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El escritor Javier Castillo. Foto: Jaime Morato
El escritor Javier Castillo. Foto: Jaime Morato
El escritor Javier Castillo. Foto: Jaime Morato
El escritor Javier Castillo. Foto: Jaime Morato

Javier Castillo, autor de ‘La chica de nieve’: «No hay fuegos artificiales en el oficio de escribir»

Ha pasado solo una semana desde que Netflix estrenó la serie basada en el best seller de la pandemia y las redes sociales del escritor arden. No para de recibir preguntas sobre la posibilidad de que se materialice una segunda temporada y, entre tanto, anda inmerso en el lanzamiento de su sexta novela. Sin embargo, no se deja arrastrar por el éxito y se define en Twitter como «padre de dos demonios risueños» (y espera un tercero). Ese es su mayor triunfo.

Aurora Muñoz

Casi 2 millones de ejemplares vendidos entre sus cinco primeros libros, todos best sellers. Unas ganancias que superaban el medio millón de euros hace dos años, según confesó en La Resistencia. Más de 56 mil seguidores en Twitter y 420 mil, en Instagram. Un galardón al ‘Mejor escrito del año’ otorgado por de la revista Hoy Magazine en 2021. La cima del top mundial de series más vistas en Netflix está coronada por la que se basa en su novela La chica de nieve, solo una semana después de su estreno. El 1 de febrero publicó su nueva novela, El cuco de cristal, que solo en un día ya iba por la segunda edición. Las cifras que rodean a Javier Castillo parecen no tener techo.

Sin embargo, hubo un tiempo, allá por 2017, en el que Patria, de Fernando Aramburu era imbatible en las listas de libros más vendidos. Llevaba más de 112 semanas consecutivas en lo más alto y, de pronto, en cuestión de tres semanas, fue desbancado por un nuevo autor español. Castillo era entonces un desconocido absoluto que rondaba la veintena y se dedicaba a la asesoría financiera. En 2014, había enviado el borrador de su primer libro, El día que se perdió la cordura, a varias editoriales y la respuesta no llegaba. Un año después optó por colgarlo en formato electrónico en la plataforma Kindle Direct Publishing y los dígitos empezaron a girar muy deprisa, hasta situarse en el top 100 de Amazon durante 540 días. En 2017, dio el salto al papel con el sello Suma de Letras y el fenómeno continuó imparable incluso durante la pandemia. Alrededor de 6.800 personas asistieron en streaming a la presentación de La chica de nieve, que acababa de salir al mercado dos días antes de que se decretase el estado de alarma y se convirtió en el libro más leído en ese periodo. Aquello lo alzó al podio como el tercer autor más vendido de España, sólo por detrás de Pérez Reverte y el anteriormente mencionado Aramburu. Su penúltima novela le permitió conquistar un nuevo hito. Durante la promoción de El juego del alma se proyectó una imagen del escritor en Times Square, lo que le ha convertido en el primer autor español en presidir este simbólico espacio de Nueva York.

En cambio, el éxito para este autor malagueño tiene poco que ver con los números. En una entrevista concedida a Esquire aseguró que cuando se dedicaba a las finanzas veía «la poca felicidad que genera ganar dinero y la enorme frustración que provoca perderlo». En su nuevo camino, ha dejado de mirar los extractos del banco, así como los embistes de la crítica. Castillo simplifica la ecuación y comprende que su trabajo consiste en enganchar a los lectores. Ha pulido esta fórmula hasta hacerse imprescindible en la franja de lectores entre 18 y 30 años, un target impaciente y con una oferta de ocio inagotable. «Si consigues que alguien siga leyendo mientras recibe un whatsapp, eso es la genialidad», resumía hace dos años en declaraciones a los medios. No hay más.

Esta entrevista tuvo lugar el mismo día que se colocaba en las estanterías su último retoño literario. Castillo llega puntual a nuestra redacción, en la Gran Vía madrileña, sin apuros, como si todo el hype que rodea a un lanzamiento no fuera con él y confiesa que, aunque la oportunidad de publicar siempre es un regalo, la labor del escritor tiene poco de excepcional. Siempre recuerda una anécdota baja del pedestal a novelistas y plumillas. Corría el año 2019, había estado horas firmando libros y atendiendo a la prensa en Sant Jordi y, cuando todo terminó, su abuela solo tenía una pregunta para él: «¿Tú has cenado?». Era, quizás, la más relevante que le habían hecho hasta entonces. Así que, ¿por qué mitificarlo?

Esta semana está de estreno. La primera pregunta está cantada: ¿cómo se llevan los días de lanzamiento?

