Entrevista a Xosé Manuel Pereiro"Si hoy hubiera otro Prestige, también habría medios que dirían que no es verdad lo que estamos viendo con nuestros ojos"
A Coruña-Actualizado a
Xosé Manuel Pereiro (Monforte, 1956) era delegado de Televisión Española (TVE) y
corresponsal de El País cuando un petrolero en apuros naufragó frente a las costas gallegas
tras seis días vagando por el océano a lomos de la errática gestión de las autoridades locales y estatales, provocando la mayor catástrofe ecológica de la historia de España. Coordinador de Chapapote (Libros del KO) y autor de Prestige, tal como foi, tal como fomos –Prestige, tal como fue, tal como fuimos- (Galaxia), que se han publicado estos días, es codirector de Luzes y uno de los periodistas que más han estudiado el siniestro y la emergencia económica, social y medioambiental en la que derivó y que canalizó el movimiento Nunca Máis. También conoce, porque la vivió en primera línea, la estrategia de mentiras y desinformación que la acompañó la primera y, probablemente, más burda de las que desarrollaron los Gobiernos de Aznar.
¿No le da un poco de miedo constatar que quienes gestionaron la catástrofe del Prestige no sólo dicen que volverían a hacer lo mismo, sino que es lo que hay que hacer en un caso así?
No me extraña teniendo en cuenta que esa decisión la tomaron sin tener en cuenta ningún tipo de consulta o criterio técnico. Dependió del pie con el que se levantó ese día el ministro de turno. Aunque habría que recordarles que un año antes habían hecho un ejercicio nacional de salvamento para prever un incidente similar, y la solución técnica que se les ocurrió entonces fue apartar el barco de la costa.
Hay una cierta cadencia de entre 10 y 20 años en los accidentes de petroleros en la costa de A Coruña: el Urquiola en 1976, el Mar Egeo en 1992, el Prestige en 2002. Da un poco de yuyu.
Cruzo los dedos. La legislación europea ha mejorado, pero los medios siguen siendo los mismos. Mejor dicho, la falta de medios sigue siendo la misma.
"La legislación europea ha mejorado, pero los medios siguen siendo los mismos"
¿Dónde estaba usted cuando se conocieron las primeras noticias sobre un petrolero en problemas?
A cien metros de la redacción, iba camino de mi casa y nos llegó la noticia de que el temporal había derribado una grúa en la calle Real de A Coruña y había matado a dos mujeres. Estábamos hablando con el concejal que se encargaba de Protección Civil y un compañero especializado en marítima le preguntó por un petrolero en apuros. El concejal no tenía ni idea. Durante entre 12 y 24 horas, la noticia fueron las mujeres fallecidas, porque además había muerto otra por otra caída de una grúa ese mismo día en Santurzi. Entré en directo en el informativo de primera hora de La Primera y me preguntaron primero por las señoras, y luego por el Prestige, si era cierto que el capitán del barco se resistía a ser remolcado. Me pareció que ya entonces empezaban a verter tinta de calamar.
¿Cómo vivió aquellas maniobras del entonces director de informativos, Alfredo Urdaci, para tapar desde la televisión pública lo que estaba pasando?
Empecé a hacer reportajes sobre el Prestige hasta que tuve la mala idea de preguntarle a un sargento de Rianxo -del primer contingente de soldados españoles que llegaron a las playas bastante tiempo después de que empezara a llegar petróleo, y que venían a preparar comidas para los voluntarios- si no pensaba que más vale tarde que nunca. A partir de ahí dejé de hacer reportajes.
¿Por orden de la dirección?
Sí. Después de aquella pieza apagué el teléfono, y por la mañana tenía un montón de llamadas y mensajes de un número con el 91 delante. Era el jefe de sección: "¡Joder, Pereiro! ¿Cómo me haces esto? ¡Estás loco!". Al día siguiente, mientras hablaba por teléfono, vi entrar a Urdaci por la puerta de la delegación. Nos saludamos, pero no me dijo nada.
O sea, que fue un desembarco de la dirección para tomar el control de la información que se daba desde aquí.
Sí. Desde entonces me tocó hacer el parte de manchas: la mancha está aquí, va hacia el norte por el viento, al sur... Información meteorológica, vamos. Mis expectativas no eran llegar a director de informativos de TVE, y en El País sí podía contar lo que estaba pasando. Uno de esos días llamé al que era jefe de prensa de Mariano Rajoy y me dijo: "Vamos a ver, ¿esto es para TVE o para El País". Le respondí: "David, la verdad es la verdad en cualquier medio".
