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Los supervivientes de un intento de suicidio insisten en que tras la línea 024 tiene que haber profesionales entrenados

Los sobrevivientes a un intento por quitarse la vida coinciden en que estos teléfonos salvan vidas, pero detrás debe haber profesionales entrenados porque cuando el supuesto suicida cuelga, no hay posibilidad de ayuda.

(11/9/2021) Una mujer sostiene una pancarta donde se lee 'Stop Suicidios', durante una manifestación por un Plan Nacional de Prevención del Suicidio en septiembre de 2021. (Archivo).
Una mujer sostiene una pancarta donde se lee "Stop Suicidios", durante una manifestación por un Plan Nacional de Prevención del Suicidio en septiembre de 2021. (Archivo). Alberto Ortega / Europa Press

Jonathan es auxiliar de enfermería y un superviviente, tiene 30 años y, a su espalda, dos tentativas de suicidio en 2021. Hoy, con tratamiento médico, da esto por superado y es consciente de que si, en algún momento, le asalta la idea de quitarse la vida, mirará la foto de su hija de 17 meses.

En vísperas de que Sanidad active la línea 024 de ayuda a las personas con riesgo de conducta suicida, Jonathan y otros supervivientes consultados por Efe, como Vega, madre de un chico de 20 años que se quitó la vida, o Javi Martín, el presentador del programa televisivo Caiga quien caiga, que barajó la idea de suicidio en varias ocasiones, coinciden en que estos teléfonos salvan vidas, pero detrás debe haber profesionales entrenados porque cuando el supuesto suicida cuelga, no hay posibilidad de ayuda.

De media solo transcurren 90 minutos desde que la persona con tendencias suicidas piensa en quitarse la vida hasta que lo intenta, y en ese corto espacio de tiempo los teléfonos de ayuda cobran suma importancia.

Tras tomar una caja de antidepresivos, Jonathan llamó al 061 y le hicieron un lavado de estómago

Jonathan se tomó una caja de antidepresivos. Cuando ingería la última pastilla, ya se había arrepentido. Recurrió al 061, los servicios de emergencia actuaron rápido y el lavado de estómago fue en el propio domicilio.

Pero no solo los supervivientes aplauden la esperada activación del 024 en todo el territorio nacional; también lo hacen asociaciones como La Barandilla, que cuenta desde 2018 con su propio número (911 385 385). En cuatro años recogió 6.000 llamadas y evitó muchas tentativas.

No obstante, desde la entidad son críticos. Su presidenta, Ana Lancho, reprueba que aún no se conozca cómo va a funcionar el 024, si estará disponible 24 horas o será atendido por psicólogos o voluntarios. También lamenta que no se haya contactado con ellos ni con otras líneas como el teléfono de la esperanza o la Fundación ANAR para la prevención del suicidio en menores, referentes en este ámbito.

Las líneas anónimas son potentes porque "nadie te juzga"

Lancho considera que el teléfono es una medida "muy potente" que salva vidas y eso ocurre porque el acceso es fácil, "nadie te juzga, es anónimo" y la persona que te atiende sabe que hay un posible suicidio en curso y no te va a dejar hasta que el otro desista de ese pensamiento.

En declaraciones a Efe, el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB), Víctor Pérez-Solá, valora estas "líneas calientes" y, sobre todo, a los profesionales que manejan la "tremenda ambivalencia" de quienes llaman, que "quieren morirse y ser rescatados".

Pérez-Solá asegura que el suicidio "se puede prevenir, pero no predecir" y considera estos teléfonos parte de una estrategia en la que hay otros pilares, como formar bien a los médicos de Primaria en el diagnóstico, preparar a los jóvenes en el bienestar emocional y la prevención del suicidio y el seguimiento de quien intentó quitarse la vida. Según este experto, el 80% de la gente que se suicida (80.000 tentativas al año y 4.000 consumadas) sufre enfermedad mental.

Los supervivientes insisten: teléfonos con profesionales entrenados

Jonathan no recurrió nunca a estos teléfonos porque encontró apoyo en su mujer, a la que llamaba en los momentos críticos, pero cree que estas líneas son necesarias y pueden rebajar las cifras de suicidios, aunque sobre todo insiste en que detrás tiene que haber profesionales preparados.

Tras un primer episodio en 2017, Jonathan fue diagnosticado con trastorno límite de la personalidad y ansiedad generalizada. Nunca antes había tenido problemas, pero confiesa que una infancia con maltratos pudo ser origen de estas alteraciones, que le han acarreado sufrimiento suficiente como para abocarse a dos tentativas de suicidio.

A día de hoy, sigue el tratamiento médico y aleja de sí cualquier pensamiento suicida porque le "partiría el alma" ver qué explicación le darían de mayor a su pequeña hija. Y a cualquiera que lo quiera intentar le dice que "que lo piense mucho, porque es muy serio".

Vega y Miguel perdieron a su hijo Álex en agosto de 2011. Se suicidó con 20 años sin dar señales de alarma. Estaban de vacaciones, se fue a fumar y no volvió a la hora de la cena. Se inició una búsqueda que finalizó al pie de una torre de telefonía móvil donde encontraron su cuerpo.

Vega comenzó entonces un duelo con la ayuda de la asociación Alaia, un duelo que sigue porque perder un hijo "es una de las situaciones de más dolor que, además, te desestabiliza interiormente".

En el proceso de duelo pasó por distintas etapas. Confiesa que hoy escribe a su hijo y habla mucho de él. "¿Qué hay de malo? Las personas hacen eventos a otras que se consideran mitos durante siglos. ¿Por qué no voy a poder mencionar a mi hijo diariamente, darle las buenas noches, decirle que le quiero, llorar su ausencia?, ¿por qué tendría que recoger sus cosas?"

Vega sostiene que no hay una pauta de comportamiento y que nadie es quién para determinar qué es bueno para ella. Tiene claro que no se trata de superar su muerte, sino de aprender a vivir con esa falta.

Javi Martín, el presentador de televisión, también es protagonista de una historia de tentativa de suicidio y, en su caso, contarlo a los medios le supuso alivio. Hace 11 años, con 38, comenzó a percibir las cosas de forma distorsionada. Vino una depresión, un diagnóstico de trastorno bipolar y una angustia exacerbada a perderlo todo.

Admite que un día estuvo encima de la barandilla, inclinado y a punto de lanzarse, pero un último pensamiento en su marido le hizo dar marcha atrás, bajarse de la baranda y ponerse en manos de psiquiatras. También confiesa que llegó a tener la costumbre de ver en Youtube vídeos -sin restricciones alguna- de personas en plena tentativa.

Martín echa de menos que en esas búsquedas perturbadas por internet no encontrase teléfonos de ayuda para poder encarrilar sus ideas suicidas hacia profesionales en salud mental.

Anima a quien tenga pensamientos suicidas a que no espere al último segundo para llamar a una de estas líneas y pide que también lo haga la familia, los amigos, las parejas y todo el que perciba una conducta extraña en el entorno.

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