Estoy muy nervioso porque, además, están siendo semanas muy locas. Se ha unido el lanzamiento de la serie La chica de nieve con la publicación de El cuco de cristal, apenas cinco días después, y la verdad que es todo a la vez es muy abrumador. Estoy deseando que la gente la empieza a leer ya. Es más, sé que muchos ya lo habrán terminado. Seguro. Todavía no he tenido tiempo de meterme en redes para empezar a ver opiniones y demás, pero siempre ilusionado. Se pasa mucho tiempo solo para escribir y de repente, después de dos años de trabajo, la gente ve el resultado. No puedes dejar de pensar qué les parecerá. Siempre hay un nerviosismo al principio que es muy bonito.

El cuco de cristal ya había escalado directamente al número 1 de los más solicitados en Amazon España solo con la preventa. Esto no es la primera vez que le sucede: fue el autor más vendido de la pandemia, en un momento complicadísimo, y ya van seis libros que, además, han salido al mercado muy de seguido. ¿Cómo se logra alcanzar el bestseller, novela tras novela, sin agotar la fórmula?

No lo sé, sinceramente. Lo que intento es que cada libro sea el mejor posible para la gente, que sean historias muy originales y toquen muchas emociones para que, cuando las leas, te remuevan por dentro. Es lo único en lo que me centro. Intento no pensar ni en el éxito, ni en las cifras, ni en nada, ni si va a funcionar o no. porque en realidad eso está totalmente fuera de control. Lo único que yo puedo dominar es el texto que escribo y luego ya lo que suceda con las historias, el que la gente las recomiendo mucho o las quiera mucho, está fuera de mi control. De momento, tengo la suerte de que sigue pasando y que a muchísima gente le gusta lo que escribo, ese tipo de misterio tan particular en el que se producen muchos giros y todo es importante. No hay nada en la novela que te sobre y la gente sabe, cuando compré un libro mío, que va a ser emocionante va a ser. Ese es el mejor regalo que les puedo hacer, tener mi sello propio, mi manera de escribir particular.

Tampoco podemos dejar de lado el éxito de la adaptación televisiva de La chica de nieve, que se convirtió en la segunda serie más vista en el mundo en la plataforma Netflix solo 48 horas después de su estreno. ¿Cómo se fraguó ese salto espacio temporal del Día de Acción de Gracias en Nueva York en el que se inscribe su relato a la versión malagueña que vemos en la pequeña pantalla?

Fue una decisión muy bonita, muy natural. Los derechos de la novela estaban vendidos a Netflix España y la adaptación tenía que ser aquí. Era una decisión que ya estaba tomada y la cuestión era encontrar el mejor lugar para hacerlo. Málaga se está volviendo muy famosa últimamente por su Navidad, además de por todo lo que tiene, y como la historia arranca en la cabalgata de Reyes, nos encajaba muchísimo. La ciudad se prestaba porque tiene muchos rincones bonitos y también permite contarlo con un aire muy cosmopolita, pero tradicional al mismo tiempo. Tiene muchos contrastes y mi voto siempre caía hacia el lado de Málaga. Al final, esta es una historia universal, que puedes contar casi donde quieras, pero en este caso hemos optado por mi ciudad y estoy súper orgulloso.

Milena Smit ha declarado en una entrevista que concedieron de manera conjunta a El Periódico que rodó La chica de nieve sin leerse el libro. Aun así, ¿es ella la Miren que imaginaba?

Sí, porque en el guion habíamos hecho un trabajo muy bueno de definir el personaje y su universo. En la novela, Miren parte de haber sufrido una agresión sexual que no se resolvió, pero ella medio intuye quiénes estaban detrás. La serie tiene un trasfondo muy distinto. Tiene acceso a amas porque está en Estados Unidos y es un personaje vengativo, como ocurre en la serie, pero de un modo más activo que en la adaptación. Hemos cogido el trasfondo de la protagonista, esa agresión sexual y la hemos difuminado un poco para que no se conozcan los culpables. Hay algunos matices diferentes, pero el personaje tiene el mismo arco de transformación, sigue sufriendo y enfrentándose a momentos cotidianos duros, que es la realidad de lo que ocurre cuando una persona sufre una agresión sexual. Se queda muy marcada en su cabeza y siempre, en pequeños gestos, vuelve ese recuerdo. Hemos intentado hacer con honestidad y mucho tacto lo que representa esta realidad para mucha gente. Algunas víctimas han visto la serie y nos han dicho que se sienten como ella, que la comprenden cien por cien y, por primera vez, han entendido que lo que les pasa a ellas no es único, sino que es algo mucho más común. Es muy bonito que la serie sirva para ayudar a gente con ese trasfondo.

Otro punto clave sobre la adaptación de esta obra al audiovisual es la decisión de convertir al inspector Ben Miller en la inspectora Millán, a la que interpreta Aixa Villagrán. Este giro hace que la mayor parte de la acción recaiga sobre dos mujeres: una policía y una periodista. ¿Cree que ha llegado la hora de aspirar a algo más que a superar el famoso test de Bechdel?

