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Sindy Takanashi. Foto: Jaime Morato
Sindy Takanashi. Foto: Jaime Morato
Sindy Takanashi. Foto: Jaime Morato
Sindy Takanashi. Foto: Jaime Morato

Sindy Takanashi: «Todas esas mujeres famosas que fueron a hacerse las uñas a mi local fueron mi Jesulín de Ubrique»

El peluquero de Marge —la Simpson con el pelazo azul más espectacular de la serie— despliega su sabiduría capilar en la 30ª temporada y le lanza una observación certera: «Noto un punto de tristeza en tus puntas abiertas». Si esta madre de familia hubiera pasado después por el salón de Sindy Takanashi probablemente habría salido con una manicura digna de Rosalía y nos habría dejado alguna confesión imprescindible sobre su experiencia maternando y la historia de renuncias que la acompaña. Esa es la magia de esta creadora de contenido, es capaz de hacer arte en las manos mientras consigue arrancar de las entrañas lo que más nos duele.

Aurora Muñoz

«Romper las cadenas, romper los esquemas, romperles la puta cabeza hasta que sangre y así podremos encontrar la paz en este mundo de mierda». Así arranca la canción de Carlota Mad, compuesta por Guille Sacido, que Sindy Takanashi escogió para presentar Queridas Hermanas, su videopodcast en Podimo. No hay mejor descripción para lo que ella hace. Takanashi ha recorrido un largo trayecto hasta encontrar su lugar como creadora de contenido, pero su trabajo como divulgadora y activista contra la violencia machista le ha valido el respaldo de 268 mil seguidores en Instagram. Lejos queda aquella primera hazaña, cuando en 2015 abrió Nailz Boo, un nails bar de ocho metros cuadrados en el barrio de Malasaña (Madrid) que atrajo a clientas como Blanca Suárez, Dulceida, Lola Índigo, Topacio Fresh y Laura Escanes. Entonces acababa de cumplir la mayoría de edad y no tardó en convertirse en la manicurista más célebre de Madrid, hasta el punto de que, tres años después, su negocio —que no paraba de crecer— ya llevaba tres mudanzas y se instaló definitivamente en la Plaza de Pedro Zerolo. Sin embargo, lo verdaderamente increíble de su historia es el antes y el después de este éxito empresarial.

@soysindytakanashi He vuelto, z0rras. Canción @gsacido @carlotamad #queridashermanas #queridashermanaspodcast #fyp #parati ♬ sonido original – sindy Takanashi

Las peluquerías han sido siempre un lugar de peregrinaje para aclararnos la melena… y también las ideas. Justificamos las canas por estrés y las utilizamos como excusa para contarle nuestra vida al profesional que nos masajea el cráneo, como si el lavacabezas fuese un sustituto inconsciente al diván. Takanashi fue durante mucho tiempo esa psicóloga involuntaria. Las manos representan la capacidad de recibir, pero también de dar. El nail art refleja cómo queremos que nos vean y pero el lienzo donde se proyecta nos dejan claves, menos estéticas. Un buen profesional sabe detectar a la legua cuando está ante una clienta que se muerde las uñas y. al comentar este hábito, se abre la caja de pandora sobre su estado de ánimo. Takanashi, además, tiene un don para generar complicidad en ese mano a mano y, antes de que se quedara embarazada de su primera hija y decidiera vender el negocio, ya tenía sobre la mesa una oferta de Atresmedia para crear un formato en Flooxer, a mitad de camino entre el reality y la entrevista, que permitiese canalizar todas esas historias [casi de mesa camilla] que las celebrities habían ido confiándole a lo largo de sus sesiones de manicura. Aquel fue el germen de Las Uñas, que ya lleva seis temporadas.

