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El misterio del verdadero primer restaurante chino de España

En Internet hay muchos Primer-Restaurante-Chino-de-España. La búsqueda del auténtico primer mesón de comida de este Estado en la península articula la historia de la migración a nuestro país.

Fachada de el restaurante El buda feliz, en Madrid.
Fachada de el restaurante El buda feliz, en Madrid. EL BUDA FELIZ

Peter Yang llegó a España en 1949. Había nacido en la provincia china de Shandong 28 años antes. Descontento con el avance del comunismo en su país, se acogió a una beca del Gobierno de Franco para hacerse seminarista en Barcelona.

Román Wang desembarcó en Madrid con una historia similar a sus espaldas, solo que para doctorarse en Económicas. Desde Brasil y siguiendo el consejo del ministro chino de Industria, que le había hablado de las oportunidades que ofrecía la expansión del sector hostelero en la Costa del Sol, viajó Fok Hine, originario de Cantón.

Y casi una década después de que abriese la base naval de EEUU en Rota, Wing Wai Chan, conocido como Charles, aterrizó con una oferta para trabajar en un bar, en el que era el único municipio de España donde tenía un conocido.

De todos ellos —los señores Yang, Wang, Hine y Chan, entre varios otros— se ha dicho que abrieron el primer restaurante chino de España. Comencemos un viaje atrás en el tiempo para dar con el verdadero.

Ante la dificultad de compartir la conquista entre todos, al récord se le suman apellidos que lo concretan. "El restaurante chino en activo más antiguo de España", por ejemplo, que ostenta el Shanghai 1968 de la familia Chan en Rota.

O el más antiguo... en activo... de Madrid, que acompaña al Buda Feliz fundado por la familia Wang. En declaraciones a El País, que en un ligero ejercicio de ombliguismo madrileño los señaló como el lugar donde nació "el tópico del restaurante de cartel blanco con tipografía y cenefa rojas, arroz tres delicias, rollo primavera y salsa agridulce", la señora Wang especificó así su posición en el ranking: "El primer restaurante grande y decorado, de estilo cinco estrellas pero precio de cuatro estrellas".

También añadió: "Fuimos los primeros en hacer la salsa agridulce con salsa de tomate, no como se hace en China, que es con salsa china".

Abrieron en 1974, después de que antes de mudarse a Madrid, en Haro, la señora Wang sentara las bases de lo que sería El Buda Feliz, compartiendo los platos típicos de su país con las visitas de negocios que su marido llevaba a casa.

La Pagoda de la calle Leganitos

Lo cierto es que el primer restaurante chino de Madrid, a secas, sin apellido de "en activo" porque ya cerró, fue La Pagoda de la calle Leganitos. Lo abrió en 1965, casi una década antes que El Buda Feliz, Miguel Shiao, que al no tener la nacionalidad española no pudo ejercer la pedagogía para la que se había formado y se buscó la vida en la hostelería.

El primer restaurante chino de Madrid, a secas, sin apellido de "en activo" porque ya cerró, fue La Pagoda de la calle Leganitos

Tampoco el suyo fue el restaurante chino más antiguo de España, para empezar, porque aquel año también abrió en el Paseo de la Castellana el House of Ming de Kuo Cheng. Pero en este sin fin de hitos migratorios, La Pagoda sí fue, al parecer, quién sabe, el lugar en el que se gestó la primera obra escrita de cocina china en España (titulada Recetario de cocina china y editada por Shiao dentro de la colección Extremo Oriente).

Si el título de primer restaurante chino ha alcanzado cierto calado y está disputado es porque, como dice el profesor de estudios de Asia Oriental de la UAB Joaquín Beltrán, "el restaurante fue el icono de la presencia china en España".

¿Alguien se ha preguntado cuál fue el primer rodizio, o el primer japonés o siquiera el primer gallego fuera de Galicia? O, una vez saturado el mercado de restaurantes chinos, ¿cuál fue el primer bazar? ¿La primera academia de chino? Si los hay, no generan tantos textos en Internet.

De Franco a Felipe González

Este 2023 se cumplen 50 años del establecimiento de relaciones diplomáticas entre España y la República Popular China. Quienes llegaron antes, como es el caso de los pioneros de la restauración china, lo hicieron a través de terceros países, y en muchos casos tenían vínculos con la colonia británica de Hong Kong —como Fok Hine— o Taiwán —como Miguel Shiao y Peter Yang—.

Por entonces, Taiwán llevaba ya 20 años representando a China en España gracias a las relaciones entre la dictadura de Franco y el Kuomintang o Partido Único de Chiang Kai-shek, ambos ferozmente anticomunistas.

Cuando las cosas cambiaron en 1973, Miguel Shiao, de La Pagoda de Leganitos, ejerció como traductor oficial del Gobierno español en las nuevas relaciones con China

Hasta que la relación se rompió al inaugurarse el vínculo con China, los dos países mantuvieron un tratado cultural que posibilitó la llegada, primero, de estudiantes de los colegios católicos situados en Taiwán, y segundo, de estudiantes de todas las disciplinas a los que el Gobierno de Franco concedería becas.

