Este artículo se publicó hace 2 años.
¿Es posible vivir en una casa sostenible en medio de la ciudad?
Estudiantes de la Escola d’Arquitectura del Vallès se establecen durante medio año en el prototipo de una casa sostenible premiada internacionalmente, ubicada en el campus Diagonal-Besòs de la Universitat Politècnica de Catalunya.
Alba Tebar
Barcelona-
En medio del campus Diagonal-Besòs de la UPC, en Barcelona, entre edificios donde los estudiantes dan clases, se encuentra una casita de madera elevada de suelo y coronada con unas placas solares: es la casa sostenible TO. Se trata de uno de los modelos premiados en el concurso Solar Decathlon Europe 2019, una competición universitaria internacional basada en la construcción de modelos edificables sostenibles. Este prototipo de casa fue ideado por un grupo de estudiantes de la Escola Superior d’Arquitectura del Vallès (ETSAV), en colaboración con tres estudiantes de la Escola d’Enginyeria de Barcelona Est (EEBE).
Hasta hace poco, la casa se utilizaba como espacio didáctico para excursiones escolares, pero, a raíz de una visita que realizaron los estudiantes del máster de arquitectura de la ETSAV, su uso ha ido un poco más allá. Se les ocurrió la idea de comprobar en primera persona hasta qué punto sería posible habitar este espacio. "No vale la pena hacer algo muy sostenible si no sabemos cómo utilizarlo", explica Clara Alsedà, miembro del equipo que diseñó la casa.
Así pues, en febrero arrancó un experimento en el que cinco estudiantes del máster de arquitectura –que no forman parte del grupo de jóvenes que idearon el prototipo– viven ahí y elaborarán un informe para corroborar si todo lo que se había construido desde de una vertiente teórica, es factible y viable también en la práctica. El experimento se alargará medio año.
El primero en llegar a la casa fue Gonzalo Macías, y cada 21 días se le han ido sumando nuevos compañeros: en marzo llegó Adriana Nuñez, después lo hizo Pau Gasa, hace pocos días Pablo Orduña, y en mayo tiene que llegar Joan Martí. Para Gonzalo, pasar de vivir solo a estar acompañado ha supuesto un cambio muy grande: "Casi no me cocinaba, las tareas domésticas se me hacían una montaña", pero "al llegar más gente, se me ha hecho mucho más fácil gestionar todo". Ahora dice que "convive más" con la casa, ya que ha visto que ésta "sólo funciona desde la colectividad".
Una utopía arquitectónica
Al mobiliario le llaman gadgets, porque no están directamente vinculados a una habitación concreta, y a las habitaciones "espacios diferenciados", ya que su función puede variar según se desee. "Cada día puedes hacer una nueva distribución moviendo los gadgets de sitio, y a medida que pasa el tiempo, ¡mejora la casa!", exclama Gonzalo. El prototipo TO consta de un espacio central amplio, que hace la función de zona común, y otros cuatro pequeños espacios privatizables a su alrededor. "Cuando estábamos solos Gonzalo y yo, dormíamos aquí en el centro, que acumula el calor de todo el día. El resto de espacios los utilizábamos de almacenamiento", explica Adriana. Pero ahora que son más, dice que "cada uno se ha buscado su espacio privado para dormir, y según el día y el momento, nos vamos moviendo".
"Hemos buscado las condiciones más extremas, por eso había una persona sola en invierno y habrá cinco en verano"
Esta llegada escalonada en la casa, pues, tiene un doble objetivo. Por un lado, analizar "cómo combatir la forma en la que convivimos con la privacidad", indica Júlia, otra de las diseñadoras del prototipo; y, por otro, testar la casa tanto en verano como en invierno. "Hemos buscado las condiciones más extremas, por eso había una persona sola en invierno y habrá cinco en verano", especifica Adriana.
En este sentido, la distribución de las estancias tampoco es casual: busca aprovechar al máximo la energía y la luz solar, por eso la casa está orientada hacia el sur. Por ejemplo, lo que equivaldría a la despensa, está lo más al norte posible, a fin de mantener frescos los alimentos. "La teoría es que no debe haber nevera, pero en la práctica sí que la hay", admite Júlia. En el concurso les obligaban a poner una, y ahora, con su implementación, la han conservado. "También es parte de la crítica a cómo comemos, siempre con productos fuera de temporada", añade. Para Gonzalo, en cambio, es una cuestión de necesidad: "Si quiero vivir en esta casa, necesito una nevera".