¿Cómo se convive con la sensación de trabajar para un medio que estaba contando mentiras?
Nunca me prohibieron decir "marea negra" ni nada similar. Sé que hubo otros periodistas a los que sí, pero también es cierto que se presiona a quien se puede. En cualquier caso, lo que sí sucedió es que había muchas diferencias entre las informaciones que se hacían aquí y las que se hacían en Madrid. A mí nadie me reprochó nunca nada cuando fui a hacer reportajes a los pueblos a donde había llegado el chapapote, y hubo gente de TVE que sí sufrió eso.
"La verdad es la verdad en cualquier medio"
Hubo directos de Urdaci rodeado de vecinos increpándole. ¿No se sentía usted mal al ver cómo la gente insultaba al medio para el que usted trabajaba?
Yo trabajo en un medio, pero no le entrego mi alma. En cuanto a Urdaci, después de aquella entradilla ya no se sabía nunca dónde estaba.
El problema de que se minimizara desde la televisión pública la llegada de la marea negra no era sólo ético, sino que impidió que se tomaran medidas efectivas contra ella.
Fue una huida hacia adelante. Negaron el problema. Y al negarlo, concluyeron que ni siquiera la Xunta podía hacer algo. Por eso se levantó la gente. La lectura del Gobierno fue: "Esto está pasando a 600 kilómetros, así que no está pasando". Y la sensación que tuvo la sociedad gallega fue que el Gobierno la engañaba y la Xunta no hacía nada. La Administración, el Estado entendido en su sentido amplio, desapareció de Galicia. Sus representantes se dedicaban a contar mentiras, a decir que la cosa estaba cojonudamente bien, que las playas estaban esplendorosas, como dijo el exministro de Defensa Federico Trillo, o que gracias a la actuación de las autoridades se había evitado una marea negra, como dijo Arias Cañete, exministro de Agricultura y Pesca, seis horas después de que se chapapotearan 190 kilómetros de costa.
¿La prensa gallega tuvo un comportamiento distinto?
Durante un tiempo, los periodistas tomamos el control de lo que pasaba. Las directrices nos sobrevolaban, pero las redacciones se convirtieron en lo que tienen que ser: núcleos de debate sobre lo que es noticia o no. En prácticamente todos los medios gallegos sucedió eso.
¿Usted cree que los periodistas y los medios responderían ahora de la misma manera, o, visto lo visto, sería imposible que una empresa periodística dejara la gestión informativa de otra catástrofe en manos de su redacción?
Ahora hay tanta polarización en los medios que algunos incluso dirían que no es chapapote, sino chocolate a la taza. Y habría un enorme follón en redes. La del Prestige fue la primera gran crisis en España que ocurrió cuando ya funcionaba Internet, aunque entonces las únicas redes sociales eran los sms y las listas de correo. En general, en épocas de crisis, los periodistas siempre acaban arrimando la mano al timón. Habrá gente a la que le dicten una consigna y la siga, pero mucha otra se acogerá a la doctrina de Bartleby, el escribiente: "Preferiría no hacerlo". En una crisis, cualquier cadena de mando se resiente. En la Xunta y en el Gobierno nadie cuestionó en público la decisión de apartar el Prestige de la costa, pero en las conversaciones internas, muchos la criticaron.
Alejarlo de la costa en una ruta de navegación que exponía al mar el costado dañado.
Decían que era una chatarra, pero aguantó siete días y 40.000 golpes de mar, según la sentencia. Lo llevaron de un lado a otro, encendieron los motores, que son 200.000 caballos de potencia... López Veiga, exconselleiro de Pesca de la Xunta, se justificó años después diciendo que su teoría era que era mejor alejar el barco porque así el chapapote tardaría más en llegar y estaríamos mejor preparados. Pero no fue así porque no había medios. En la ría de Arousa, quienes trataron de contener el vertido fueron los marineros, las mariscadoras, la gente, haciendo barreras con almohadas y cojines. En Galicia contábamos con ocho kilómetros de barreras, que igual sirven para cercar un barco en una ría, pero no para una mancha de cientos de kilómetros con un vertido de 60.000 toneladas. Aunque, en palabras del delegado del Gobierno, Arsenio Fernández de Mesa: "Hay una cantidad clara, y es que la cantidad exacta no se sabe".
"EL PP se lo planteó como un problema político que podía hacerle perder varias alcaldías, con ellas diputaciones"
Si el barco se hubiera refugiado en la ría de Corcubión, como se barajó, no se habría hundido y no habría vertido esas 60.000 toneladas que algunos elevan a 70.000.
