Los peces no existen (y te explicamos por qué)

No estamos sugiriendo que todos esos seres vivos que nadan en el mar y los ríos —y que no son mamíferos— no existan: el atún, la carpa, el tiburón y el rodaballo, existen. Lo que hoy venimos a contar es que los peces no existen… como categoría en sentido evolutivo.  

Y es que reunir a todos los “peces” bajo la misma agrupación taxonómica es un error desde un punto de vista biológico: un pez pulmonado tiene más en común con un ser humano que con un salmón. Y, sin embargo, no decimos que el ser humano es un pez, ¿verdad?

¿Por qué entonces se incluye en la misma categoría al pez pulmonado que al salmón? ¿Tan solo porque se parecen… y viven en el agua? A continuación, tratamos de responder a estas preguntas, explicándote por qué los peces “no existen”. 

Taxonomía: la clasificación biológica de los organismos 

Esturión - Fuente: Depositphotos
Un esturión – Fuente: Depositphotos

Una de las bases de estudio de la biología es la clasificación de los seres vivos siguiendo los criterios de la taxonomía, una clasificación ordenada compuesta por una jerarquía de taxones anidados. La taxonomía estudia las relaciones de parentesco entre los organismos y su historia evolutiva a través de las relaciones filogenéticas entre los diferentes grupos o taxones.  

Así, las principales categorías taxonómicas serían: dominio, reino, filo o división, clase, orden, familia, género y especie. En el caso del ser humano, partiendo del reino, estaríamos hablando de los siguientes taxones: animales, cordados, mamíferos, primates, homínidos, homo y homo sapiens, siendo esta última el nombre de nuestra especie, la unidad básica de clasificación biológica. 

Esta clasificación se considera evolutivamente válida puesto que toda la clase agrupada con el término “mamífero” —cordados con piel o pelo y glándulas mamarias— tienen un ancestro común. Pero, ¿y los peces? ¿cuál es el ancestro común de (todos) los peces? 

Los peces de la clase de Naturales 

Tiburones ballena
Tiburones ballena y personas buceando – Fuente: Depositphotos

Seguro que recuerdas la tradicional clasificación que aprendíamos siendo niños en la clase de Ciencias Naturales a la hora de hablar de los vertebrados —los cuales, por cierto, tampoco “existirían” como clasificación estrictamente biológica en contraposición a los invertebrados— que se agrupaban en cinco grandes grupos: mamíferos, reptiles, aves, anfibios y peces.  

Pero la taxonomía prefiere una clasificación un poco más precisa incluyendo dentro de los grupos de vertebrados hasta cinco clases más que habría que añadir a la clasificación que escuchábamos en el aula de Naturales: mixinos, hiperoartios, condrictios, actinopterigios, sarcopterigios. Y, los peces “desaparecerían” sumando nueve con los cuatro primeros: mamíferos, reptiles, aves, anfibios. 

¿Por qué la biología se empeña en hacer desaparecer la clase “peces”? No la tiene tomada con ellos, simplemente considera que esta categoría es polifilética, es decir, un grupo que no incluye el antepasado común más reciente de todos sus miembros.  

Y es que, como decíamos más arriba, los peces pulmonados y los salmones no tienen un ancestro común, teniendo más en común el primero con una vaca, a nivel evolutivo, que con el salmón. Pero el salmón y el pez pulmonado —la vaca y el ser humano—, existen, todos existen, por supuesto: lo que no “existen” son los peces. 

Tal y como señala la propia Wikipedia, los grupos polifiléticos constituyen una unión artificial de ramas dispersas del árbol evolutivo. Y pese a que estos grupos son universalmente rechazados en las clasificaciones modernas, “por inercia se siguen empleando en obras divulgativas e incluso en libros texto”. Ahora vete a buscar el libro de Naturales de tu hijo y comprueba si pone o no pez como clase de vertebrado. 

‘¿Por qué los peces no existen?’, el libro 

Un buzo nada junto a un pez - Fuente: Pexels
Un buzo nada junto a un pez – Fuente: Pexels

Tal es el equívoco en relación a esta categoría taxonómica rechazada por los biólogos, que la escritora estadounidense Lulu Miller tituló así un libro publicado en 2020. En él se narra, entre otras cosas, la historia de David Starr Jordan, el principal ictiólogo de inicios del siglo XX que llegó a ser el primer presidente de la Universidad de Stanford. 

Partiendo de la biografía de Jordan, Miller señala cómo la ciencia puede, en ocasiones, conducir al descubrimiento de evidencias que rompen con un concepto tradicionalmente aceptado. Y para ejemplificar esta “melancolía científica”, además de insistir en que los peces no existen, narra una conmovedora anécdota vivida junto a su padre, bioquímico de profesión, cuando ella tenía siete años: 

Un día, la joven Lulu, le preguntó cuál era el significado de la vida y su padre respondió tajante: “¡Nada! La vida no tiene sentido. No tiene sentido. No hay Dios. Nadie te mira o se preocupa de ninguna manera. No hay vida después de la muerte. Sin destino. Ningún plan. Y no creas a nadie que te diga que lo hay. Estas son todas las cosas que la gente sueña para consolarse contra la sensación aterradora de que nada de esto importa y que tú no importas. Pero la verdad es que nada de esto importa y tú no importas (…) por muy especial que te sientas, no eres diferente a una hormiga. Un poco más grande, tal vez, pero no más significativa”.  

Why Fish Don’t Exist: A Story of Loss, Love, and the Hidden Order of Life

Así que, en definitiva, un ser humano no es tan diferente de un salmón, aunque estemos en categorías taxonómicas diversas, porque, al fin y al cabo, ninguna de ellas importa demasiado… más allá de la biología. 



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