Los incendios extremos se duplican en dos décadas y cada vez es más difícil apagarlos
Aunque el área total quemada en la Tierra ha disminuido, los datos recogidos por los satélites de la NASA entre 2003 y 2023 concluyen que los incendios más virulentos se han duplicado en frecuencia y magnitud.
María Bosque Senero
Los incendios forestales calcinan cada año entre 100.000 y 120.000 hectáreas en España según el informe Incendios Forestales del CSIC. Aunque como el mismo documento aclara, estas cifras "varían mucho año a año". Los fuegos considerados energéticamente extremos se han duplicado en las últimas dos décadas en frecuencia y magnitud. Además, desde 2017 su incidencia se ha agudizado. Es la conclusión del estudio llevado a cabo por la Universidad de Tasmania (Australia), a través del equipo liderado por Calum Cunningham, que ha analizado los datos recabados a lo largo de dos décadas (desde 2003 hasta 2023) por el sensor MODIS de los satélites de la NASA Aqua y Terra. Los resultados de la investigación han sido publicados esta semana en la revista Nature Ecology & Evolution.
Aunque otras investigaciones afirman que se está reduciendo el área total que se quema en el planeta, el estudio demuestra que, al mismo tiempo, los incendios extremos están aumentando en gravedad y en número, y que se producen sobre todo en dos biomasas claves para el almacenamiento de carbono en el contexto del planeta: regiones con bosques templados, y boreales de coníferas. El informe elaborado por la Universidad de Tasmania señala que el aumento de esta clase de incendios puede estar relacionado con el incremento de la aridez que han sufrido los bosques en los últimos años; una consecuencia directa de la crisis climática.
La región mediterránea es el punto más caliente
El punto más caliente de los incendios extremos se encuentra en la región mediterránea. Portugal, España, Grecia, Turquía y Argelia han sufrido "incendios extremos notables desde 2021", según sostiene el equipo de investigación de Cunningham.
La razón de la virulencia de los fuegos en el caso del Mediterráneo europeo/norte se debe, en parte, al impacto de la crisis climática, "pero no menos al abandono rural, al emboscamiento activo (repoblación) y pasivo (invasión espontánea) y a la política de extinción sistemática de todos los incendios", explica en declaraciones al Science Media Center (SMC) Eduardo Rojas Briales, profesor de la Universitat Politècnica de València y presidente del sistema de certificación forestal PEFC-International.
Los incendios se están "concentrando en algunas regiones y son cada vez más grandes e intensos"
Los expertos subrayan que el problema no es que "haya más o menos fuegos en el mundo" sino que esos incendios se están "concentrando en algunas regiones y son cada vez más grandes e intensos". En este sentido, la investigación de la Universidad de Tasmania "corrobora lo que ya sabemos: cada vez nos enfrentamos a fuegos más extremos, grandes y peligrosos, muchos de los cuales están por encima de la capacidad de extinción", observa en SMC, Cristina Santín Nuño, investigadora Ramón y Cajal en el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias).
La extinción, un problema cada vez más inabarcable
Los incendios se clasifican: no es lo mismo un incendio energéticamente extremo, que un megaincendio o un incendio de sexta generación. Aunque las definiciones están relacionadas entre sí, los conceptos son diferentes. Algunos de los incendios que suceden en la Tierra tienen un impacto relativamente bajo, e incluso pueden llegar a ser beneficiosos para el equilibrio de la naturaleza. Sin embargo, cuando se habla de fuegos en términos "negativos", los expertos se centran en los megaincendios, aquellos que queman zonas muy extensas (más de 10.000 hectáreas quemadas y, además, generan su propia meteorología), y en los incendios en función de su producción energética. Los fuegos que son energéticamente extremos son los más virulentos y los que "suelen causar enormes daños a los ecosistemas, las sociedades y al clima", expone el informe.
Este tipo de incendio se ha duplicado en dos décadas, y tienen cada vez más dificultades para ser apagados con medios humanos, "muchos se terminan apagando cuando cambia el tiempo y/o cuando llegan a zonas en la que no hay más vegetación para quemar", explica Santín Nuño. Su fuego extremo quema enormes superficies en muy poco tiempo y a muy alta intensidad, lo que los hace ser altamente peligrosos tanto para los dispositivos de extinción como para las personas que viven en esas zonas. Además, sus consecuencias ambientales suelen ser también muy negativas porque tras su paso, al ecosistema le cuesta mucho recuperarse.
En el estudio sobre los incendios forestales en España elaborado por WWF España, alerta de que la peligrosidad de los incendios "no ha parado de crecer" lo que los ha convertido en "emergencias sociales" aseguran. El informe apunta que, aunque hay menos incendios, los que se producen son cada vez "más grandes". En cifras, hasta el 18 de junio de 2023, se habían producido en España 14 Grandes Incendios Forestales (GIF), cinco veces más que durante la media del último decenio. Se consideran GIF aquellos que superan las 500 hectáreas calcinadas.
España es el país que más presupuesto invierte en extinción por hectárea del mundo, según WWF
España es el país que más presupuesto invierte en extinción por hectárea del mundo, aseguran desde Fondo Mundial para la Naturaleza –WWF–, y dispone de uno de los mejores sistemas de respuesta contra incendios. Sin embargo, esta organización señala la "necesidad de avanzar hacia un modelo preventivo" para hacer frente a estos incendios incontrolables. La propuesta de WWF pasa por la "aprobación por parte del Gobierno de España de una Estrategia Estatal de prevención integral de incendios forestales" que apueste por la recuperación de paisajes mucho menos inflamables y la inversión en el medio rural.
En 2022, el 80% de los superincendios tuvieron consecuencias de protección civil, hubo cuatro fallecidos, 90 heridos y más de 30.000 personas fueron evacuadas de forma preventiva.
Un estudio avalado por expertos
A pesar de la cantidad de datos recabados para la elaboración del estudio publicado en Nature, los profesionales consideran que la comprensión actual de las tendencias de este tipo de fuegos (los extremos) es limitada.
Los resultados del estudio se basan en datos de Fire Radiative Power (FRP) del satélite MODIS entre los años 2003 y 2023. Esta fuente presenta según algunas voces expertas "limitaciones espaciales y temporales" para caracterizar de forma exacta eventos individuales, pero es "consistente a lo largo del tiempo" lo que la hace "sólida" para el análisis de tendencias generales utilizando grandes cantidades de datos. Por lo tanto, "los resultados del estudio son robustos y constituyen una evidencia más del contexto de cambio en el que nos encontramos, poniendo el foco en los efectos del cambio climático", concluye en declaraciones a SMC Víctor Fernández-García, investigador en la Universidad de Lausana (Suiza) especializado en ecologismo y pirogeografía. El investigador considera que los resultados son trascendentales, ya que revelan cómo estamos cambiando la frecuencia de eventos extremos a nivel global, y el impacto que estos tienen sobre "multitud aspectos socioeconómicos y ecológicos", subraya.
Los incendios forestales graves provocan pérdidas de vidas humanas, de animales y de vegetación, destruyen el hábitat de numerosas especies y causan cuantiosos daños económicos año tras año; así lo afirma el equipo de Cunningham.
Tras el incendio, la persistencia del humo
Además, otros estudios, como el publicado en Journal of the American Heart Association, aseguran que miles de muertes adicionales se pueden atribuir de forma indirecta a la contaminación del aire vinculada a estos fuegos. En este sentido, desde la Universidad de Columbia Británica, la científica de salud ambiental Sarah Henderson, afirma que "el humo de los incendios forestales es un tipo muy complejo de contaminación atmosférica" que produce partículas "especialmente preocupantes", ya que no llegan a descomponerse, provocando una inflamación duradera en el cuerpo humano. "Esa inflamación afecta a los pulmones, los riñones, el hígado y, probablemente, el cerebro", explica Henderson.
La sobre exposición de las personas al aire cargado de humo y sus consecuencias es otro de los problemas añadidos, ya que, si antes las personas se exponían "una o dos veces en la vida, ahora ocurre cada verano y durante más tiempo", observan los científicos atmosféricos de la Universidad de California en Davis.
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