Sí, pero el PP se lo planteó como un problema político, que podía llevarle a perder alcaldías y, con ellas, diputaciones. No hubo otro cálculo que ese. A las dos horas del primer SOS del capitán del barco, el director general de la Marina Mercante, López Sors, le dijo al director general de Salvamento Marítimo que había que alejar el barco hasta que se hundiera.
Es razonable que en una situación así se puedan tomar medidas equivocadas, pero no se entiende que una vez que se constata que no han funcionado los mismo implicados sigan diciendo años después que hicieron lo correcto.
Si hubieran debatido el asunto y si la conclusión a la que hubieran llegado fuera que lo mejor era alejar el barco, podrían asumirlo como un error. Pero insisto en que ese debate nunca existió. Claro que fue una decisión apresurada; la tomaron en dos horas, al remolcador Ría de Vigo ni siquiera le había dado tiempo a llegar a donde estaba el petrolero.
Volviendo a ese tiempo breve en el que los periodistas y las redacciones tuvieron el control de la información, todo eso se terminó en cuanto Aznar delegó en Rajoy la gestión de la crisis. Rajoy contactó con los propietarios de los medios y al día siguiente se prohibió a los periodistas hablar de "manchas" y de "marea negra", términos que se sustituyeron por "galletas" y "lentejas" de chapapote.
En TVE no fue así. Quizás porque en un informativo de televisión la información está menos jerarquizada, en el sentido de que son tres, cuatro o cinco piezas como mucho, no como un periódico, que tenía muchísimas más. Pero en el resto de los medios sí se notó. Los medios gallegos contaron hechos hasta que apareció Nunca Máis, y entonces empezaron a hacerse las preguntas equivocadas: quiénes son estos tipos, quién está detrás, quién paga las banderas de Nunca Máis... En vez de preguntarse por qué había surgido el movimiento y tratar de responder a esa pregunta. Desde entonces, en la prensa dejaron de mandar la realidad y la verdad y empezaron a mandar los intereses del poder. ABC y La Razón sacaron las fotos de los líderes de Nunca Máis como si acabaran de salir de Alcalá Meco, cayeron las demandas de Manos Limpias, la investigación del fiscal general del Estado, Jesús Cardenal...
¿En todo eso no pudo influir que el poder considerara a Nunca Máis como una herramienta política de la oposición, no como un movimiento ciudadano?
El esqueleto de Nunca Máis era el Bloque Nacionalista Galego, que pensó que una manifestación que habían convocado los sindicatos para protestar por la gestión de la crisis y las consecuencias del vertido, y que fue el inicio del movimiento, no debería ser sectorial, sino un acto de repulsa nacional. Nunca Máis no era un plataforma convencional de partidos y sindicatos. Entre las 365 organizaciones que la formaron, y lo recuerdo porque eran tantas como los días del año, había desde asociaciones ecologistas y vecinales hasta multinacionales de la acuicultura como Stolt Sea Farm. Y es cierto que, también durante un tiempo, Nunca Máis tuvo poder real. Porque era un movimiento transversal y abierto, lo que permitió que tuviera la enorme dimensión social que tuvo. Para mí, incluso más que el No a la guerra y que el 15M.
"Nunca Máis tuvo más dimensión social que el 15M y el No a la guerra"
¿Nunca Máis fue resultado de la gestión del naufragio o de las mentiras?
Fue el resultado de la sensación de orfandad que sintió la sociedad gallega. "El Gobierno central nos engaña, el de aquí no se mueve y obedece". Fraga, que era un tipo que estaba todos los días en la calle, desapareció por completo, en una época en la que la ciudadanía tenía la impresión de que la Xunta mandaba en Galicia más que el Gobierno de España. Abandono y engaño.
¿Aznar mandó aquí a Rajoy a gestionar la crisis medioambiental provocada por el vertido o para neutralizar la emergencia social derivada de Nunca Máis?
Rajoy era el único que podía apagar el fuego. El resto, como luego se supo, eran ladrones o ineptos.
Él también quedó de inepto ante la opinión pública casi desde el primer día, con aquello de los hilitos de plastilina en estiramiento vertical.
Eso fue una cabronada, sinceramente. Él leyó un informe técnico sin saber que lo que estaba leyendo, con esa gracia natural que le caracteriza (hasta el punto de que dijo "hilitos" y todo el mundo pensó que decía "hilillos"), se estaba viendo por televisión.
Pero debió haberse leído antes el informe, ¿no? Le pasó como hace poco a Feijóo con 1984.
