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Un tapiz robado multiplica por diez su precio tras ‘perder’ el nombre

“Acción recuperatoria coactiva”

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El tapiz muestra tres figuras de santos cuya coincidencia en una obra de arte remite sin dudas a la antigua catedral del prepirineo oscense.

ZARAGOZA .- ¿Puede una obra de arte circular durante tres décadas entre coleccionistas, anticuarios y museos de media Europa y acabar en EEUU sin que nadie acierte a identificarla y mientras, de manera simultánea, su precio va aumentando hasta multiplicarse por diez? Pues sí. La historia del tapiz de San Vicente, una pieza renacentista elaborada en Flandes con lana y seda a principios del siglo XVI, robada en 1979 en la abadía pirenaica de Roda de Isábena (Huesca) y cuya propiedad acaba de reconocer al Estado español la Audiencia Nacional, da fe de los sombríos vericuetos por los que circulan las obras en el mercado clandestino del arte.

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El tapiz forma parte del botín que René Alphonse Van der Berghe, más conocido por su sobrenombre delictivo de Erik el Belga, se llevó la madrugada del 7 de diciembre de 1979 de la iglesia aragonesa –reventó con dos cómplices la puerta de la antigua catedral y la saqueó-, y del que apenas se han recuperado unas cuantas piezas. “Yo le vendí ese tapiz a un ciudadano alemán por 30.000 dólares en Benidorm” poco después del robo, explica a Publico.es. Treinta y un años después, una empresa estadounidense lo compraba en la prestigiosa fábrica de tapices De Wilt, de Malinas (Bélgica), por 275.000 euros –casi 300.000 dólares-, como si se tratara de una obra flamenca emparentada con otras suizas.

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“Acción recuperatoria coactiva”

Una investigación del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil y de la Unidad Central Operativa (UCO) permitió intervenir a finales de 2012 la obra, casualmente identificada por una conservadora de un museo catalán, en una galería de Houston (EEUU). Su dueño, una oenegé vinculada con la empresa Music Doing Good, recuperó tras demandar a De Wilt los 275.000 euros que había pagado de buena fe por la pieza, que acabó entregando a la Fiscalía de su país.

A los agentes de la UCO les costó menos de tres horas certificar la procedencia del tapiz, algo que varios expertos en arte no habían sido capaces de lograr en años.

La sentencia, que señala al Estado como “el único titular del tapiz” y “el único perjudicado y posteriormente el único interesado en su recuperación”, anota que, tras ser este localizado 31 años después del robo, se limitó a “recuperar un bien que se le había sustraído y que se había puesto a la venta y exportado ilegalmente”. Ahora se expone en el Museo de Huesca.

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Tres décadas de mano en mano por Europa

Erik el Belga, convaleciente a sus 77 años de la rotura de tres costillas en un accidente doméstico en su casa de Málaga, discrepa de ese criterio. “Si alguien compra una obra 30 años después y lo hace de buena fe, el asunto no se puede tratar como si fuera una receptación. De hecho, deberían indemnizarle por haberla conservado”, sostiene, aunque “todo depende de la buena voluntad”, añade.

Expertos con escaso acierto

El italiano carecía de contactos para colocar una obra de esas características, por lo que se asoció con un francés y con un belga que tenía relación con la casa De Wilt. Cada uno de ellos le pagó 12.000 euros para hacerse con un tercio de la propiedad, que al primero le había costado 36.000.

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“Hay quien prefiere no saber de dónde viene una obra”

La sociedad de Malinas, una de las de mayor prestigio del mundo en conservación y restauración de tapices, “procedió a identificar y a catalogar con mayor precisión la pieza que había adquirido acudiendo a la opinión de expertos en la materia” tras llegar a sus manos, narra la sentencia de la Audiencia Nacional, que recoge cómo, sin embargo, estos tampoco acabaron de acertar: “concluyeron que había sido fabricado en Bruselas y que guardaba relación con los cuatro tapices de la catedral de Berna”, aunque sí identificaron a san Vicente entre los personajes principales.

Las autoridades estadounidenses ordenaron el embargo del tapiz en una galería de Houston y su traslado a España por orden de un juzgado de Barbastro.

¿Y dónde estuvo durante esos 29 años? Según Erik el Belga, su primer dueño lo tuvo durante casi nueve años en una caja fuerte hasta que, tras morir, sus familiares lo vendieran a otro particular. Las pesquisas de la Guardia Civil le atribuyen un “largo periplo de viajes con sucesivas ventas y adquisiciones en el mercado del arte” en el que, antes de llegar a EEUU, pasó por Bélgica, Francia, Italia y Alemania. De incógnito, ya que en ese largo periodo no llegaron a ser identificados ni algunos de los dueños ni, sorprendentemente, tampoco las figuras de los santos que aparecen en el tapiz.

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