"Soy lesbiana, trabajo en una granja y vivo en una aldea diversa": el Orgullo de ser tú misma en un pueblo
El colectivo LGTBIQ+ reivindica la vida en el campo, donde celebra la diversidad con festivales alejados del Orgullo hegemónico y consumista.

Madrid--Actualizado a
"Soy lesbiana, trabajo en una granja y vivo en una aldea diversa, ¿por qué voy a tener que ir a Madrid a celebrar el Orgullo?".
Marta Álvarez dejó atrás Vigo para desarrollar un proyecto ecológico en la parroquia donde nació su padre, en la comarca lucense de A Ulloa, amenazada por la construcción de una macrocelulosa de Altri contra la que batallan enconadamente los vecinos, quienes temen sus efectos en la agricultura, en el medio ambiente y en la salud de sus gentes.
No es la única lucha de Marta, propietaria de Granxa Maruxa, decidida desde el primer día que se instaló en Cumbraos, en el Concello de Monterroso, a visibilizar la "diversidad sexual, afectiva y de género". Lo hace en su día a día y, una vez al año, a través del Festival Agrocuir da Ulloa, que este 22 y 23 de agosto celebra su décima edición.
Marta estudió Empresariales en Lugo, conoció a una chica de Monterroso y decidió irse a vivir allí y dirigir la granja familiar. "No tenía ni idea de vacas, pero estaba enamorada hasta las trancas. Fue una decisión por amor y me acabé apasionando por este lugar", explica al otro lado del teléfono, cuando la cobertura lo permite.
Ya han pasado 27 años desde entonces. Ha cambiado ella —"al principio me escondía, luego pasé a ser totalmente visible"—, aunque también la visión de los paisanos. "Soy una afortunada, porque siempre he vivido en libertad. Mi familia siempre me apoyó y ahora me siento arropada por los vecinos. Los episodios negativos son excepciones".
Orgullo rural
Marta defiende la vida en el campo. Cita a otras personas del colectivo LGTBIQ+ que abandonan la ciudad para irse a la aldea. Algunos regresan a su tierra tras formarse fuera, un proceso inverso al exilio de otros tiempos, en busca del oxígeno urbanita. Otros deciden quedarse aquí, donde "se vive mejor", después de conocer la zona durante sus vacaciones.
"La comarca da Ulloa es maravillosa. Mucha gente ha emprendido negocios tras dejar atrás las ciudades, donde se terminan creando guetos. Aquí todo es más intergeneracional. Nos juntamos en tres o cuatro bares, de modo que la población diversa interactúa con la tradicional. Los vecinos tienen que conocernos y nosotros, ser visibles" comenta Marta.
Sin duda, el Festival Agrocuir da Ulloa ha sido un gancho para fijar población, asegura tras un receso en la granja, su escenario durante cinco años. "Sin embargo, venía tanto público que tuvimos que cambiar la ubicación porque se quedaba pequeña y, sobre todo, para preservar el espacio", recuerda la responsable de Granxa Maruxa.
Adrián Gallero fue consciente de que el evento se les podía ir de las manos. Miembro del Colectivo Agrocuir da Ulloa, que ha lanzado una campaña de micromecenazgo, optó por echar el freno para que fuese sostenible. Un menos es más que, hace tres años, exportó a otras latitudes, como un minúsculo pueblo riojano donde en junio tiene lugar el Cameros Cuir.
"Nuestra intención es que no muriese de éxito, porque no era viable acoger a tanta gente. No queríamos que se convirtiese en un macrofestival, porque defendemos la agricultura, la ganadería, el ecologismo y la vida tradicional de las zonas rurales. Por eso lo descentralizamos a otros sitios", añade Marta Álvarez. De ahí, el lema Pon un agrocuir en cada aldea.
Los organizadores del primer evento del género a nivel estatal no cobran entrada, ni reciben ningún tipo de beneficio económico. "Lo hacemos de manera altruista porque queríamos expresarnos. Luego, Adrián Gallero formó a varios asistentes para que montasen sus propios festivales. Ahora, es bonito ver las réplicas en muchos pueblos y aldeas de España".
La lista no deja de crecer: Serrana Cuir en Chelva (València), AgrOrgullo en Barcenillas (Cantabria), Romería Cuir en Les Arriondes (Asturias), VeraCuir en Talaveruela de la Vera (Cáceres) o Cameros Cuir en Nieva de Cameros (La Rioja), que tras el éxito del año pasado celebró en junio su segunda edición en un pueblo de solo 86 habitantes.
"Después de asistir a un taller en A Ulloa sobre logística, organización y redes, una chica de Nieva y otros compañeros decidieron importar la fórmula", señala Pedro Rubio, uno de los organizadores, cuyo padre nació en Ortigosa, una localidad del valle de la sierra de Cameros donde él pasó los veranos de su infancia y juventud.