Yo creo que sí y no sólo eso, ya es hora de dar un paso al frente y reivindicar temas que son importantes. Tanto la adaptación como la novela tratan temas evidentemente muy femeninos como la manera de lidiar con una agresión sexual. Se afronta la violencia contra mujeres e intentamos reflejarla en la serie con escenas concretas de miradas lascivas y comentarios pasados de tono. También se busca ofrecer una mirada seria hacia la maternidad y cómo te puede transformar. El hecho de que personaje de Ben Miller fuera una mujer en la serie, le da mucha más fuerza a esos temas y la adaptación del personaje fue un proceso natural. Al principio era un hombre, como en la novela, pero nos encontramos con que necesitábamos que el investigador dialogase y lo dividimos en dos personajes. Hubo un momento en el que teníamos que decidir quién iba a cumplir con el papel principal y, en una resolución muy acertada, se optó por realzar los temas de fondo y quisimos que Belén Millán fuese Ben Miller.

Otra saga que está esperando su paso a la ficción en pantalla es la que inicia El día que se perdió la cordura. Vendió los derechos antes que los de La chica de nieve, pero seguimos sin verla llegar. ¿Por qué se está retrasando?

Bueno, es un tipo de proyecto muy distinto. La chica de nieve era una producción original de Netflix y contaba ya con una plataforma de distribución. No es el caso de que El día que se perdió la cordura y El día que se perdió el amor. Los derechos de las dos novelas fueron comprados por productoras que buscaban luego la pantalla donde emitirlo y ese es un proceso más lento porque se va negociando por países, pero llegará. Estamos todos trabajando en ello y con ilusión. Es una historia muy original, muy distinta, y creo que tiene mucho potencial.

Con la mención a esta novela volvemos a los orígenes. Hagamos una elipsis temporal, como en sus novelas. Ha contado en múltiples ocasiones que escribió su primer libro, autoeditado, en los 40 minutos que duraban los trayectos de tren hasta su trabajo. Desde entonces, todo ha cambiado y no solo en tu vida profesional, también en el sector. Vivió una presentación de novela por streaming con una marea de videoasistentes, tiene grandes comunidades de seguidores en redes sociales… Un escritor del siglo XXI, ¿tiene que saber manejarse en los entornos digitales para triunfar?

Es muy importante, por dos razones fundamentales. Para empezar, a mí no me gusta nada la figura del escritor ermitaño que se monta una atalaya, escribe un libro durante muchos años y luego aparece como si llegase con las dos tablas bíblicas. Yo soy una persona muy normal, me gusta la cotidianidad e intento no darme importancia. Procuro que la gente sienta la verdad. Escribir es sentarte en tu despacho y echar horas mientras los niños juegan en casa, ya está. No hay nada de fuegos artificiales en todo esto.

Como comentamos al inicio, el trabajo de escritor es muy solitario. Pasas mucho tiempo debatiéndote, tienes dudas, no sabes qué contar, pasas horas sin pulsar una tecla y tener redes sociales te abre una ventana de conexión con la gente, te da una perspectiva de cómo son las personas que te leen y eso ayuda muchísimo. A lo mejor no determina la trama, pero si contribuye a que sepas cómo modular el lenguaje. Cuando vas a escribir un libro, debes que tener claro que se completa en la cabeza del lector y para que sea espectacular hay que conseguir que ambas fases encajen muy bien. Eso solo se logra si conoces bien a la gente que te sigue y yo, además, trato de responder a todo el mundo que me escribes. Estas semanas es imposible, pero intento hablar con ellos. Es muy bonito pensar que no se trata solamente de un libro que he escrito y te lo entregó, también es una forma de demostrar que te conozco y sé que te puede gustar.

 

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Me encantaría poder viajar al pasado y conocer el proceso de cómo escribía Scott Fitzgerald. Me parece impresionante solo pensar en la posibilidad de sentarme y asomarme a ver qué sube hoy. Ahora tenemos esa oportunidad preciosa y quien no lo hace, puede ser por timidez, pero a lo mejor piensa en esa figura del escritor de la atalaya y la realidad es que estamos todos en el suelo.

A veces escribe cuentos distópicos y se declara fan del género. Déjenos una recomendación literaria para cerrar la entrevista.

Escribo un poco de todo y me gusta que en mis libros haya muchos géneros mezclados a la vez. Yo soy así también como lector. Tengo muchísimas obras de cabecera. Por ejemplo, me encanta la ciencia ficción y se me viene a la cabeza un libro que acabo de leer. Se llama El problema de los tres cuerpos. Es del escritor chino Liu Cixin y no puedo dejar de recomendarlo.