Este artículo se publicó hace 3 años.
Las redes sociales descentralizadas están de moda: ¿más libertad de expresión o mismo perro con diferente collar?
Vivimos en un momento en el que los escándalos que afectan a las grandes redes sociales —las injerencias en campañas electorales, las alertas de censura o los dudosos tratamiento de datos, por ejemplo— se suceden mientras aumentan su poder. Las plataformas descentralizadas prometen devolver el poder a los internautas, aunque a un precio.
Madrid-
Este año estamos viviendo un momento dorado para las llamadas redes sociales descentralizadas. A diferencia de Facebook o Twitter, que controlan y centralizan la información de miles de millones de usuarios, propuestas como BitClout aseguran que el uso de la tecnología de cadena de bloques ('Blockchain') aportará una descentralización de los procesos que podría evitar, entre otros problemas, la eliminación de contenidos en la red de manera unilateral.
Otras plataformas apuestan por redistribuir los servicios de ubicación —mediante tecnologías P2P, por ejemplo—, es decir, que no dependan de los servidores de una sola compañía, por lo que hacen sumamente difícil actuar contra la propagación de contenidos y, de alguna manera, refuerzan la libertad de expresión en la red. Así funcionan ActivityPub, el Proyecto Diaspora o Mastodon, entre otros.
La historia de BitClout es la más reciente y ciertamente una de las más notables; en una maniobra comunicativa diseñada a la perfección, un exingeniero de Google llamado Nader Al-Naji se dedicó en los últimos meses a desarrollar una aplicación llamada BitClout bajo el pseudónimo "Diamondhands" (un nombre que, además, corresponde una expresión del mundillo 'ciber' que describe a alguien dispuesto a mantener una posición para su objetivo final a pesar de los riesgos y pérdidas potenciales).
Al-Naji es conocido por haber creado en 2018 una criptomoneda llamada Basis, una aventura en la que que llegó a recaudar 130 millones de dólares de inversión pero que desapareció pocos meses más tarde por problemas con el regulador estadounidense.
Ahora, BitClout es parte de DeSo (que viene de 'Decentralized Social', o sea, una red social descentralizada): la semana pasada esta nueva red social anunciaba el cierre de una ronda de inversión por 200 millones de dólares. A bordo aparecen inversores de primera línea: Andreessen Horowitz (a16z), Sequoia, Social Capital, TQ Ventures, Coinbase Ventures, Winklevoss Capital, Polychain Capital, Pantera Capital y Arrington Capital, entre otros, informa Cryptoslate.
La intención es que el usuario pueda participar en todas las decisiones de la plataforma —que es de código abierto— , y además se establece un mercado propio de criptomonedas (Clouts) de emisión limitada, por un lado, y monedas propias que pueden ir creando cada uno de los perfiles. A través de la compra-venta de estas criptomonedas se establece la reputación y el propio valor de las mismas, tal y como explica TreceBits.
Este lanzamiento no puede ser más ambicioso; en varias entrevistas la semana pasada, el propio Nader Al-Naji se mostraba convencido de que su criatura promete ser tan disruptivo en redes sociales como la propia tecnología 'blockchain' lo ha sido para el sector financiero. Y viene con polémica: la empresa dio de alta por su cuenta 10.000 cuentas a nombre de personas relevantes y verificados de Twitter.
En un comunicado, el equipo de DeSo afirma que mediante el uso de la tecnología de cadenas de bloque se puede "pasar de un mundo en el que los datos son un recurso de propiedad privada fuertemente protegido a otro en el exista una herramienta accesible a nivel mundial con la que cualquiera puede aportar". Suena bien, ¿verdad?
La idea general que inspira este y otros proyectos de redes descentralizadas, como la también recientemente creada Capsule (vía Genbeta / TechCrunch), es garantizar que los contenidos en las plataformas sociales no dependan del criterio de una sola compañía y evitar censuras algorítmicas; no es lo mismo que Facebook o Twitter elimine de golpe miles de cuentas que tener que actuar contra todas y cada una de ellas por separado.
