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El prejuicio que no cesa (contra el andaluz)

El último ataque contra la ministra sevillana María Jesús Montero por expresarse en el habla natural del sur ha despertado el hartazgo de académicos e intelectuales andaluces en un manifiesto que exige poner fin a los "estereotipos ideológicos" y reivindica respeto para la identidad cultural de Andalucía.

Un grupo de personas pasean por el paseo marítimo de Pedregalejo durante la Fase 1 en Málaga a 20 de mayo del 2020. EUROPA PRESS
Un grupo de personas pasean por el paseo marítimo de Pedregalejo durante la Fase 1 en Málaga a 20 de mayo del 2020. EUROPA PRESS

Cuando la directora de cine Pilar Távora estrenó con éxito en los años ochenta su documental Costaleros, acreedor de un puñado de premios, el Ministerio de Asuntos Exteriores español se puso en contacto con ella para divulgarlo a través de su poderosa red diplomática. Solo puso una condición: que sustituyera la locución en andaluz por castellano. Távora se negó en redondo. No estaba dispuesta a renunciar a su forma de hablar y una de las banderas de su trayectoria personal y artística. "Mi identidad como persona y como directora es la andaluza. Sin el andaluz, se me despoja del 50% de mi identidad. Y me niego".

Su larga carrera cinematográfica, jalonada de innumerables reconocimientos, incluida una veintena de nominaciones a los Premios Goya, ha tropezado una y otra vez con la fobia al andaluz. Le ocurrió también con su galardonada Yerma. TVE se involucró decididamente en su producción. Con un único requisito. Que la película se rodara íntegramente en castellano. Távora se batió el cobre durante meses para convencer a la televisión pública de que la obra de un andaluz universal como Lorca, protagonizada por mujeres andaluzas y desarrollada en Andalucía debía filmarse, en toda lógica, en andaluz.

TVE cedió pero exigió que la protagonista fuera una actriz conocida. Távora eligió a Aitana Sánchez Gijón. Y el ente público vio el cielo abierto otra vez para persuadir a la directora de que la película fuera en castellano. Minusvaloraba la tenacidad de la sevillana. Távora encerró a Sánchez Gijón durante un mes en un cortijo con un monitor para pulir su acento andaluz. "He hecho esfuerzos tremendos por seguir manteniendo la coherencia con mi pensamiento y mi identidad, que es el andaluz", sostiene vía telefónica.

Távora es una de las firmantes del Manifiesto en Defensa del Andaluz, que ha sido difundido días atrás para denunciar la enésima agresión al habla del sur, esta vez sobre las espaldas de la ministra de Hacienda, la sevillana María Jesús Montero, objeto de una campaña de insidias contra su acento. La declaración, de cinco puntos, defiende el andaluz como "parte fundamental de la identidad cultural de Andalucía" y considera que el desprecio a la "conciencia lingüística" andaluza es un ataque que afecta a la "totalidad del pueblo andaluz, al margen de ideologías o posicionamientos políticos".

El documento ha sido promovido por un grupo de lingüistas, escritores y artistas, entre los que se encuentran el académico de la RAE Antonio Rodríguez Almodóvar; el director del Consejo Audiovisual de Andalucía, Antonio Checa; el ex director del Centro Andaluz de las Letras Juan José Téllez, el periodista Javier Aroca o el profesor de Derecho Civil Antonio Manuel Rodríguez. La ministra Montero se suma a una larga lista de miembros del Gobierno, que han sido diana de mofa por su forma de expresión, como Celia Villalobos, Javier Arenas, Magdalena Álvarez o Bibiana Aído. La propia Susana Díaz, ex presidenta de la Junta de Andalucía, fue ridiculizada por el ex cónsul de España en Washington en un incidente que provocó el cese fulminante del diplomático.

"Todo esto es muy rancio", lamenta el novelista y experto en habla andaluza Antonio Rodríguez Almodóvar. Autor de una prolífica obra y titular de numerosos galardones, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Infantil, el escritor sevillano se muestra hastiado por el ya recurrente latiguillo contra el andaluz. "Es un prejuicio que he definido como anomalía del castellano y que viene desde el siglo XVII. Estamos ante un descrédito fabricado y no se sabe muy bien por qué. Mi tesis es que procede del temor a que la energía expansiva del andaluz fuera demasiado lejos".

En su opinión, las críticas que reprochan que la ministra Montero no puede representar con dignidad al Gobierno de España por su acento andaluz "rozan lo esperpéntico y surrealista". Y añade: "Eso es lo que se llama en lingüística una unidad funcional paradigmática. No es solo un rasgo diferencial del habla, sino que se asocial al atraso, la incultura, la pobreza, la miseria o la vagancia. Es como las cerezas: tiras de una y vienen todas juntas". No es la primera vez que el profesor Rodríguez Almodóvar se ha visto obligado a salir al paso de los cíclicos prejuicios contra el habla del sur. Y no se cansa de articular los mismos argumentos. "El andaluz no es un desvío ni un castellano deteriorado. Es una variante expansiva", subraya. "El seseo, el yeísmo y la pérdida de consonantes finales son ya universales en el habla americana y de Canarias. El complejo de inferioridad lingüístico más bien estaría en la parte contraria", sugiere.

El manifiesto intenta contribuir a la "dignificación del habla", razona el escritor sevillano, tras el nuevo incidente con una "hablante distinguida como la ministra, que utiliza un andaluz sevillano muy riguroso. Ella casi nunca se equivoca. No es como esos hablantes andaluces que cuando están en una tribuna intentan recomponer el habla para que no sea tan marcadamente andaluza. Montero no tiene ningún complejo".