Una de las razones por la que todas esas mujeres han decidido abrirse a Sindy Takanashi, incluso con cámaras delante, tiene mucho que ver con cómo ella se ha confesado previamente, sin envoltorios brillantes, sin tabús y, sobre todo, sin medias tintas. Sindy Takanashi nació en Venezuela y, tras vivir en varios países latinoamericanos, llegó a España a los 14 años huyendo de su maltratador. Al cumplir la mayoría de edad, comenzó a ejercer la prostitución. Aquella etapa le dejó secuelas de por vida. «Cuando la gente compara la prostitución con cualquier otro tipo de trabajo como fregar escaleras se olvidan de que cuando estás siendo prostituida tú estás siendo la fregona», contó en Las Claves, de RTVE. Ella encontró su tabla de salvación en el arte de las uñas y el feminismo. «Cuando empecé a ser trabajadora sexual renegué del feminismo, pero porque el feminismo renegaba de mí. Para la rama más conocida del movimiento yo estaba colaborando con que existiera la trata de personas», explicó en una entrega de Las uñas en la que el influencer Darío Eme Hache, su actual pareja, la entrevista.

Pronto entró en contacto con otras vertientes del feminismo y decidió desmontar esta teoría con su propia historia. Cuando comenzó a ser conocida en redes, empezó también el acoso en mensajes privados. «Había empezado a salir con mi novio actual, Darío, y me amenazaban con contárselo. Y entonces me empecé a plantear que tenía que hacerlo yo (…), aunque a la vez me parecía que era injusto tener que contar algo que pertenecía a mi pasado». Sentirse apoyada por los que la querían, le dio ánimos para hablar de ello en redes y apoyar así a otras chicas en situaciones similares. «Lo hice por la noche, ante más de 50.000 seguidores, y pensaba que no me iba a dormir, pero caí rendida. Por la mañana tenía 3.000 seguidores más y un montón de mensajes de ánimo», recuerda en aquella pieza. Desde entonces no ha abandonado el activismo contra la explotación sexual y defiende que, en ese terreno, no existe la libre elección.

 Por tu salón hemos visto pasar a Mara Jiménez, que confiesa haber sufrido violaciones en el seno de la pareja; a Carmen Lomana, que cuenta su proceso de fertilidad; a Yaiza Red Lights, que se reconoce como una víctima de abusos sexuales en la infancia y a Miare, que se abrió sobre su ruptura con Dalas por malos tratos. Son realidades muy crudas. ¿Cómo se crea un espacio seguro para que todas esas mujeres consigan compartir esas historias que habían condenado al silencio?

Hacer las uñas me parece algo súper mindfulness y creo que la cercanía de tener a alguien tocándote literalmente las manos, te hace sentirte en un lugar seguro. Es cierto que tengo un papel muy cañero dentro del programa, pero al final todas se terminan abriendo de alguna manera, porque se encuentran en un clima de confianza. A lo largo de estas temporadas hemos vivido muchos momentos impactantes, pero la confesión de Ana Peleteiro ha sido la más increíble. Es una confesión que hace porque ella misma se dio cuenta de la violencia sexual de la que había sido víctima gracias a uno de los episodios anteriores del programa. Eso emocionó muchísimo. Por supuesto, me dio mucha pena, porque lo que estaba contando era un testimonio terrorífico, pero me hizo sentir que lo que hago sirve para algo.

Yo no sabía que esto iba a explotar de repente. Suelo compararme con Belén Esteban porque, salvando las distancias, hay similitudes. Ella me parece una reina de España pero la gente llegó a conocerla porque era la mujer de Jesulín de Ubrique. Ese fue el empuje, pero ella se ha mantenido porque tiene arte, casi un don. Todas esas mujeres famosas que fueron a hacerse las uñas a mi local fueron mi Jesulín de Ubrique. Me dieron el altavoz, pero después yo lo supe llegas de las uñas al feminismo y un trabajo de estética acabó convirtiéndose en un programa. Al principio estaba flipando, porque en ese momento tenía 20.000 seguidores, tampoco era conocida y, fíjate, ya vamos a por la séptima temporada.

Podríamos decir que aquellas celebrities fueron tus primeras ‘queridas hermanas’. ¿Crees que en la unión está la clave del feminismo?

No creo que la unión sea la llave. Por desgracia, nos están intentando vender un montón de cosas que se esperan de nosotras por ser mujeres y eso contribuye a perpetuar lo que lo que en tanto nos oprime. La clave está en quitar por fin el foco de las mujeres, de juzgar lo que hacen y opinan otras mujeres. Esta supuesta división que está viendo en el feminismo, no refleja una falta de sororidad, lo único que hace es evidenciar como estamos viendo entre nosotras de qué manera llevamos a cabo esta transformación social.

Sin embargo, las redes son un espacio desde dónde has podido sumar fuerzas. En 2021 difundiste en redes el caso de María, una seguidora que denunció un caso de agresión sexual con sumisión química. Después de aquello, se inició el movimiento #DenunciaTuBar y derivó en una manifestación.  ¿Consideras que el ciberactivismo puede contribuir a cambiar las cosas?

El ciberactivismo es fundamental para que las cosas cambien porque las tecnologías avanzan súper rápido y también las formas de desarrollarse el patriarcado. No podemos esperar que las leyes se desarrollen tan rápido como el machismo en las redes, así que necesitamos vías para poder transmitir un mensaje y, además, deben ser canales que no sean potestad de una militante de un partido o una autoproclamada activista, sino cualquiera de nosotras que quiera contar una historia personal que tenga que ver con la violencia machista. Esa es la manera de llegar a la gente. Hay que darles voz. Lo que más nos interesa es que el feminismo llegue a las personas que no tienen ni idea de lo que es, a aquellas que nunca han tenido la oportunidad de sentirse representadas. Solo por ellas, el movimiento merece la pena.

Difundir aquella historia en redes sociales, te ha costado una denuncia de los dueños del establecimiento mencionado por difamación, pero tampoco ha sido el único ‘sapo’ con el que te has topado. El acoso a las feministas es cada vez más acentuado e incluso hay canales de Youtube que dedican todo su contenido a desprestigiarlas.  ¿Estás cansada de plantarles cara?

A lo mejor no se trata ya de que yo esté agotada. Quizás tendrías que preguntarle a mi familia si esto lo vale. Todos te dirían que no: mis hijos, mi novio pero, sobre todo, mi madre. En cambio, a mí me renta ya solamente por leer el mensaje de persona que me cuenta que, gracias a los vídeos que hago, le ha hecho un clic en la cabeza. Eso me da energía para seguir trabajando. De todas formas, hay que tener en cuenta que, aunque haya youtubers que se vuelquen en hacernos un ataque sistemático, no son los únicos que se ceban con las mujeres que luchamos por nuestros derechos. A día de hoy, a las mujeres nos critican desde cualquier sector, partido o ideología.

En cualquier caso, tu valor viene de mucho más atrás. Has contado que hasta los 25 años no descubriste tu verdadero deseo en las relaciones sexuales. Esta declaración recuerda a La revuelta de las putas, donde Amelia Tiganus cuenta que, en una ocasión, su pareja intuyó que ella no tenía ganas de sexo. Entonces paró, la miró y le dijo expresamente: «Yo no quiero ser ningún violador». ¿Podrías hablarnos del rastro que deja la violencia sexual en sus víctimas?

La explotación sexual deja huellas invisibles durante mucho tiempo porque nuestro cerebro intenta borrarlas para salvarnos de ello. No se puede ver mientras que estás metida dentro de ese mundo, porque tu cerebro al final te protege y no te permite entender ni procesar el dolor que estás sintiendo, pero es algo que, si consigues salir, te va a perseguir toda la vida. Seguramente yo no voy a poder volver a disfrutar del sexo nunca jamás. A lo mejor puntualmente, pero tengo un trauma incurable. Puedo aprender a vivir con él y a que no me martirice cada día, pero el estrés postraumático es algo que me va a perseguir para siempre y cuanto más me deconstruyo, más entiendo lo que viví y más me duele. Evidentemente, todo eso me ha afectado a la hora de rehacer mi vida, pero tengo la suerte de que un tío decente ha sabido acompañarme en todo el proceso. Aún así, insisto, es algo que muy seguramente para muchas mujeres suponga un daño tan extremo como para plantearse no volver a intentar disfrutar en pareja.

En una entrevista con Gabriel Rufián en La Fábrica, recuerdas cómo empezaste a ejercer la prostitución sin haber alcanzado la mayoría de edad y matizas que durante mucho tiempo pensaste que fue voluntariamente. ¿Hasta qué punto se vuelven elásticos los límites en el comercio del cuerpo cuando se entra en esa espiral?

Hemos hablado antes de cómo el cerebro nos protege y tenemos que volver por esa senda para entender esto. La psicología ha demostrado que el ser humano es capaz de insensibilizarse ante con ciertos miedos para alcanzar la supervivencia. Si puedes hacer eso con algo que te aterra, ¿cómo no vas a ser capaz de perderle el espeto a algo que, en el fondo, te da un poco igual? Pongamos un ejemplo. Estoy segura de que hay un montón de mujeres a las que no se les ocurriría hacer fotos a sus pies para venderlas. En principio, ni se lo plantearían, pero de repente viene una época un poco precaria, les despiden o se encuentran una situación en la que necesitan sacar dinero de algún sitio y entran por ahí. Estas prácticas no parece que realmente te hagan ningún daño. Cuando aceptas mercantilizar unas fotos tuyas, nadie te toca. Sin embargo, al entrar en ese mundo te expone a cosas que para ti eran absolutamente desconocidas hasta entonces y acabas por vivir rodeada por ellas día a día, hasta que les acabas perdiendo el miedo, quitas el freno y las normalizas. En ese momento, casi todo se convierte en una opción.

Yo siempre hablo del tobogán que supone el vender las bragas usadas por Internet y cómo terminas siendo penetrada por el ano por dos puteros a la vez. Participas de un mercado en el que vas a recibir propuestas de esos interesados en comprar tu ropa interior. Puede parecer que solo quieren olerla, pero puede que sea lo único que se puede permitir.  Cabe la posibilidad de que, cuando les llegue la paga extra, prefieran hacerte una oferta al alza y penetrarte. Ahí empieza todo. Habrá proposiciones que seguramente suenen muy gores y no quieras, pero habrá otras menos explícitas que te hagan plantearte ir un paso más allá. A lo mejor, lo único que te piden es que estés delante de un señor mientras se está masturbando. Eso ya va más allá de vender tus bragas y es el paso intermedio entre esos comienzos y que te terminen violando. Los límites son inexistentes, se esfuman. La explotación sexual te va alejando de esa reja que tú tenías y te mantenía dentro lo que considerabas aceptable o de lo que estabas dispuesta a hacer por dinero. Sin esa protección, acabas frente a una ventana que cada vez se va abriendo más y por la que se asoma más y más violencia.

Hace nada tuviste la oportunidad de sentarte con Mónica Alario, teórica feminista y autora de Política sexual de la pornografía. Juntas reflexionasteis sobre la deriva de esta industria y se quedó un titular imponente: «El porno no es cuestión de sexo, es cuestión de poder». Como dirían los miembros de Riot Propaganda, ¿cómo podríamos cambiarlo todo?

Para empezar, es muy importante entender el contexto en el que vivimos las mujeres. Es súper bonito pensar que hay otros tipos de pornografía que se centran en el placer femenino, pero la mayor parte de la pornografía olvida la existencia del clítoris y nos muestra a las mujeres performando un orgasmo solamente por el hecho de ver un pene. Es ridículo. Cuando se abre este debate, siempre ponemos el foco en que hay dos casos concretos de pornografía que pueden ser éticos, igual que se repite incesantemente que hay algunas mujeres que se prostituyen por voluntad propia. No entendemos que no se trata de alumbrar casos individuales, sino ampliar el campo de visión y entender que estamos ante un problema social. El porno no nos está enseñando sexo y tampoco es solo un producto de entretenimiento. Mientras exista un sistema de dominación de las mujeres, muy probablemente cualquier tipo de porno vaya a ser instrumentalizado para seguir oprimiéndonos y continuar ejerciendo violencia sexual contra nosotras.

Has contado que la primera vez que te masturbaste tenías 6 años y, desde entonces, creciste asociándote a términos como «guarra» que se proyectan socialmente sobre las mujeres que expresan su deseo sexual. Rigoberta Bandini, que se define como «perra» en una de sus canciones, estuvo también en una de tus sesiones de manicura y hablasteis del poder de las palabras. ¿Ha llegado ya el momento de darles la vuelta?

El proceso de apropiarnos de insultos o de términos que han servido para oprimirnos toda la vida es algo que me gusta. Es una acción que desarticula un sistema. En cambio, también es cierto que, aunque en un primer momento esa supuesta revolución sexual nos puede ayudar a atrevernos a hablar sobre nuestros propios cuerpos, ese efecto empoderador se disipa cuando lo único que provoca es un acercamiento a lo que se espera de nosotras por ser mujeres y, sobre todo, al placer de los hombres.

Pensemos por un momento en qué significa actualmente ser puta o ser una guarra. Seguramente podríamos serlo de muchas maneras, pero solamente nos atribuimos el término cuando adoptamos una actitud que excita muchísimo a los hombres, que no les incomoda en absoluto. Si los tíos son los primeros que están alucinados con que nosotras nos estemos empoderando de ese modo, algo falla. Mientras, se siguen perpetuando otros estigmas y si queremos disfrutar de nuestro placer de una forma que se aleja de lo que ellos quieren, entonces somos unas neomonjas o unas puritanas.

@soysindytakanashi Mañana tenéis nuevo episodio de Queridas hermanas con Ana Bernal Laura Hojman en @podimo_es 💜 #queridashermanas #queridashermanaspodcast #podcastclips #rociocarrasco #violenciamachista #feminismo #escuchaloenpodimo #podimo #parati #fyp ♬ A Gentle Sunlight – James Quinn

Cerremos esta entrevista con una reflexión sobre los medios de comunicación. Anaís Bernal-Triviño comentaba contigo las críticas que recibió por acudir a un plató de Telecinco a debatir sobre el caso de violencia vicaria de Rocío Carrasco. ¿Qué estamos haciendo mal desde la prensa para que los espacios mainstream sean despreciados?

No solamente no nos podemos permitir el elitismo en la lucha contra el machismo, sino que además tenemos que entender que, en el momento en el que no ocupemos esos espacios, habrá otros actores interesados en aprovecharse de ellos. De la misma forma que el ciberactivismo funciona como puerta de entrada al feminismo para mujeres que no tenían cercanía con el movimiento, los medios mainstream deben también actuar como otra vía accesible. Tampoco es que haga falta poner un debate infumable sobre el feminismo academicista en la hora más vista de la cadena de mayor alcance, pero por lo menos podrían incluir en sus tertulias a mujeres con una perspectiva feminista. Más que nada porque, de lo contrario, esa silla se ocupa por señores que transmiten un mensaje absolutamente misógino.

@soysindytakanashi Parte del último capitulo de Queridas Hermanas disponible en @podimo_es #feminismo #queridashermanas ♬ Cornfield Chase – Hans Zimmer

Desde tu plataforma, ¿qué se viene para hacerles frente?

Queridas hermanas tiene un final de temporada apoteósico con una invitada que ha sido muy generosa al sentarse delante de mí, porque yo siempre estoy hablando de lo importante que es conversar con personas que piensan diferente y buscar un punto en común. Nadie se espera este encuentro y va a ser muy guay. Además, no sé si esto lo puedo decir pero… ¡Se confirma la séptima temporada de Las uñas!.