Por qué los humanos vemos el rojo y otros muchos animales no

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¿Localización de alimento… o encontrar pareja? Los científicos siguen investigando la razón por la que los humanos empezamos a ver el rojo y otros animales no. Y es que el órgano visual en el reino animal es uno de los más complejos y de más difícil estudio, sobre todo cuando se trata de otros animales: ¿cómo preguntarle a una rana si ve el ultravioleta?  

Porque, efectivamente, existen animales que podrían ver más tonalidades de colores que los propios humanos, como las aves. A continuación, abordamos algunos de los últimos estudios sobre la visión del color en humanos y animales para tratar de entender nuestras similitudes y diferencias. 

Retina, conos y bastones: ¿y si el color dependiera del organismo que lo percibe? 

Una rana
Una rana – Fuente: Unsplash

El etólogo y biólogo canadiense John A. Endler sugirió con un estudio publicado en 1978 que el color no es una propiedad inherente de un objeto sino una propiedad del sistema visual del organismo que lo percibe. Es decir, que el color rojo no existiría “por sí mismo”, sino que sería definida por el organismo que lo ve. El color, por lo tanto, sería como el tiempo, no existiría (objetivamente) sin alguien que lo perciba como tal. 

Y es que, como afirma el estudio dos investigadoras de la Universidad de Ohio en Estados Unidos sobre las causas y las consecuencias de la visión del color, los mismos espectros de longitud de onda que se reflejan en un objeto se percibirían como colores diferentes según los espectros de absorción de los fotorreceptores del animal.  

Para entender esta interesante teoría debemos recordar varios elementos presentes en el ojo de los animales. Por un lado, la retina, que “traduce la luz en señales nerviosas, nos permite ver en condiciones que van desde la luz de las estrellas hasta la luz del sol, discrimina la longitud de onda para que podamos ver los colores y proporciona una precisión suficiente para que detectemos un cabello humano o una mota de polvo a unos pocos metros de distancia”, como afirmó el neurofisiólogo David Hubel, Premio Nobel en 1981 por su herramienta para el estudio del sistema nervioso y la fisiología visual. 

La retina registra y compara las intensidades de la luz utilizando dos tipos de fotorreceptores: bastones (125 millones en cada ojo humano) y conos (7 millones). Si bien los bastones se activan en la oscuridad y solo permiten distinguir el negro, el blanco y una variedad de grises, los conos son los responsables de nuestra visión cromática.  

Y entonces comienzan las diferencias entre organismos: en el ojo humano hay tres conos, concentrados en el centro de la retina y sensibles a la luz de color rojo, verde y azul. Así, mediante las diferentes intensidades de las señales producidas por los tres tipos de conos, podemos distinguir los colores que forman el espectro visible. Por lo tanto, estos tres conos nos permiten ver toda la rueda de colores, al igual que los colores primarios se pueden mezclar en diferentes cantidades para hacer lo mismo que en una pintura. 

Ahora bien, esta tricromacia de la mayoría de los humanos no se corresponde con la visión dicromática de otros muchos animales y de los humanos que tienen daltonismo, la forma de dicromacia más común en nuestra especie, cuando no se puede diferenciar entre rojo y verde. 

Por último, cuando en un organismo solo funciona una clase de conos, este tiene visión monocromática: dado que la visión del color “depende de una comparación de señales, este tipo de visión no permite la percepción del color”. Lo que se suponía era característico de los perros hasta que nuevos estudios lo han puesto en duda.  

¿Para qué vemos el color rojo?: ¿alimento o sexo? 

Una fresa
Una fresa – Fuente: Unsplash

Las consecuencias de la visión cromática van desde la especiación —el proceso por el que se generan más especies a partir de una especie inicial— a la pérdida de capacidad olfativa y la selección sexual. El hecho de que animales como los perros o los gatos vean “peor” que nosotros, pero huelan mucho mejor ya tiene explicación: nuestra mejora visual ha conllevado una menor necesidad de reconocer aromas. 