O lo mismo que Arias Cañete diciendo que no había marea negra seis horas después de que el fuel llegara a la costa. Oiga, ¿es que usted no escucha la radio? ¿Es que no tiene personal de prensa y comunicación que le diga que hay 190 kilómetros de costa chapapoteada? No, usted se viene de Madrid con su historia aprendida de que aquí no pasa nada y la realidad le importa un huevo. Usted viene a engañar. Lo que sucedió con Rajoy es que el papel de portavoz único que tiene que haber en cualquier crisis, en esta le había tocado a Fernández de Mesa, que no daba el perfil. Aznar envió a Rajoy a sofocar incendios. No era experto en recogida de chapapote, ni mucho menos.
Era portavoz del Gobierno, y gallego.
Rajoy es vago pero disciplinado, como alguien me definió a mí una vez. Le mandaron a arreglarlo, a arreglarlo todo, aunque evidentemente no sabía nada de mar.
"Rajoy es vago, pero disciplinado, como alguien me definió a mí alguna vez"
¿El plan Galicia que aprobó el Gobierno de Aznar en un Consejo de Ministros en A Coruña, con proyectos e inversiones millonarias para el país, fue una idea de Rajoy?
Posiblemente. De Rajoy y de Francisco Vázquez, que era el alcalde de A Coruña, del PSOE. Cuando Vázquez se enteró de que el puerto exterior no figuraba inicialmente en el plan, amenazó con abrir la Casa Consistorial para que Nunca Máis pudiera entrar y reventar el Consejo de Ministros. Lo ha contado él mismo.
Dijeron que el puerto exterior de A Coruña, en Punta Langosteira (Arteixo) que costó más de 1.000 millones de euros y se construyó a raíz del Prestige, iba a ser un puerto refugio.
Es un puerto comercial de contenedores. No puede ser un puerto refugio porque está en mar abierto y activo menos de cien días al año. Tendrían que programar los naufragios para que ocurrieran sólo en esos días.
O sea que forma parte del cúmulo de mentiras que aún hoy se siguen vertiendo sobre el Prestige.
El puerto exterior se hizo para impulsar una operación inmobiliaria, consistente en liberar los terrenos del puerto urbano de A Coruña, que está en medio de la ciudad, para construir en ellos y trasladar a Langosteira esas instalaciones. Cualquier puerto refugio tiene que estar abrigado y ser accesible. De hecho, cuando los barcos no pueden entrar en A Coruña o en Ferrol por el estado del mar, donde se refugian es en la ría de Ares, no en Langosteira.
Las mentiras sobre el Prestige continuaron luego con el plan Galicia, del que no se han ejecutado ni la mitad de las inversiones.
Nunca he visto a un Gobierno tan desnudo como aquél.
El protocolo de mentiras con el que aquel Gobierno de Aznar enfrentó la crisis del Prestige se repitió poco después con el accidente del Yak-42, la foto de las Azores y las armas de destrucción masiva, y hasta con los atentados del 11M
De hecho, con el 11M la reacción social no se produjo tras la constatación de una mentira, sino por la sospecha de una mentira. Recuerdo a Francisco Vázquez al día siguiente, en la manifestación de A Coruña, decir: "Que no venga ahora ningún hijo de puta a decir que esto no ha sido obra de ETA". Y eso que los manifestantes no gritaban "No ha sido ETA", sino "¿Quién ha sido?".
"En el 11M la reacción social no se produjo tras la constatación de una mentira, sino por la sospecha de una mentira"
En el 11M ya no se dejó la información en manos de los periodistas y de las redacciones. Lo digo por las llamadas de Aznar a los directores de los grandes medios, y de su jefe de gabinete a los de los periódicos medianos, para convencerles de que atribuyeran los atentados a ETA.
Y a las embajadas, para que hicieran lo mismo en el extranjero. Contaba Jesús Ceberio, director de El País, que cuando Bush fue a la capilla ardiente, se acercó al embajador y le dijo que sus servicios de inteligencia le aseguraban que no había sido ETA.
La única consecuencia política del Prestige fue la caída de Cuiña y su sustitución por Feijóo.
Feijóo está donde está, y la rama galleguista del PP, laminada, al menos como línea de pensamiento.
¿Usted cree que eso se repetiría si hubiera otro Prestige? ¿Que el poder manipularía a los medios y que los medios se dejarían manipular?
Creo que sí, pero vuelvo a acudir a lo de la polarización. Hoy habría medios que intentarían convencernos de que lo que estamos viendo con nuestros propios ojos no es verdad.
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