contexto de cambio climático y estas condiciones de temperatura van en aumento. Es una señal de alerta de la situación en la que muchos bosques se encontrarán. El libro habla de muchas situaciones extremas que hacen que los árboles y los bosques desaparezcan.
El cambio climático es un intensificador de ese fenómeno. Por tanto, ¿nos esperan unas décadas en las que la muerte de los bosques será cada vez más frecuente?
Probablemente sí. Aún no tenemos series suficientemente largas para ver este incremento, pero sí apreciamos que en relación con los datos que teníamos el fenómeno se está intensificando. No tenemos la correlación a largo plazo, pero podemos esperar que así sea con unas temperaturas más elevadas si no van acompañadas de mayor precipitación.
¿Una deducción lógica es que en las zonas con mayor afectación del cambio climático, como la cuenca mediterránea, los bosques están en una situación más vulnerable?
Es difícil decir que una región sea particularmente más vulnerable que otra, porque estamos viendo el fenómeno en todo tipo de bosques, incluso en bosques tropicales. Esto se tiene que tener en cuenta. Los ecosistemas del Mediterráneo son especialmente vulnerables porque están en una zona de transición y cada vez tendrán más períodos de sequía continua, pero es importante decir que estamos viendo el fenómeno también en bosques tropicales, que no esperan menos agua, sino que esperan más lluvia. Es necesario entender que el cambio climático no implica solo más temperaturas, sino una mayor variabilidad. En los bosques tropicales los árboles están acostumbrados a recibir precipitaciones de forma regular y cuando uno de estos períodos extremos es de aridez, de no precipitación, los árboles no están aclimatados a la situación y se vuelven vulnerables. Si encima en esta zona tropical hay una presión humana para utilizar el espacio que ocupa el bosque de otra forma y se favorecen incendios especialmente durante el período seco, pues el fenómeno se incrementa. Porque a los bosques tropicales les cuesta mucho volver a la estructura que tenían antes, necesitan mucho tiempo para recuperarla. Esta variabilidad hace que un bosque tropical sea también vulnerable.
En el libro habla de las perturbaciones que afectan a los bosques, entre las que cita sequías extremas, incendios muy intensos o una mayor incidencia de plagas, ya que con el incremento de temperatura llegan a donde antes no lo hacían.
El cambio climático es el hilo conductor, pero el hecho de que tengamos situaciones muy distintas ya te está dando indicaciones de que existen múltiples factores que interactúan con los episodios de sequía. El incremento de temperaturas, por ejemplo, favorece también que los insectos puedan tener más de una generación a lo largo de un año, lo que hace que generen más presión en los árboles. Si ya se da una situación de vulnerabilidad del árbol, porque está experimentando un período de sequía y sus reservas han ido menguando, podrá defenderse peor de estos insectos. También influye las características del suelo, en zonas más rocosas también hay mayor mortalidad, porque el suelo está menos desarrollado y hay menos agua disponible para que lo cojan las raíces. Y hay un efecto de la historia de uso que han hecho los humanos de los bosques, porque deja una huella que hace que haya una estructura determinada, con árboles más grandes o pequeños y que haya menos o más y esto puede llevar a que los árboles sean más vulnerables. Si tienes una densidad muy alta de árboles, entonces están compitiendo entre sí y, por tanto, hay que repartir la poca agua que hay, mientras que en un bosque donde no hay tantos, a cada árbol le toca más agua.
¿Por qué debería preocuparnos la desaparición de los bosques?
Es particularmente grave por el rol que juegan los bosques para las personas. Desde el punto de vista de la sociedad humana, los bosques cumplen muchas funciones. Algunas son muy evidentes, como la extracción de la madera o la obtención de otros bienes de consumo, como comida. Los bosques tienen también la función de retener los suelos y evitar que la erosión se los lleve. Si algún día lo quieres roturar, este suelo lo necesitarás para cultivar y, además, hace que el bosque siga creciendo y pueda volver a crecer la madera una vez cortada. Los suelos y la vegetación de los bosques regulan el agua, si no estuvieran el agua que cae iría directamente al mar y antes de llegar la tendrías en las avenidas, junto a las casas. Además, los bosques desempeñan la función del mantenimiento de la biodiversidad. Y más recientemente hemos encontrado que tienen otra función, que es la capacidad de regular el clima, por la capacidad de capturar y retener el CO2. Y encima encontramos cierta gratificación cuando paseamos por los bosques. Mira si el bosque nos da servicios ecosistémicos. ¿Y por qué un bosque da tantos servicios distintos? Pues porque es un sistema complejo y eso nos lleva a algo que hemos aprendido: si te focalizas mucho en uno de estos servicios sin preocuparte por los demás, acabarás teniendo problemas.
¿La gestión forestal, por tanto, debe ser compleja y no limitarse a un único aspecto?
Efectivamente. Creo que existe una utilización demasiado simple del término gestión forestal, porque a veces puede entenderse únicamente como el aprovechamiento de la madera, cuando básicamente es analizar qué objetivos tienes del bosque e implementar las acciones para alcanzarlos. Y estamos viendo cómo los objetivos son múltiples y, por tanto, las acciones pueden ser múltiples. Gestión forestal no es igual a aprovechamiento forestal.
¿Una parte de esta gestión forestal debe ir encaminada a preparar los bosques para las condiciones que tendrán las próximas décadas?