Antonio Manuel Rodríguez, patrono de la Fundación Blas Infante y autor de dos obras sobre el lenguaje flamenco y la memoria morisca, proyecta una dimensión de profundidad histórica a la cuestión. "Hablamos así no porque el andaluz sea una evolución del castellano. Nuestra forma de hablar contiene palabras que son sonidos prebéticos. Lo que hizo la Bética fue simplemente adaptarlas fonéticamente. Al romanizarse, nuestro pueblo no perdió los elementos sonoros de los pueblos anteriores; cuando se arabiza no pierde los sonidos del romance; y cuando se castellaniza no pierde los sonidos andalusíes. Esa continuidad está plagada de huellas en el andaluz".

¿De dónde surge el prejuicio secular sobre el andaluz?

El escritor y jurista cordobés traza la línea en la conquista castellana de Al Andalus. "Básicamente parte del cambio del relato en la historia de España. En el momento en que se decide que la historia oficial parte de la conquista y nosotros pasamos a ser territorio conquistado. Entonces, hay una suplantación de símbolos. Se cambia el escudo de Córdoba por el de Castilla y León. Y esa negación de nuestro sustrato cultural y nuestra continuidad histórica hace que acaben creyéndose que somos malos castellanos y malos católicos. De ahí el esfuerzo permanente por impostar el habla del conquistador y, en la medida en que no lo hacemos, empezamos a ser denigrados".

"Cuando hacemos aliteraciones de consonantes estamos utilizando la misma aliteración del árabe de las letras solares"

Antonio Manuel Rodríguez se detiene en algunos ejemplos concretos para ilustrar su argumentación. "Cuando hacemos aliteraciones de consonantes, como canne en lugar de carne, estamos utilizando la misma aliteración del árabe de las letras solares. O cuando se sesea o cecea es la adaptación fonética del aprendizaje del castellano con los sonidos andalusíes. Son sonidos que hemos mantenido intactos en la garganta. Y nada se comprende si explicas la historia de Andalucía desde la conquista". El profesor de Derecho Civil es autor de La huella morisca y Flamenco, arqueología de lo jondo, donde bucea en la etimología del lenguaje ancestral de los palos flamencos. También participó en un sugerente documental dirigido por Jesús Armesto sobre Las llaves de la memoria.

Para el investigador Manuel Rodríguez Illana, estamos ante un caso claro de andalofobia y españolismo lingüístico. Esa es la tesis que defiende en su libro Por lo mal que habláis, donde examina la estigmatización del andaluz en los discursos hegemónicos difundidos en los medios de comunicación. Nada más descolgar el móvil, pone un ejemplo clarificador. "¿Ve usted los Simpsons? Pues cuando salen personajes marginales y paletos son doblados en andaluz". "Hay una andalofobia de partida. Y esto viene de muy largo", asegura.

Rodríguez Illana es autor de una doctrina particular. La denomina andaluz, ma non tropo. En su opinión, hay un andaluz "tolerado por la filología oficial, que es prescriptivista, y que admite un rasgo o dos, aquellos que se parezcan al castellano normativo del centro peninsular". Lo demás es rechazado abiertamente. "Te permiten la aspiración. Eso es andaluz culto. ¿Y cuál es el no culto? El que hablamos la mayoría. Por ejemplo, la supresión de la d intervocálica. Eso ya no se admite porque es vulgarismo".

Justo la acusación que ha recibido la ministra Montero, incluso desde la pluma de periodistas andaluces. Y Rodríguez Illana se resiste a validar esa línea de separación impuesta, según sostiene, por el centralismo lingüístico. "Los andaluces estamos con la neurosis del negro que se quiere blanquear", explica de forma gráfica. Es decir: andaluces que enmascaran su acento para emular el habla castellana. "Hay lingüistas andaluces que afirman que puedes pedir una farda [por falda] en la tienda pero no en una tribuna pública. Blanco y en botella. Hay un clasismo y un racismo evidente. A usted le puede sonar exagerado, pero yo lo atribuyo a un fenómeno de colonización".

El escritor Rodríguez Almodóvar también sintoniza con esa forma de entender la cuestión. "Hay mucho lingüista centralista en Andalucía", afirma. Y lamenta que la Real Academia Española de la Lengua (RAE) no haya "salido al paso en la defensa del andaluz", como sí lo ha hecho en otros casos análogos. Por ejemplo, para apoyar el habla americana. O para denunciar el lenguaje inclusivo. En ese contexto, le ha molestado particularmente la reacción despreciativa de un académico como Arturo Pérez Reverte hacia el habla de la ministra. "No confunda usted el acento andaluz con la vulgaridad y la bajunería expresiva", espetó el célebre escritor en un tuit días atrás.

Pilar Távora enarbola el manifiesto como "un intento digno de decirle a quienes nos degradan por nuestra forma de hablar que aquí estamos y no vamos a ceder. Este es nuestro acento y esta es nuestra identidad". Hija del dramaturgo Salvador Távora y defensora incansable de los derechos de la comunidad gitana, a la que pertenece, deplora el menosprecio a la ministra Montero por el simple hecho de hablar andaluz. "Me parece lamentable. Es una involución grande del ser humano. Una falta de respeto hacia el resto de culturas. Y yo no quiero ser como ellos".

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