Este artículo se publicó hace 3 años.
La Xunta autoriza una tala masiva de árboles centenarios próximos a una zona natural protegida
Las plataformas de defensa del patrimonio natural de Lalín, en Pontevedra, luchaban para que este territorio, A Fraga de Cardiego, se incluyese en la protección del monumento A Fraga da Quiroga, que conforma con estos bosques colindantes una ruta de alto valor medioambiental.
Santiago De Compostela-
Fue un vecino que sale a caminar todos los días por A Fraga de Cardiego en Lalín (Pontevedra) el que dio el aviso. Nadie se esperaba que la parroquia de Catasós fuese a ser testigo de una tala masiva de árboles autóctonos que plantaron sus propios antepasados. El paraje se encuentra a unos 200 metros de A Fraga de Casas Vellas, declarada monumento natural en el año 2000 por su biota. Las plataformas vecinales de la zona luchaban para que la protección de este entorno se extendiese también a los bosques colindantes de rasgos similares, y ahora se preguntan cómo pudo terminar en una ruta demolida.
Este conjunto de fragas constituye "una serie de masas arbóreas de bosque mixto caducifolio que se van sucediendo una tras otra, y que necesariamente deben ser consideradas como una unidad, configurando un espacio propio y singular", explica la organización Roteiros de Lalín, nacida para defender y promover estos lugares. De esta manera, integran el conjunto las fragas de Portocelo, A Pereira, Penelas, Quiroga, As Zancas, Cardiego, Casas Vellas y Cerredo. En la Carballeira de Quiroga, conocida como Fraga de Catasós y declarado monumento natural hace veinte años, vivió Emilia Pardo Bazán y escribió allí unos capítulos de su obra maestra Los pazos de Ulloa. Se considera que los castaños que conforman el lugar son los más altos de Europa ya que pueden alcanzar los 30 metros de altura, plantados a comienzos del siglo XIX y que pertenecieron por entonces a la familia Quiroga, emparentada con la escritora gallega. Por todo ello, las organizaciones vecinales pretendían que los bosques colindantes que componen los distintos caminos y las rutas se unificasen y consolidasen un lugar único, amparados por las administraciones. En este proceso se encuentra actualmente la Xunta de Galicia, del que se desconoce su situación.
Según informa en una nota de prensa el Ayuntamiento de Lalín, gobernado por el PP desde 2019, fueron los propietarios del castaño de Cardiego -así se llama la zona exacta de la tala- los que tomaron la decisión, explicando que el gobierno local no ha realizado ninguna tramitación al "no tener competencias sobre este tipo de trabajos en suelo rústico". La concejalía de Medio Ambiente sí explicó que esa tala de robles y castaños tuvo una autorización pertinente de la Xunta "en regla" la cual ratifica que el proceso se llevó a cabo "de manera legal", algo que puso en duda el PSOE. Sin embargo, las plataformas en defensa del medio ambiente, de las que los vecinos del lugar son voluntarios, tienen una opinión contraria, ya que el Gobierno gallego está precisamente gestionando la protección de estos lugares.
El vecino y voluntario de Roteiros de Lalín, José Jácome, explica que existe una "normativa de protección del paisaje" y que el dicho exterminio semeja a un "fraude de ley" al no respetar el supuesto amparo que iba a desplegar la Xunta. Además, también está pendiente por parte del Gobierno local la declaración de Espacio Natural de Interés Local (ENIL) debido al valor de su fauna y flora. Arrasar con esta naturaleza significa vender árboles de más de 100 años de antigüedad que fueron plantados por los padres y abuelos de los que cuidan y reivindican las fragas de Lalín, organizando rutas para que la gente conozca la fortuna de su paisaje. Jácome lamenta que se termine con la explotación tradicional de estos terrenos, y en su lugar, la Xunta impulse la plantación de eucaliptos, aunque en este caso, se desconoce la intención de la tala de los árboles.
"Monocultivo de eucalipto, procesos de minería, parques eólicos, modelo de devastación de recursos naturales, todo esto para favorecer a empresas que tributan fuera de Galicia…", continúa Jácome. De hecho, esta lucha para proteger los bosques gallegos de Catasós fue apoyada por la justicia, que ratificó en 2017 que Fenosa no podría llevar a cabo una línea de alta tensión que iba a sacrificar más de 2.000 árboles. Ahora, los vecinos sienten que esa pesadilla se ha hecho realidad, sin saber ni siquiera la cantidad de árboles que han cortado.
Nicolás Gónzalez, vecino que participó en las protestas de 2017 y europarlamentario por el PSOE, cuenta a Público que "resulta increíble que se pudiera salvar la fraga de la línea eléctrica y que ahora sea más difícil salvarla de sus propietarios. Hay un problema en la conservación del bosque en Galicia que va más allá de las amenazas externas". El grupo municipal socialista solicitó la documentación pertinente con el propósito de revisar el encaje jurídico de la actuación. González, aunque la alcaldía se lave las manos al respecto, dice que "todo pasa por ella" y que sí que ha tenido que participar en alguna parte del proceso.
Un portavoz de la Plataforma Salvemos Catasós, Antón Branco, explica el desconocimiento general de la población del lugar sobre esta tala de árboles. Cree que es una devastación "demasiado grande" y no entiende cómo el ayuntamiento no ha podido "interceder". Branco narra las características del paisaje: "un bosque atlántico por donde pasa un río, con especies vulnerables como el narciso y amplia variedad de pájaros, que se pudo conservar hasta el momento con actividades de ganadería, pesca y agricultura". Por ello reclama la declaración del ENIL para iniciar actuaciones y recuperar lo antes posible la calidad de los ríos, trabajar en un plan de recuperación de las especies vulnerables y para el tratamiento de plantas invasoras.
En el monte talado vivirán para siempre los recuerdos de los vecinos de Lalín. "Estoy como si me arrancaran parte de mis entrañas. De niño iba a recoger setas y castañas. Me toca en el sentimiento. A uno se le cae el alma a los pies, llevamos cinco años trabajando para dinamizar y dar a conocer los valores patrimoniales y culturales de aquí, uno se cuestiona si esto tiene sentido", cuenta Jácome. Estos vecinos observan consternados cómo las administraciones favorecen a las grandes empresas dándoles carta blanca con unos intereses muy lejos de la defensa de la naturaleza. Un negocio que destruye a la Galicia verde y que atenta, mucho más de lo que el medio ambiente puede soportar, contra la vida, la cultura y la memoria.
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