Así como los insectos pueden detectar importantes señales producidas por las plantas que nosotros no podemos ver, ya que estos insectos han evolucionado para ser estimulados por esos brillos y ser recompensados con néctar y polen, el ojo del ser humano ha evolucionado para la visión de color tricromática que distingue rojo y verde por diferentes motivos que debaten los científicos. 

Porque hubo un tiempo en el que los primates habrían evolucionado en esa dirección consiguiendo una alimentación más eficiente que les permitió perpetuarse y continuar con su evolución biológica. ¿Y por qué fue tan importante? 

Tan simple, pero fundamental, como aprender a diferenciar un fruto maduro del que no lo está, cuando el fruto sería beneficioso y cuándo no: así los colores de la fruta son una “señal en un sistema que involucra una verdadera comunicación entre plantas y animales”. Así mismo, también se argumentó que los primares podrían detectar los frutos rojos entre el follaje verde.  

No obstante, existe otra hipótesis diferente a la clásica acerca de la visión del color rojo en nuestros ancestros: se trataría de la selección sexual, una forma de comunicación entre individuos de la misma especie. Así, según estudios como este, la tricromacia se seleccionó originalmente para la percepción de la señalización del color de la piel: la visión del color rojo y verde sería un sesgo sensorial que los primates machos o hembras podrían haber aprovechado, atrayendo así a posibles parejas de apareamiento para que les prestaran atención, cuestión ampliamente debatida por la psicología del color.

¿Ven los humanos mejor que los animales? 

Un águila
Un águila – Fuente: Pexels

Si bien parece evidente que nuestra capacidad para distinguir el rojo y el verde fue clave en nuestra evolución, ya fuese por facilitarnos conseguir alimento o conseguir pareja sexual (o ambas cosas), qué hay del resto de animales. ¿Vemos mejor que ellos? Depende. 

Ya hemos hablado de los perros y su visión “borrosa” de día: no pueden distinguir los colores de la misma forma que nosotros, pero, según los últimos estudios, no tendrían una visión monocromática como se había sugerido históricamente.  

Pero, y de noche, ¿ven mejor que nosotros? Los perros tienen menos conos (y solo de dos tipos), pero más bastones, los responsables de la visión en condiciones de mala iluminación lo que les otorga una visión entre cuatro y cinco veces superior a la nuestra en la oscuridad, detectando mejor el movimiento ya que sus bastones se adaptan para capturar y procesar las imágenes a mayor frecuencia que nosotros, como si fueran a “cámara lenta”. 

Al margen de los perros, existen otros muchos animales con características visuales muy particulares, como algunas ranas, peces y marsupiales con capacidad para ver el ultravioleta, que nosotros no podemos ver. Así mismo, muchos reptiles tienen cuatro tipos de conos, por lo que probablemente tendrían una visión tetracromática.  

Un largarto
Un lagarto – Fuente: Unsplash

Y luego están las aves, las que, según diferentes estudios, tendrían el sistema visual más sofisticado de todos los vertebrados, viendo “matices que no podríamos ni imaginar”. Y es que el sistema visual de un ave incluye una suerte de gotas aceite que actúan como filtros de luz que ingresan a los conos individuales.  

¿Alguna vez has visto en un documental a un águila lanzarse de varios cientos de metros de altura a por una presa minúscula en un matorral? Su legendaria eficiencia depredadora deriva, sin duda, de su excelente capacidad visual que está muy lejos de la nuestra.  

Al fin y al cabo, los sentidos de cada especie evolucionan a la par de sus necesidades básicas y si un ser humano desarrollase la visión de un águila o de un reptil tal vez se desmayaría de la impresión de ver un mundo como nunca lo había visto antes. Y es que, como decíamos al inicio del artículo, el color tal vez se defina por el organismo que lo perciba.



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