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Mujeres e indígenas: cinco historias de discriminación en Guatemala

La pobreza lleva el sello indígena y la mujer es la más afectada

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Santa, de 23 años, vive en la comunidad de San Antonio Palopó. Se quedó embarazada involuntariamente a los 18 de su primera y única hija. No conocía ni tenía acceso a métodos anticonceptivos. Por las críticas de la gente del pueblo y de la familia de su pareja, se casó con su marido./ G. G.

PANAJACHEL (GUATEMALA).-  Guatemala es un país de contrastes: sus climas fríos en las montañas y cálidos en el sur, el corredor seco en el oriente y sus frondosos bosques en el altiplano, la riqueza en ciertas zonas de la capital y la pobreza extrema en la gran mayoría de zonas rurales, el estatus de superioridad del ladino y las enormes dificultades que afronta el pueblo maya... La condición como hombre y la cláusula como mujer.

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El país centroamericano está formado por cuatro pueblos diferentes con identidad y cultura propias. Mayas, Garífunas, Xincas y Ladinos constituyen la riqueza cultural de un país que todavía no ha sabido canalizar este patrimonio. El resultado directo ha sido la desigualdad y la pobreza, en particular de la mujer indígena.

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Mariela Mujún, de 40 años, tiene cinco hijos y lleva más de 20 años casada con su esposo. Mariela ha sido víctima de violencia de género por parte de su marido./ GUILLERMO GUTIÉRREZ

Con 40 años, Mariela vive en una humilde casa al final del pueblo, tiene cinco hijos y sólo trabaja dos o tres días a la semana en los que hace unos 100 quetzales semanales (13 dólares americanos). Mariela es analfabeta, no sabe español y sufre problemas de salud que remedia con el uso de plantas medicinales de tradición maya. Lleva más de 20 años casada con su esposo y cuenta cómo ha sido víctima de violencia de género y continuas agresiones por parte de su marido.

La pobreza lleva el sello indígena y la mujer es la más afectada

En Guatemala, el 79% de los indígenas y el 76% de la población rural son pobres según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida. Las mujeres indígenas son las más afectadas por el rechazo, las diferencias económicas y salariales y la discriminación racial. No sólo se ven afectadas por los índices más bajos de bienestar económico y social, sino que además no tienen otra alternativa que lidiar con una sociedad machista dominada ampliamente por el patriarcado.

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Nicolasa, de 34 años, es indígena perteneciente a la etnia kaqchikel. Nunca pasó de tercero de primaria. Quiso seguir estudiando, pero su padre y su madre no lo consideraron oportuno por sus "responsabilidades como mujer"./ G. G.

Una de sus hijas sufre una disfunción al hablar y necesita asistencia médica. Hace un año, tuvo que viajar de urgencia a la Ciudad de Guatemala en busca de tratamiento. El médico la recibió en uno de los hospitales públicos y al constatar su procedencia indígena, su traje típico y su escaso español, la aisló y le negó tratamiento y medicinas.

Vidas paralelas, historias que se cruzan

Las mujeres indígenas guatemaltecas tienen, casi todas, una historia en común. Muchas comenzaron a trabajar palmeando tortillas a los diez años y no fueron a la escuela por el estigma social o porque se quedaron embarazadas a edades muy tempranas. Muchas otras fueron rechazadas en entrevistas laborales por ser mujeres e indígenas. Otras fueron víctimas de maltrato o violencia machista.

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Elvira Carolina Pérez tiene 35 años y es activista en defensa de los derechos de la mujer indígena. Durante su etapa en un colegio de Quetzaltenango, uno de sus compañero la discriminó y humilló públicamente por su identidad indígena tachándola de "india"./ G. G.

Años más tarde, Elvira empezó a trabajar en un hotel cuyo dueño era un ladino conocido de San Antonio. "Cuando comenzaron los problemas en la administración del hotel, fui acusada, junto a otras compañeras indígenas, de ser las culpables de la mala gestión administrativa del hotel. Todo aquello era porque éramos indígenas". Elvira se defendió, había recopilado durante seis años toda la documentación relativa a las finanzas y pudo probar su inocencia y la de sus compañeras acusadas. Más adelante, todas comenzaron a recibir amenazas de hombres del pueblo por ayudar a otras mujeres a denunciar casos de violencia o discriminación.

Las heridas abiertas del genocidio guatemalteco

El genocidio contra las poblaciones mayas dejó una herida abierta aún por cicatrizar y es aún historia viva entre los hombres y mujeres de Guatemala. A finales del año 1996, el Gobierno de Guatemala y el grupo de partidos guerrilleros que conformaban la URNG (Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca) firmaron los Acuerdos de Paz, poniendo fin a 36 años de conflicto. El conflicto interno dejó al menos 250.000 víctimas mortales, de las cuales el 93% fueron indígenas asesinados a manos del ejército según Naciones Unidas.

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Vicenta tiene 64 años y vive en San Jorge de la Laguna. Durante los años del genocidio guatemalteco, ella y su familia se trasladaron a la Ciudad de Guatemala para huir de la limpieza étnica. Ahora es ciega y depende de su hija./ G. G.

"A las seis de la tarde, nadie debía salir a la calle. El ejército buscaba a los guerrilleros por las casas para matarlos, lo mejor era esconderse. Por la mañana salíamos a trabajar y veíamos los cuerpos de los indígenas tirados en la calle", relata. Tres años después de mudarse a la capital, regresaron al campo en Sololá para trabajar en la agricultura y el cultivo de maíz aún con el conflicto armado activo. "Fue complicado, no podíamos salir a las fincas por miedo a los soldados. Durante días, mi familia y yo nos manteníamos en la casa y sobrevivíamos comiendo tortillas con sal, o a veces ni comíamos", cuenta Vicenta. Años más tarde, se quedó ciega y ahora depende de los cuidados de su hija para comer y vivir en su casa.

María, de 74 años, también fue víctima del conflicto armado. "Mi cuñado se escondía en el monte junto a otros compañeros para evitar ser arrestados en las batidas del ejército. Una noche, nunca volvió"./ G. G.

Mariela, Nicolasa, Vicenta, María y Elvira son la voz de las mujeres indígenas y guatemaltecas que anhelan justicia y un futuro mejor. La realidad presente es que las mujeres indígenas guatemaltecas han sido y son discriminadas o conocen a alguna amiga, familiar o vecina que lo ha sido.  Sus testimonios ponen de relieve las injusticias y abusos que miles de mujeres y madres indígenas guatemaltecas afrontan para salir de la pobreza extrema y para ver sus derechos reconocidos y protegidos. Sin embargo, y a pesar de las dificultades por su condición, todas afirman sentirse orgullosas de ser mujeres e indígenas.

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