Un árbol crece despacio, es un ecosistema que se estructura a través de decenios o siglos, mucho tiempo. Por tanto, si sabemos que las condiciones cambian, quiere decir que la gestión forestal debe estar pensando en cómo serán de aquí a decenios. Esto es importante y en teoría la gestión forestal lo tiene en cuenta y por eso está el concepto de la gestión sostenible. Que significa que la utilización de los bosques la haces pensando que ese bosque y sus servicios se mantendrán a lo largo del tiempo. La gestión forestal debe ser sostenible y multifuncional.
¿En qué zonas de Catalunya se produce ahora mismo una mayor mortalidad de bosques?
Lo de mayor debería cuantificarse y no es fácil, lo que te puedo decir son algunas zonas donde detectamos el fenómeno. Por ejemplo, en las Muntanyes de Prades o en Montserrat; lo hemos visto también en la zona del Maresme, sobre todo con el pino albar; en el Pirineo, desde la Cerdanya -donde parece que también está relacionado con la contaminación por ozono-, en el Pallars, con pinares de pino negro de montaña; también en algunos robles de la zona de Catalunya Central; poblaciones de pino silvestre de Prades o del Pre-Pirineo, desde el Pallars Jussà y el Pallars Sobirà hasta el Ripollès. No significa que se de en todas partes, pero vemos el fenómeno en muchas zonas.
¿Veremos un proceso de sustitución de las especies de árboles, en el sentido de que aumentarán aquellas más adaptadas a las nuevas condiciones climáticas?
Sí, esto también lo estamos estudiando con una incertidumbre importante, porque hasta que no pasen 20 o 30 años no lo sabremos. Hemos visto que el bosque cambia despacio, pero intentamos ver los indicios con las especies que crecen debajo de los árboles que mueren. Esto lo hemos hecho con bosques de todo el mundo. La posibilidad más resiliente es que vuelvan a salir árboles de la misma especie de los que han muerto y eso ocurre, pero no es la situación mayoritaria. La mayoritaria es que aparecen otras especies diferentes y existe una tendencia a que éstas vivan de forma natural en ámbitos más áridos. En algunos casos, aunque no son mayoritarios, no vemos que haya ningún árbol y, en ocasiones, ni arbustos. No hay recuperación del bosque, vamos hacia prados en estos casos. Esta es la situación más crítica, porque cuando hablamos de los servicios ecosistémicos, muchos están asociados a la cobertura vegetal y sin árboles cuesta mucho más recuperar la vegetación y mientras tanto tienes el agua que se te va. Esto sería una situación de alerta.
¿El primer paso para abordar la situación actual es intensificar y mejorar los sistemas de alerta para detectar la muerte de los bosques y poder actuar?
Diría que el primer paso es conocer los bosques, aprovechar lo conocimientos que ya tenemos. Tener señales de alerta es importante para actuar si es necesario cuando tienes determinados episodios. Lo que debemos tener es una actitud de acompañar a los árboles y los bosques en su transición hacia un nuevo entorno climático. Debemos acompañarlos a partir del conocimiento y de la empatía, aprovechando los mismos procesos naturales que tenemos en los bosques. Hemos aprendido que intervenir en los ecosistemas de forma intensa comporta problemas, porque entonces significa que te focalizas solo en una cosa y debe aplicarse el criterio de multifuncionalidad.
También pone el foco en la importancia de la biodiversidad y la variedad de especies en un bosque porque, entre otras cuestiones, lo hace menos vulnerable.
Debemos entender que la naturaleza es diversa y que juega con la abundancia, es decir, el predominio de unas especies, y la rareza de otras, y es la combinación de ambas cosas lo que le da la fortaleza. Si todo fuera distinto en cada momento optimizaríamos muy poco las cosas. Si tienes una especie que en un lugar vive bien, es lógico que sea dominante, pero si solo existe ésta no está preparada para cuando el medio cambia. Por tanto, la biodiversidad es esto, la combinación de pocas especies muy abundantes con muchas especies poco abundantes. Y es en esa combinación en ciertas escalas temporal en la que se optimizan las funciones del ecosistema.
En los procesos de acompañamiento del bosque, ¿debe favorecerse también esta biodiversidad?
Sí, pero debes favorecer la biodiversidad sin perder de vista las demás funciones [del bosque]. Por lo general, la biodiversidad proporciona muchas ventajas, sobre todo en medios que varían mucho, en los que hay años que son más fríos que otros o más lluviosos. La biodiversidad no es solo de árboles, también de microbios o insectos. Y cuando tienes esa biodiversidad entrelazada, las cadenas tróficas, esto regula, hace que nadie se pase de tuerca.
¿Cómo imagina los bosques catalanes en unos 30 años?
Si hago un ejercicio de imaginación los bosques del Pirineo en unos pocos decenios los haría similares a los de los Ports de Tortosa, bosques de coníferas, mucho más amplios y con unas cotas de árboles más arriba. Y los bosques del sur de Catalunya, más bien en el litoral, con el paisaje que tenemos ahora mismo en Alicante, es decir, muy deforestado. Más cerca de Barcelona, podría decir que habrá más pino carrasco y menos encina, pero es que la encina es muy dura de pelar, pero sí diría bosques más despejados, si no se han quemado y no se han recuperado. Una de las dudas que tenemos es hasta qué punto los incendios serán los detonantes de estos cambios, pero lo que sí sabemos es que los bosques, que tendrán que adaptarse al nuevo entorno, tendrán menos madera, es decir, estarán más esparcidos, y las especies también sufrirán. Lo que deberíamos intentar es que cuando haya incendios haya cierta capacidad de recuperación de la vegetación. Muchos bosques pasarán a ser matorrales y de esto también debemos ser conscientes de ello y como sociedad tendremos que aprender a poner en valor a los matorrales.
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