De hecho, Capsule va un poco más allá al proponer que cada usuario se constituya en un microservicio auto hospedado, de modo que esas interacciones generan una especie de microblog con sitio propio HTTPS y pasa a formar parte de una gigantesca y creciente malla.
Casi todos los analistas de tecnología coinciden en que la decisión de las principales redes sociales de vetar cuentas y plataformas relacionadas con la extrema derecha (el caso de las cuentas a favor de Trump de varias redes sociales recientemente) puede haber sido el toque de atención para, precisamente, impulsar estos proyectos de redes sociales descentralizadas. Pero quizá conviene dar un paso hacia atrás para contemplar el panorama con más perspectiva.
¿Descentralización o recentralización?
Los gigantes de la red llevan años enredados en procedimientos antimonopolio, tanto en EEUU como en Europa. Su creciente poder es evidente —están expuestas a manipulaciones, son potenciales distribuidoras de desinformación, etc.—, como también lo es su control de lo que uno ve o no en la pantalla del móvil o del ordenador. Pero ese poder tiene en la centralización un claro punto débil.
No obstante, la descentralización mediante técnicas de 'blockchain' o mediante P2P, aunque deseable, no es la purga de Benito. En una conversación telefónica, el ingeniero y abogado experto en tecnología Sergio Carrasco comenta a Público que en el caso de DeSO (BitClout) "parece que lo que hay es un cambio de soporte, que puede ser parcial o total".
Es importante saber, por ejemplo, qué atribuciones y capacidades tienen los propios administradores de las plataformas "porque es muy bonito decir que vamos a romper el oligopolio y este sistema es incensurable y demás", comenta Carrasco, "pero la cuestión es que hay una cara visible, una empresa y unas obligaciones".
"Al final, el soporte estará descentralizado, pero el poder estará centralizado y la responsabilidad, también", deduce este experto. Y esto es importante para poder calibrar el impacto que pueden llegar a tener estos nuevos desarrollos.
Para este experto, es clave "analizar el 'smart contract'", que es el documento que fija y obliga a cumplir las condiciones de uso de estos servicios. "En el caso de la cadena de bloques, una cosa es la trazabilidad y otra que, en virtud de un 'contrato inteligente', yo como administrador pueda actualizar campos, o bien a partir de un bloque determinado eliminar contenido". Eso sí, cualquier modificación o eliminación podría rastrearse, que es una de las características de la tecnología 'blockchain'.
"Todo queda registrado", recuerda Carrasco, y explica: "Yo puedo eliminar un insulto a partir de un bloque y, a partir de ese momento, aunque la red esté descentralizada, ya no lo mostrará; pero otra cosa es que se pueda consultar el historial, y el insulto aparecerá ahí". Al final, valga la comparación, en este aspecto funciona como la Wikipedia y su historial.
Además, para bien o para mal, existen leyes que no permiten al proveedor de servicios descargarse a la ligera de la responsabilidad que tiene por ciertos contenidos que distribuye, por muy descentralizado o "incontrolable" que sea el producto. "O bien es la empresa proveedora, o bien te haces responsable tú como usuario", apunta Carrasco.
Porque la idea final de las redes descentralizadas es que el usuario posea realmente no sólo sus datos, sino cualquier creación que suba a la web. De alguna forma se inspiran en la llamada filosofía IndieWeb, que aboga por la vuelta a la libertad de la red de redes, cada vez más oculta bajo las gruesas capas de las grandes corporaciones.
La internet que conocemos nos ha brindado durante años la posibilidad de interactuar entre los humanos de forma fácil e intuitiva, pero a costa de la extracción masiva de datos y la delegación de un inmenso poder que no conoce fronteras: decidir qué es visible y qué no es visible en nuestras pantallas.
En cualquier caso, estas nuevas propuestas de redes sociales descentralizadas, aunque bienvenidas por las mencionadas ventajas —resistencia a la censura, devolver los datos a sus dueños, etc.— tienen un nombre, una cara visible y unos inversores detrás, así como unos términos de uso que debemos leer. No son seres anónimos que buscan el bien común, sino empresas que intentan generar otro modelo de explotación económica. Y eso conviene tenerlo siempre en cuenta.
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