Tumbar barreras sin perder las tradiciones: la lucha de las mujeres pescadoras en el Palmar de València
La pesca en esta pequeña isla valenciana se ha heredado históricamente de padres a hijos, excluyendo de la profesión a las mujeres. En 1994, Carmen Serrano reclamó este derecho para conseguir la igualdad dentro de la Comunidad de Pescadores.
Enzo Iriarte Moyano
Madrid-Actualizado a
La vida en el Palmar es sencilla. Sus habitantes se han dedicado durante generaciones a la agricultura y a la pesca en los lagos del parque natural de l'Albufera. Una de ellas es Carmen Serrano, una profesora que vivía ajena a este oficio hasta hace 29 años. Su padre no era pescador y su abuelo procedía de fuera.
Entró en contacto con el rubro cuando se casó con un pescador y se dio cuenta de que su madre había sido desheredada del derecho a la pesca porque su abuela contrajo matrimonio con un hombre que no era de la zona y no pudo darle ese derecho a sus hijos varones.
El derecho de pesca solo se heredaba entre hombres, por una ley que proviene del siglo XI, porque la isla del Palmar, pese a sus reducidas dimensiones de poco más de tres kilómetros cuadrados, contiene siglos de historia entre sus humedales.
Fue el rey Jaume I quien, tras reconquistar el Reino de València, repartió en 1238 el territorio entre los repobladores cristianos que procedían de poblaciones vecinas como Silla, Catarroja o Ruzafa, que adquirían el derecho de explotación pesquera del lago de la Albufera.
"Decidí ponerme al frente de una reivindicación que me afectaba porque yo sí tengo hijas y mi marido es pescador", sostiene Serrano. La valenciana expone cómo empezaron a pescar las mujeres en la zona, al margen de la Comunidad de Pescadores y con permisos del Ayuntamiento porque, pese a tener una sentencia a favor que les permitía ejercer este oficio en el Palmar, no eran aceptadas como socias de la cofradía.
Actualmente, esa comunidad está representada por Amparo Aleixandre Puchades, hija, nieta y bisnieta de pescadores, quien achaca esta norma a la sociedad patriarcal. "Cuando la Corona arrienda el derecho a los pescadores, en la escritura ponía que pasaba de padres a hijos, porque eran los hombres los que trabajaban en la Albufera".
El reclamo de las mujeres del Palmar comenzó el pasado siglo, en 1994, cuando Carmen y cuatro compañeras decidieron alzar la voz y, al ver que no eran escuchadas, recurrieron a los tribunales. "En el 97 pedimos por primera vez que nos dieran de alta y en el 99 comenzamos a pescar", explica Serrano.
Tras el reclamo de las mujeres, se podía notar la tensión entre los habitantes de la pequeña isla del Palmar. "En el pueblo éramos dos partes, dos opiniones, porque aún no existía un punto de encuentro".
"La gente estudió sus pros y sus contras de posicionarse en uno u otro lado. Éramos un grupo reducido, a lo mejor un tercio de la población, pero no nos importaba porque teníamos la Constitución, la ley y la razón de nuestra parte", argumenta Serrano.
Esa tirantez palpable en el pueblo se trasladaba a los juzgados. La primera sentencia favorable a las pescadoras se publicó el 5 de octubre de 1998 y, a partir de esa fecha, la Comunidad de Pescadores presentó varios recursos que eran ganados por las mujeres pescadoras en todas las estancias judiciales.
"Todo lo que los juzgados sentenciaban, los pescadores lo recurrían y los jueces o el tribunal decían que nosotras teníamos la razón desde esa primera sentencia", explica Serrano.
La batalla por el derecho de pesca de las mujeres terminó en febrero de 2008, cuando la Comunidad de Pescadores del Palmar decidió "que no valía la pena seguir recurriendo porque se gastaba tiempo, dinero y el ánimo de la gente", según la valenciana. No sin que antes, en 2007, otras mujeres, distintas a las cinco primeras, demandasen a la cofradía por no dejarlas acceder al gremio.
Tras haber conseguido su derecho de pesca y de pertenencia a la cofradía, muchos vecinos criticaron a Carmen Serrano y al resto de mujeres que no fuesen a pescar, a lo que Carmen respondía alegando que "a las mujeres no se les puede tirar en cara que no vayan a pescar" porque han tenido que buscarse la vida por otros medios y trabajar en otras cosas, por lo que no pueden esperar que dejen sus oficios para ir a pescar.
Para la valenciana, que trabaja como profesora desde 1987, la situación sería distinta si desde que nacieron se les hubiese permitido ser pescadoras.
Lo que reclamaron y consiguieron las pescadoras es "la igualdad" y formar parte de la comunidad, "al igual que hay muchos hombres que son socios y que nunca han ido a pescar y nunca han renunciado a su derechos de ser pescadores".
Una lucha para no perder su identidad
La comunidad se siente discriminada por las instituciones públicas
Con el paso del tiempo, el problema al que se enfrentan los pescadores y pescadoras ha ido cambiando. En la actualidad, su sector ve cómo el número de trabajadores va en descenso.
Tanto Carmen Serrano como Amparo Aleixandre son socias de la comunidad y ven cómo disminuye el número de pescadores que participan en el sorteo dels redolins, que designa los puestos de pesca fijos del Palmar. En las últimas dos ediciones fueron 55 los pescadores y pescadoras que participaron en esta tradición de origen feudal.
"Antiguamente, entre pescadores de El Palmar, Catarroja y Silla, podían salir unas mil personas a explotar el recurso pesquero del lago, pero hoy en día están saliendo 55", cuenta la secretaria de la Comunidad de Pescadores.
Además, asegura que "el que sale a pescar y trabaja se puede ganar dignamente un sueldo, pero se trata de un oficio duro y la gente no quiere dedicarse a ello, porque el pescador no sabe lo que va a ganar a final de mes, depende de lo que capture".
Esta es una idea que también comparte Carmen Serrano, que participa todos los años en el sorteo pese a no poder dedicarse de lleno a la pesca. "Intentamos mantener lo que creemos que nos ha dado identidad a la gente del Palmar, y una de ellas es la pesca", expone Serrano.
Según ambas mujeres, se está animando a que la gente no deje de pescar, pero señalan que no tienen el apoyo institucional suficiente. "Yo espero que continúe habiendo pescadores, que la pesca artesanal se mantenga y que los apoyos institucionales aumenten", alega Serrano.
La secretaria de la Comunidad de Pescadores explica que las personas que desarrollan esta profesión en El Palmar se sienten "discriminadas", ya que no están reconocidos como pescadores por el Ministerio de Trabajo debido a que la Albufera fue declarada aguas continentales.
"Estamos trabajando para ver si se reconoce la profesión para poder tener coeficientes de reductores como los pescadores del mar - un porcentaje a modo de penalización que hace disminuir el importe mensual de la pensión- o cobrar si hay una parada o una veda", explica Aleixandre.
Seguramente, dentro de diez años la gente del Palmar seguirá resistiendo al paso del tiempo y desarrollando la pesca tradicional, porque lo llevan en la sangre y porque su pesca es un símbolo de la zona y, sin ella, se perdería la cultura y la historia que guardan los humedales de esta pequeña isla valenciana.
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