En cuanto al inodoro, no funciona con agua, sino con unas correas que se llevan los residuos hacia un depósito que los inquilinos deben ir vaciando regularmente. Por el momento, sólo es funcional para orinar, y si quieren evacuar deben ir a los lavabos de la universidad. Este hecho responde a la voluntad de adaptar la casa a los hábitos de vida de los jóvenes. "Nosotros apenas vivimos en nuestras casas, vamos a dormir y ya, por eso contemplamos la vivienda como un espacio colectivo", explica Júlia. "La gracia es que siempre dependes de tener otras cosas, y no es necesario tenerlo todo en una sola casa", defiende Clara.
Un cambio de conciencia
"Coges el gadget ducha, lo llenas de agua potable, te vas al sitio que te guste más de la casa y te duchas", detallan las diseñadoras del proyecto. Ellas consideran que, de este modo, se es consciente del derroche de agua al que estamos acostumbrados. Sin embargo, convivir con una vivienda que sólo está conectada a la red de agua potable de Barcelona no es nada fácil. "Lo más radical y a la vez más criticable de esta casa es la gestión del agua", declara Adriana.
El inodoro no funciona con agua, sino con unas correas que se llevan los residuos hacia un depósito
Tanto ella como Gonzalo coinciden en que el diseño es muy idílico desde un punto de vista sostenible, pero no corresponde a la realidad: "No gastamos la misma cantidad de agua gris que de agua potable", sostienen, y creen que para que se le pudiera dar un segundo uso a toda esta agua gris, que es reutilizable, "haría falta una comunidad mucho mayor".
Júlia asume que "hay cosas que se idearon porque no se habían pensado para que viniera a vivir alguien". Sin embargo, asegura que este "no es un modelo reproducible, sino un modelo didáctico con el que tú aprendes y después te lo llevas a tu casa". Las constructoras de la casa TO entienden que es poco orgánico no tener depósito de agua ni tuberías en las casas, pero consideran que es necesario para realizar una tarea de sensibilización. De hecho, es un cambio de conciencia el que persiguen con ese experimento. "Ya se está haciendo un cambio de la red de saneamiento de toda la ciudad de Barcelona", dice Clara, "y a pesar de su espectacular coste, se está haciendo porque se sabe sobre su vital importancia".
"No es un modelo reproducible, sino un modelo didáctico con el que tú aprendes y después te lo llevas a tu casa"
"Hay que rehabilitar el parque edificado de Barcelona", concluye Clara, ya que con tantas barreras geográficas no podemos crecer más. El futuro debe pasar por hacer compatibles los estilos de vida sostenibles con la ciudad: "Debemos cambiar nuestros ritmos de vida para poder habitar nuestras casas", considera Gonzalo. Ahora bien, cree que no será fácil porque "la cuestión es saber hasta qué punto estamos dispuestos a incomodarnos". "¿Qué haremos después?" bromean con Adriana, "ya no podremos volver a vivir en una casa normal después de eso".
Empieza a caer el sol y la casa sigue siendo un constante ir y venir de gente. Los inquilinos cogen los abrigos y se ponen los zapatos, preparados para irse: Adriana se va con una amiga a ver un recital de poemas, y Gonzalo saldrá a cenar con su madre, que ha venido hoy desde Madrid para conocer la casa de su hijo. En cambio, Júlia y Clara se quedan haciendo pizzas y sirviendo un poco de picoteo. Este viernes la casa TO acogerá la cena de reencuentro de los 30 estudiantes de la ETSAV que participaron en su diseño. "Hace dos años que no nos vemos todos", dicen emocionadas Clara y Júlia. Y pienso que no hay mejor manera de rendir homenaje a su proyecto que conviviendo, aunque sea por una noche, los 30 en su propia casa. Menos mal que han conservado la nevera: las cervezas se mantendrán frescas.
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