Cuando las cosas cambiaron en 1973, Miguel Shiao, de La Pagoda de Leganitos, ejerció como traductor oficial del Gobierno español en las nuevas relaciones con China —en los 80 llegaría incluso a acompañar a Felipe González en viaje oficial—. En aquel año en el que se iniciaron los contactos, había un total de 597 chinos residentes en España. Hoy son casi 230.000.

Los historiadores relatan que la llegada empezó a documentarse en el último cuarto del siglo XIX a través de la relación con la colonia de Filipinas, continuó en los años 30 incluyendo la participación china en las Brigadas Internacionales y se amplió entre los años 50 y 70, época caracterizada por la actividad de los circos chinos entre los que se encontraba el famoso Teatro Chino de Manolita Chen.

Sorprende que de todos los hitos y verdades difíciles de determinar en la enigmática historia de los movimientos migratorios, en el caso de los chinos en España, no haya acuerdo sobre el primer restaurante, pero se haya identificado a "la primera persona que obtuvo un visado de la Embajada de España en China y la primera igualmente que llegó directamente desde la China continental a España tras el establecimiento de relaciones diplomáticas bilaterales".

Se trata, según escribió en la Revista de Occidente el escritor y creador de la Asociación de Amistad Chino-Española Ma Zhoumin, de Chen Diguang, que protagonizó ese momento clave en el mismo año en el que moriría Franco.

Era sobrino de Chen Tse-Ping, el lanzador de cuchillos con el que se casó Manolita, y en 1977 fundó en Madrid La Gran Muralla, que no compite por ser el primer restaurante chino de España, pero sí fue el embrión de la primera cadena de restaurantes chinos en España.

Torremolinos, 1964

Llegamos así a 1964. Torremolinos. Pasaje Begoña. Cuna de los derechos y libertades LGTBI. Lugar hermanado con el mítico bar Stonewall de Nueva York. Y sede, hasta 1967, de Cantón, el primer restaurante chino... de la Costa del Sol. Lo regentaba Pablito Hine, que tomó su nombre prestado de la ciudad brasileña de São Paulo donde fue propietario de un salón de té en el que el ministro de Industria chino le animó a cruzar el charco.

A Fok 'Pablito' Hine lo describen como "un entrañable personaje al que han conocido generaciones de malagueños por ser el primer chino que se estableció en la Costa del Sol, allá por el año 1962".

Para mayor peso de sus galones pioneros, según medios locales, el primer supermercado chino en la Costa del Sol también abrió las puertas de su mano. A Fok Pablito Hine lo describen como "un entrañable personaje al que han conocido generaciones de malagueños por ser el primer chino que se estableció en la Costa del Sol, allá por el año 1962".

Pero más atrás aún en el tiempo, todo empezó con una de esas becas ofrecidas por Franco a religiosos chinos. Amparado por una de ellas llegó Peter Yang, que pronto descubrió que las 822 pesetas mensuales que recibía no daban mucho de sí.

Un hombre contra el arzobispo

Según el historiador local Ricard Fernández Valentí, Yang tuvo el apoyo de 30 avalistas para solicitar un préstamo bancario con el que abrir su restaurante, pero un enemigo poderoso: el arzobispo. Su secretario llegó a afirmar: "No podemos permitir que un sacerdote abra un restaurante".

Vencidos todos los obstáculos, el Gran Dragón abrió las puertas el 7 de junio de 1958 con una degustación a la que acudieron las principales autoridades de la ciudad. Incluido el secretario anteriormente mencionado, que, tal y como ha investigado Fernández Valentí, le preguntó a Yang: "Oye, ¿y tú por qué has abierto una taberna?", a lo que él respondió: "Esto no es una taberna, sino un restaurante decente".

Yang fue, dicen, "el adaptador a nuestra tierra del rollito de primavera", utilizando masa de trigo que se freía, en lugar de las tradicionales obleas de arroz. Pero si pasó a la historia por algo fue por publicar junto a José María Prat el primer libro sobre Tai Chi en español y por inaugurar el Instituto Español de Tai Chi.

Compaginó sus dos aficiones con el oficio de sacerdote, celebrando misas diarias en la catedral hasta su jubilación.

De su hazaña gastronómica, medios locales, regionales y la Wikipedia destacan que abrió el primer restaurante chino... de Barcelona, lo cual explica, quizás, por qué el reconocimiento no ha terminado de alcanzar una fama estatal que acabe de una vez por todas con la etiqueta en disputa.

La naturaleza de los récords, inventos y las conquistas es siempre colectiva y enrevesada. Su búsqueda responde a veces a la necesidad de relatos, al marketing. Lo habitual, entre otras cosas, es que la narración deje fuera algún esfuerzo invisible para las convenciones sociales del momento.

Que, como dice la periodista Silvia Cruz en su libro Lady Tyger sobre una pionera del boxeo femenino, "casi ninguna de las que llamamos pioneras lo fue de veras. Siempre hubo otra antes que entornó una puerta y otra más atrás que abrió de par en par una cancela".

O que al haber casos con menos testigos o atención mediática, escapen los ojos de historiadores. Pero en el caso de esta genealogía, además, a la dificultad de determinar la verdad se le suma el carácter posiblemente efímero de nuestra manera de categorizarla. Con Hong Kong, Taiwán y Barcelona como ciudades clave en el tablero, es posible que en algún punto de la historia ni el primer chino de España lo sea de España, ni se siga considerando chino.

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