Público
Público

Huesca Rafelet tiene un pueblo del Pirineo para él solo y está a punto de perderlo

Las máquinas pesadas de Aramón reanudaron hace casi un año sus trabajos para la ampliación de la estación de esquí de Cerler (Huesca) por el valle de Castanesa. El último habitante de Fonchanina lamenta la inminente llegada de turistas.

Rafelet Casal, fotografiado junto a sus vacas en Castanesa.
Rafelet Casal, fotografiado junto a sus vacas en Castanesa. Ferran Barber

"Cuando vengan todos, yo me voy del pueblo", le repetía Rafelet Casal a su padre Rafael en un antiguo reportaje publicado por El País en marzo de 2007 a propósito de los últimos tres habitantes de una pequeña aldea pirenaica del municipio altoaragonés de Montanuy (Huesca). Catorce años después, hemos vuelto a Fonchanina porque la plaga humana cuya llegada en avalancha temía Rafelet está a punto de venir y hemos descubierto que de los tres varones que entrevistó la periodista María Sahuquillo ya solo queda él. Junto a la cancela de hierro de un pequeño cementerio situado en la ladera que mira al río Baliera, destaca una lustrosa lápida de mármol adornada con rosas donde yace su padre desde septiembre de 2013. Bajo esa misma tierra descansa también su madre, Aurora Alins Badía. Por el cuidado aspecto de las tumbas, no cabe duda alguna de que esos muertos del pueblo ribagorzano tienen dueño y quien les honre la memoria.

Ahora únicamente queda Rafelet, de 59 años, en Fonchanina aunque a no tardar mucho, sus peores pesadillas van a hacerse realidad y las sendas y caminos vecinales por las que transitaron durante siglos él y los suyos junto a ovejas y vacas van a comenzar a asfaltarse y a llenarse de urbanitas con esquíes. A pesar de la oposición de la CHA y Unidas Podemos, hace ya cerca de un año que las máquinas pesadas de Aramón reanudaron sus trabajos para la ampliación de la estación de esquí de Cerler (Huesca) por el valle de Castanesa y es ya solo cuestión de tiempo que comience a funcionar el primer telesilla del proyecto, al que le seguirán algunos más.

Algunos ya han tomado posiciones y se han ido preparando para sacar partido de la llegada de turistas, aunque pese a las incertidumbres. De camino a Fonchanina, hallamos junto a la carretera un hotel a medio construir de un vecino de Ardanuy, que paralizó las obras en espera de que el proyecto avance. No son pocos los vecinos de ese valle que ven en la estación de esquí la única esperanza de futuro. Pero Rafelet no es uno de ellos.

El vaquero de Fonchanina es uno de los pocos habitantes de la zona que se oponen a la ampliación, al menos en los términos en que la están ejecutando. "Algunos se volvieron locos cuando Aramón empezó a repartir dinero", nos aclara por teléfono varios días después de que nuestra segunda visita al pueblo.

Una de las razones por las que Rafelet aparece de perfil en la foto que acompaña a este reportaje es que no le hacía mucha gracia que se viera su rostro en un reportaje de un diario madrileño. Lo encontramos cuidando de sus vacas en la Villa d'Amunt de Castanesa, la aldea donde acude a comer cada día y donde estabula parte del año a sus animales. Al final, alcanzamos un acuerdo: le sacaremos de perfil y con el cuello del abrigo cubriéndole hasta las mejillas.

¿Qué es lo que teme Rafelet? Acaso el acaparar más protagonismo, a su pesar, o llamar más la atención de quienes cuentan los segundos para que se ejecute la ampliación. "Es que verás: hay mucha gente que solo ve pistas de esquí y nada más que las pistas y les darían un cheque en blanco si fuera necesario; les entregarían sin problema toda la montaña. No sé cómo esperan beneficiarse. Me temo que muchos no obtendrán partido de ninguna forma. ¿Qué sé yo? El tiempo lo pondrá todo en orden".

Vista general del pueblo de Fonchanina.
Vista general del pueblo de Fonchanina. Ferran Barber

Rafelet Casal, el último bautizado de la aldea, se enfadó en su día hasta con su padre Rafael, cuando este se avino a vender parte de sus tierras a Aramón (un consorcio formado por Ibercaja y el Gobierno de Aragón). En la actualidad, está dispuesto incluso a aceptar la presencia de un pequeño proyecto de estación, pero en todo caso detesta la manera en que la Administración se ha conducido. "Llegué incluso en algún momento a tener hasta ilusión por toda la idea, a condición de que hubieran planteado algo humilde, y hubieran arrancado con un proyecto pequeño: una carretera, un telesilla y luego, tranquilamente, ir mejorando poco a poco. Pero quisieron hacerlo todo a lo grande, reventando el dinero. Tampoco es que yo deteste a la gente. Me siento contentísimo cuando vienen los vecinos porque yo aquí estoy solo, pero lo que no deseo es que hagan Fonchanina diez veces más grande porque seguro que nos cambia la vida".

