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El funeral católico de un comunista

Ana nunca imaginó que el entierro de su padre, un veterano del PCE, se vería afectado por la presencia de crucifijos y otros símbolos cristianos. El caso reabre el debate sobre el carácter religioso de los funerales, a pesar de que España es un Estado aconfesional.

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Vista parcial del cementerio municipal de El Puerto de Santa María.

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Domingo, 22 de mayo de 2016. Ana sabe que desde ese día la casa de sus padres en El Puerto de Santa María (Cádiz) se va a quedar más vacía. Su padre, José Bueno Roso, acaba de fallecer. El dolor sólo lo mitiga el abrazo de los amigos de la familia.

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El día que José murió, Ana y la familia esperaron la llegada del féretro en su casa. En ese momento, reconoce Ana, sus pensamientos se entremezclaron: "Yo no me fijé en nada de lo que traían. Era imposible. Nos salimos del dormitorio. Era un momento muy duro… La despedida, y sacarlo de su cama. Y nos volcamos con mi madre, que es muy mayor". Sacaron el féretro con el cuerpo de su padre y todos se trasladaron al tanatorio de El Puerto de Santa María.

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"Muy defensor de sus ideas, decía siempre que nadie debe pagar para ser enterrado y que debería ser un servicio público"

Ana y sus hermanos sentían que debían respetar la memoria de su padre. Debatieron entre todos los hermanos. Uno de ellos se dirigió al personal del tanatorio, que tuvo que retirar el crucifijo de pie, pero quedaba el crucifijo de la tapa del féretro. "El personal de allí nos avisó que había que retirar, con unos tornillos que tenía, una pieza de madera; pero que debajo quedaría la marca de la cruz, porque ese trozo de madera quedaba sin barnizar". Y así fue. Retiraron la cruz, pero la marca permaneció... Hasta que se tapó con la bandera del Partido Comunista que llevaron sus compañeros.

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El féretro de José Bueno Roso cubierta con la bandera republicana y la comunista.

Entre memorias que reconstruían la vida de José, no se dieron cuenta de que en la sala apenas cabía nadie más y seguía llegando gente. Había que hacerle una despedida, y muchos miembros del partido querían dedicarle unas palabras como homenaje. "Cuando lo propusieron, mi madre dijo que sólo fuesen unas palabritas, pero no una misa, porque él no lo hubiese querido", relata Ana. Se propusieron trasladarlo a una sala. Sin embargo, la realidad fue bien diferente. En el tanatorio no había ninguna sala alternativa. La única opción, con más capacidad, era la capilla. Así lo cuenta Ana: "Cuando llegamos y el cura vio el féretro de mi padre con las banderas, dijo: 'Veo que este hombre es muy de política, pero bueno, yo lo respeto'. ¿Cómo que lo respeta? Ese comentario sobraba. No dije nada porque yo quería que pasara aquello y no quería que mi madre se sintiera violenta. Pero seguro que le ponen un féretro con la bandera del club de fútbol de Cádiz y no responde esas cosas".

"Cuando llegamos y el cura vio el féretro de mi padre con las banderas, dijo: 'Veo que este hombre es muy de política, pero bueno, yo lo respeto'. ¿Cómo que lo respeta? Ese comentario sobraba"

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Ana ya tenía a esas alturas una mezcla de malestar e indignación, pero debía de contenerse sólo por su madre, que ahora está enferma. "Imagínate el cuadro… La imagen de un féretro con un crucifijo tapado con la bandera de la República y del Partido comunista. Y allí, un Cristo enorme, en una capilla, con el cura haciendo el responso con su agua bendita, su sotana, y todas sus cosas, sus versículos y sus oraciones pertinentes. En otro espacio hubiésemos dicho nosotros las palabras que hubiésemos querido, sin tener que dar explicaciones a nadie. Era una escena de una película de Berlanga. Era tan surrealista. Me sentía incomodísima, porque la capilla tiene unos cristales y la gente de otros velatorios que pasaban por allí se quedaban parados, mirando esta escena, e incluso hacían fotos", lamenta Ana entre una risa nerviosa que le sirve como válvula de escape para controlar su irritación. Según ella, en un Estado aconfesional el punto de partida debería ser la ausencia de cualquier manifestación de confesión. Y que, quien profese alguna, pueda reclamarla.

Una imagen familiar de José Bueno Roso.

Francisco Delgado, de Europa Laica, comenta que se suelen hacer denuncias aisladas sobre estas situaciones porque "son momentos muy difíciles para las familias y, generalmente, lo dejan pasar". Conocen casos en los que las lápidas no han llevado elementos religiosos, sin necesidad de abonar una diferencia. Pero admite que, en cambio, sí que "la inmensa mayoría incrustan el crucifijo en los féretros y si se despega queda la marca".

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Ana confiesa que siempre llevará estos recuerdos como una carga. Una molestia de no haber dado a su padre una despedida como él merecía. Más aún él. Un hombre comunista, pero que adoraba a una esposa, que es beata y muy de capillitas. Y que, como relata su hija, siempre la acompañaba. "En eso, ellos dos se llevaron bien toda la vida. Y por eso me ha dolido mucho más. Porque él respetaba tanto a todos… Y, en cambio, no han tenido la delicadeza de hacerlo con él".

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