Nacido en Logroño, reside desde hace veinte años en Madrid, donde trabaja como actor, aunque no ha perdido el vínculo con sus orígenes. "Buena parte del colectivo LGTBIQ+ vive en la ciudad. Hay personas que han vuelto al pueblo de su familia, casos contados, porque aquí no hay salidas laborales, ya que el tejido económico es débil", se lamenta Pedro Rubio.
"En todo caso, el festival favorece la normalización en un espacio pequeño y rural. Desconozco si algunos asistentes de la comarca que lo frecuentan son gais, pero tienen amplitud de miras, no juzgan y aceptan a todos", añade uno de los organizados de Cameros Cuir, cuya asistencia pasó de 350 a 450 visitantes, sobre todo riojanos y vascos.
"La respuesta de los vecinos es buenísima. No queremos montar la fiesta que haríamos en la ciudad, sino trabar contacto con las gentes y que el festival sea del pueblo. Tampoco nos interesa crecer, porque aquí solo hay un bar y una tienda, cuyos propietarios ven con buenos ojos esta fiesta porque estimula su negocio", añade Pedro.
Sin embargo, Cameros Cuir no solo atrae a foráneos, porque los jóvenes y los mayores del lugar y sus alrededores también se implican en las actividades. "Vas por la calle y, de repente, te encuentras a unas señoras cosiendo almazuelas (patchworks) con banderas arcoíris, que luego cuelgan en los balcones de sus casas", añade.
"Los vecinos de las localidades donde se celebran festivales agrocuir están contentos porque el rural ha ido desangrándose económica y poblacionalmente, por lo que al final lo que quieren es que haya vida en sus pueblos. Nosotros reivindicamos la diversidad, pero también nuestras raíces, algo que se refleja en las actividades", detalla Pedro.
Así, los jóvenes están recuperando la cultura tradicional, "cuando antes la asociábamos a lo arcaico y a lo represivo, renunciando a las raíces para ser libres, hasta que nos hemos dado cuenta de que debemos reivindicar nuestro espacio en nuestra propia tierra". Tocan la dulzaina y el tamboril, bailan jotas, "música que nos permite dialogar con los mayores, algo muy enriquecedor para ambos". Fíjate "en Rodrigo Cuevas y Baiuca", concluye Pedro,
Festival Agrocuir: de A Ulloa a Cameros
A 600 kilómetros de la sierra de Cameros, Marta redunda en la idea: no se trata de reproducir una fiesta urbanita en un pueblo, sino de ondear la bandera del Orgullo rural, alejado de la celebración hegemónica y consumista, en una tierra con fuertes vínculos comunitarios, donde ahora defienden la inclusión y la equidad de género.
También la recuperación de la memoria, el reconocimiento del patrimonio inmaterial y la conservación del bosque autóctono. Una protección de lo propio que implica frenar el despoblamiento y, tras la amenaza de la macrocelulosa de Altri en Palas de Rei, contraatacar a las empresas depredadoras que ponen en riesgo su tierra.
Una lucha que ha unido todavía más si cabe a los habitantes de A Ulloa, sobresaltados por el peligro que se cierne sobre la naturaleza, aunque también sobre el modo de vida tradicional, vinculado económicamente al sector primario. ¿Pero cómo vive el colectivo LGTBIQ+? Más allá de los lazos que los unen a los vecinos de siempre, ¿se sufre más soledad en las áreas rurales?
"No necesariamente", zanja la propietaria de Granxa Maruxa. "Muchas personas viven en edificios de grandes ciudades y no conocen a su vecino de enfrente. Aquí te relaciones con todo el mundo y es más difícil estar sola", añade Marta Álvarez, quien deja claro que "no somos un gueto ni queremos escondernos".
Galicia, asegura, es abierta, porque "todo es costa o camino". El de Santiago, sin ir más lejos, atraviesa Palas de Rei, situado a once kilómetros de Monterroso, un municipio ubicado al norte del Camino de Invierno. "Como en el mundo urbano, hay localidades amigables con el colectivo y otras, no. Sin embargo, en el rural la gente es consciente de la necesidad de nuevos vecinos".
"Aquí hay visibilidad LGTBI, aunque el festival —además de traer una riqueza cultural y económica al pueblo, que lo acoge muy bien— ha abierto puertas y ayudado a muchos a salir del armario", asegura la miembro del Colectivo Agrocuir da Ulloa, quien destaca que es una celebración diurna y abierta a todos y a todas.
Un ambiente de convivencia que ha recuperado el concepto de la romería tradicional, emplazada en un bosque autóctono, donde hablan, comen, escuchan música, bailan o duermen la siesta. "Como se hacía antes", concluye Marta. "Hay muchas actividades, pero la verdadera programación somos nosotras".





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