En el fondo, la historia de Rafelet se viene repitiendo en bucle en las montañas desde hace más de un siglo: tecnócratas, gobernantes y financieros que sitúan su dedo índice sobre algún lugar del Pirineo con el fin de construir algún embalse o, en este caso, una estación de esquí, que desangra el territorio en el nombre de cierta idea de progreso de la que no todo el mundo participa. El caso más reciente fue el de Santaliestra, donde la población en pleno se opuso con éxito a la construcción de una nueva presa hidroeléctrica en el Ésera. Rafelet no es el único vecino que se opone al proceder de Aramón solo, pero buena parte del valle de Castanesa calla, otorga o abiertamente aplaude la ampliación de Cerler, con la esperanza de que esta cree empleos y ponga fin a la despoblación.

El principal frente de batalla de Casal y otros tres vecinos del municipio que se oponen tiene que ver básicamente con el procedimiento administrativo implementado por Aramón para hacerse con común de Fonchaninas, Ardanue, Castanesa y Ribera. "La montaña es de los cuatro pueblos y el Gobierno de Aragón sacó adelante un plan de interés general, según el cual dicen que no pueden alquilarnos ese monte, sino comprarlo o expropiarlo al precio que les da la gana (24 céntimos por metro cuadrado). También hay terrenos de particulares en la misma situación. Lo que nosotros decimos es: ¿Por qué tenemos que venderles por esa puta miseria? Eso es algo que no me entra en la cabeza. Lo normal sería que pagasen un alquiler anual que fuera en beneficio de todas las aldeas afectadas. Y vaya por delante que mi posición no tiene nada que ver con mi beneficio personal. Yo no tengo terrenos de mi propiedad, ni familia. Bueno, sí, tengo unas sobrinas. Pero estoy pensando por el bien de estos pueblos. Claro, mucha de la gente que opina no ha nacido aquí, y no siente lo que nosotros sentimos, no experimentan el aprecio que yo tengo por la montaña y por mi pueblo".

Casal y otros tres vecinos han recurrido la expropiación y están dispuestos a luchar contra ella en los tribunales, aunque no tienen muchas esperanzas de ganarle esa batalla a un coloso como Aramón. "Yo creo que está ya todo el bacalao vendido. Hoy mismo me han dicho que harán la expropiación rápida y urgente porque quieren poner a andar el primer telesilla cuanto antes y tienen que estar trabajando ya el próximo verano".

Aquí yacen los padres de Rafael Casal, el último habitante de Fonchanina.
Aquí yacen los padres de Rafael Casal, el último habitante de Fonchanina. Ferran Barber

Las casas de Fonchanina, aunque desocupadas, se hallan bien mantenidas, en su mayoría, por sus propietarios originales, pero los aledaños de la aldea pertenecen ya en su totalidad a Aramón, que adquirió incluso los terrenos donde pastan las vacas de Casal. "Si me dijeran que me fuera, tendría que irme de inmediato porque los prados donde comen mis vacas ya les pertenecen. Bien es verdad que tengo problemas de salud y cualquier día me las tendré que quitar de encima", nos dice Rafelet. "Yo no accederé jamás a que se venda la parte que me corresponde del común. Prefiero que me expropien. La junta ya vendió anteriormente sin mi beneplácito y les dieron la miseria de 27 o 28.000 euros por la tierra. ¡Y para toda la vida!".

No lo tiene fácil Rafelet, pero precedentes existen de guerras ganadas a la Administración. El más reciente fue el de la batalla legal llevada a cabo por un grupo de vecinos para la anulación del PGOU de Montanuy y la ulterior construcción de más de 4.000 viviendas, con las que se proyectaba financiar todo el proyecto. El varapalo retrasó el proyecto, pero no llegó a abortarlo. Ahora ya es solo cuestión de tiempo que el primer telesilla comience a andar junto a todo el pack adicional del negocio corporativo que conlleva la ampliación.

La historia de Fonchanina es también la de tantas otras poblaciones del Alto Aragón. Huesca es, de hecho, la provincia española con mayor número de despoblados. "Pues ya sabes", nos dice Rafelet. "Cuando yo nací había siete casas, luego seis... y durante los sesenta, se marchó todo dios. Ahora solo quedo yo. La montaña no es como el llano. Aquí no puedes vivir con cuarenta vacas".

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias