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Málaga Acoge: el 30 aniversario que nunca debió llegar

Tres décadas después de su nacimiento, con la creciente criminalización del colectivo migrante, se hace más imprescindible su existencia atendiendo a más de 3.000 personas al año.

De izquierda a derecha, Arantxa Triguero, Gulseher y Adela Jiménez, a las puertas de Málaga Acoge. DAVID BOLLERO
De izquierda a derecha, Arantxa Triguero, Gulseher y Adela Jiménez, en Málaga Acoge. DAVID BOLLERO

Málaga Acoge, la ONG que presta ayuda a personas migrantes en la provincia andaluza, acaba de cumplir 30 años. Tres décadas después de su nacimiento, con la creciente criminalización del colectivo migrante, se hace más imprescindible su existencia atendiendo a más de 3.000 personas al año.

Se trata de un cumpleaños agridulce, como señala su actual presidenta, Arantxa Triguero, "porque sus fundadores jamás podrían haber pensado cuando la crearon que tres décadas después sería más necesaria que nunca". La organización nació prácticamente dos años después de que muriera el primer migrante en las costas españolas, concretamente, en Tarifa (Cádiz).

A la mesa, junto a Triguero, se sienta Adela Jiménez, la que fuera su antecesora en el cargo durante cerca de siete años. Dos generaciones distintas, 42 y 81 años, respectivamente, unidas por lo mismo que hace que más de 160 personas voluntarias arrimen el hombro cada día en esta ONG: la lucha diaria por dejar de ser necesarios, porque las personas que llegan a nuestro país huyendo de guerras, miseria y hambre tengan una acogida digna sin que sea precisa la existencia de organizaciones como Málaga Acoge.

No es el caso y, de hecho, Jiménez percibe “un rebrote del discurso del odio” con el ascenso de la extrema derecha en las instituciones. En las últimas elecciones generales, Vox fue primera o segunda fuerza política en 44 de los 103 municipios, superando al Partido Popular en localidades como Marbella, Mijas o Vélez-Málaga. Este es uno de los motivos por los que Triguero considera que la labor de Málaga Acoge continúa resultando tan esencial, “porque a nivel micro, es decir, a pie de calle, no se percibe tanto en el día a día, pero estos partidos van gotita a gotita calando con sus mentiras y eso es muy duro para quienes vienen aquí a buscarse la vida honradamente”.

Proyectos como Stop Rumores para desmentir los bulos que circulan en torno a las personas migrantes, o los análisis periódicos que realiza la ONG sobre el tratamiento informativo de esta materia son algunas de las piezas que componen el puzzle multicultural de Málaga Acoge. “Pese a que se ha mejorado en los últimos años, todavía nos llevamos sorpresas con el tratamiento de las noticias por parte de los medios de comunicación, contribuyendo con palabras como avalanchas a una visión negativa de la migración”, señala al respecto.

En este sentido y pese al discurso alarmista de la derecha, lo cierto es que, según los datos de la Cruz Roja Española, la llegada de migrantes a las costas malagueñas fue de 3.592 personas, mientras que en 2018 superó las 10.500, es decir, un descenso del 65%. Con todo, tal y como precisa Jiménez, la vía marítima en embarcaciones precarias (pateras) continúa siendo residual –no llega al 1%- del total de migración a nuestro país. “La mayor parte de las personas que atendemos aquí llegaron en avión”, afirma la presidenta.

La pesadilla de los CIE

Treinta años dan para mucho y entre los hitos que recuerdan destaca el cierre en 2012 del Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Málaga, en Capuchinos. “Un centro de reclusión”, como lo llama Jiménez, que durante los 22 años que estuvo funcionando fue un auténtico despropósito, con constantes denuncias por falta de limpieza e higiene, encierro de las personas en celdas, ausencia de personal femenino, falta de suficientes guardias y de servicio sanitario... incluso, abusos sexuales. Tan sólo llevaba dos años de funcionamiento y, como recuerdan las dos voluntarias de la ONG, la acción de Málaga Acoge forzó a la Administración a acometer una remodelación para cumplir con un mínimo de calidad.

