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Un tribunal considera “un acto de amor” el auxilio de un hijo al suicidio de su madre enferma

“Entendió que la decisión era irrevocable”

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Isabel Olaso se quitó la vida con la ayuda de su hijo Ignacio hace un año en una vivienda de este edificio del barrio de Las Fuentes de Zaragoza. EDUARDO BAYONA

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ZARAGOZA .- Ignacio Sánchez no tendrá que volver a pisar la cárcel por haber ayudado a morir a su madre, Isabel Olaso, con la que, según los magistrados que le han juzgado, llevó a cabo un acto de piedad al colaborar en su suicidio.

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De hecho, el tribunal señala que se trata de un episodio de lo que la jurisprudencia del Supremo llama “pietatis causa” o “causa piadosa”. “Hizo lo que su madre le pidió, y actuó en la creencia de que era lo mejor para ella, acompañándola en el último momento, como cualquier hijo desea hacer con su madre, para crearle un ambiente de felicidad y paz”, señalan los magistrados, que califican de “estremecedor” el relato de Ignacio sobre su última conversación con Isabel, “en la que ambos se manifiestan recíprocamente su amor” mientras ella se refería a “lo bonito de su muerte acompañada de su hijo, que de ningún modo deseaba que su madre muriera en soledad”.

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“Entendió que la decisión era irrevocable”

Ignacio, de 43 años, había vuelto a vivir con sus padres en su piso del barrio de Las Fuentes tras perder su empleo. Isabel, que “ejercía una fuerte influencia” sobre todos los miembros de la familia –tenía otros dos hijos-, sufría paranoias persecutorias que focalizaba en los médicos, señala la sentencia, que anota que, pese a padecer “fuertes dolores óseos en la espalda, así como una úlcera de gran tamaño en una pierna, derivada de una diabetes”, se negaba a recibir asistencia. Se curaba ella misma, “lo que aumentaba su dolor”, y llevaba diez años sin salir de casa.

“Entendió que la decisión de su madre era irrevocable”

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Eso hizo, junto con su “sumisión hacia ella”, que accediera “a acompañarla en el momento en que ella se quitara la vida y a colaborar en el suicidio”, que había decidido practicar poniéndose una bolsa de plástico en la cabeza tras ingerir alcohol. Él le puso la segunda, que resultó “decisiva y letal”.

La eutanasia, la inducción al suicidio y el auxilio

El tribunal rechaza que el suicidio asistido de Isabel pueda considerarse, desde el punto de vista penal, como un caso de “muerte digna” o de eutanasia, ya que para ello es necesario “que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría necesariamente a su muerte o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar”. Eso, añade la sentencia, “de ninguna manera concurre en el presente” caso, ya que, según los forenses, tanto la úlcera como los dolores de espalda eran susceptibles de tratamiento y, por otro lado, Isabel desempeñaba a diario tareas de ama de casa.

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