Más recientemente, la conversión en 2017 de la cárcel de Archidona en un CIE temporal para cerca de 500 personas, reavivó en la ONG aquella pesadilla, con la muerte de un ciudadano argelino en el centro como el peor de los desenlaces. Cuando dejó de funcionar como CIE para ser un centro penitenciario, “la intención del entonces ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido (PP), de abrir un nuevo CIE en Málaga también reabrió heridas”, confiesa Jiménez, resultando desesperanzador que no se avanzara respecto a 2012.

Ese es, precisamente, uno de los diagnósticos que realizan ambas presidentas: “Las Administraciones Públicas han avanzado muy poco”. Desde su punto de vista, continúa faltando voluntad política para abordar esta problemática, “refugiándose siempre en Europa”, critica la más veterana.

El trato con las distintas Administraciones, en general, es bueno, si bien con la Diputación Provincial de Málaga es más tensa. Ya en 2013, el ente provincial alegó que las prestaciones que realiza Málaga Acoge no eran competencia suya.“Nos subvencionaron una vez unas jornadas y, después de realizarlas, tuvimos que devolver el dinero”, recuerda Jiménez.“Siempre hemos tenido independencia en todos los sentidos, gobierne quien gobierne, y hemos resultado a veces incómodas porque no dudamos en denunciar lo que consideramos que no está bien”, destaca Triguero.

Infancia en tránsito

El lenguaje es importante y, por ello, la actual presidenta prefiere hablar de “embarcaciones marítimas” en lugar de “pateras” o de “infancia en tránsito” en lugar de “menas” (menores extranjeros no acompañados). Estos jóvenes, por los que el Comité de los Derechos del Niño de la ONU ya ha sacado los colores a España, es una de las grandes preocupaciones de Málaga Acoge, no sólo cuando son menores de edad sino, especialmente, cuando cumplen la mayoría de edad y son extutelados a su suerte.

En este punto, aparecen también los bulos que trabajos como el realizado por la profesora de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Málaga (UMA), María de las Olas Palma, desmienten. Según su investigación sobre la situación de los jóvenes extutelados en Málaga, es mentira que los menores extranjeros acaparen más servicios. De hecho, según datos del Registro de Tutelas del Servicio de Protección de Menores, mientras que en 2018 los menores tutelados nacionales eran 66, los extranjeros fueron 45. Además, la entrada en los centros de éstos últimos es de media a los 16,3 años frente a los españoles que ingresan de media con 15,1 años.

Málaga Acoge cuenta con múltiples plazas de acogida, tanto para estos jóvenes como para refugiados en distintas ubicaciones de Málaga y Torre del Mar. A estas plazas se unirán otras cinco más, fruto de una donación: “Nos han dejado un piso en un testamento y estamos ultimando los trabajos para adecuarlo a este propósito”, explica Triguero. Gestos así hacen más llevaderos otros malos tragos, como el robo hace una semana de la sede de Málaga: “Se han llevado los ordenadores; es más el daño que la pérdida económica real, porque eran muy viejos”, indica la presidenta.

Red social de migrantes

Servicios jurídicos, de primera acogida, de protección internacional (personas refugiadas), educación, clases de idioma, empleo –con tasas de inserción rondando el 85%- o las recientemente creadas áreas especiales de jóvenes y de infancia en tránsito son sólo algunas de las actividades que desarrolla la ONG.

Gulseher, de 39 años, llegó a España desde Turquía y desde hace un año acude a las clases de español que imparte Adela Jiménez, que desde que dio el relevo a Triguero retomó esta enseñanza. En su clase, Gulseher comparte experiencias con otras siete personas procedentes de Argelia, Ucrania, Nigeria y Marruecos. “Para ellas termina siendo una especie de terapia de la que terminamos enriqueciéndonos todas y todos”, explican Jiménez y Triguero.

Tras cierta timidez, la joven turca no puede ocultar su alegría por haber encontrado la ayuda de Málaga Acoge.“Se lo he dicho a una amiga mía y también va a venir para mejorar su español”, cuenta. Aunque a ella le resulta difícil, ya se defiende en este nuevo idioma, encontrando clases de refuerzo en su propia casa, con su hija de nueve años. Las clases suponen un punto de encuentro en torno al cual se teje una red social y, como cuenta Gulseher, se generan amistades, habiendo creado, incluso, un grupo de Whatsapp para comunicarse entre sí.

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