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Arabia Saudí teme la democracia

El aplazamiento de las próximas elecciones demuestra el bloqueo político de un reino incapaz de reformarse

GUILLAUME FOURMONT

En el discurso que pronunció el pasado 4 de junio en El Cairo con las grandes líneas de su política para Oriente Medio, Barack Obama denunció a los líderes que abogan por la democracia y la violan una vez en el poder, pero no se atrevió a citar ningún país de Oriente Medio. Poco antes, cuando las autoridades de Arabia Saudí, gran aliado de EEUU en la región, informaron el 19 de mayo de que aplazaban las elecciones municipales, nadie se extrañó. Porque ya se sabe el reino, primer productor y exportador mundial de petróleo, es una dictadura.

Para los observadores de la política de la real casa Al Saud, esa decisión debe, sin embargo, entenderse en su contexto: cuando el rey Abdalá asumió el poder, en agosto de 2005, la sociedad ya aspiraba al cambio, los saudíes pensaban que el país con la imagen de un monarca reformador caminaba hacia la democracia. La decisión del 19 de mayo demuestra que Arabia Saudí no es una monarquía absoluta, sino una oligarquía, cuyos miembros, por defender sus intereses, temen los cambios.

Investigador del Golfo Pérsico para International Crisis Group, Toby Jones zanja así la situación: 'Es necesario que la política del reino saudí se abra, aunque a los líderes simplemente no les interesa. No quieren compartir el poder con grupos políticos'. Tras recibir cartas de intelectuales que pedían cambios, las autoridades de Riad organizaron diálogos sobre la economía, la sociedad y el terrorismo, y celebraron, en 2005, las primeras elecciones municipales de su historia. Un paso importante para algunos observadores, una reforma cosmética para otros muchos.

Para el francés Pascal Ménoret, autor de Arabia Saudí. El reino de las ficciones, el bloqueo político se ilustra en la prensa, que aborda desde hace varios años temas tabúes en un país islámico, como la homosexualidad y la droga, pero 'nunca tratarán de política'. 'Pero no se debe pensar que cuando hay elecciones mejora la situación', apunta el analista, quien cita el caso del Egipto de Hosni Mubarak, oficialmente una república democrática... 'Abdalá es una persona abierta, pero, aunque quiera, no puede crear un sistema político', añade Jones.

Durante la campaña electoral de 2005, los saudíes hablaban de política en la calle. Algo inédito. '¿Son las elecciones el buen camino?', se pregunta Ménoret. Considera que lo más importante es 'cambiar la relación entre el régimen y la sociedad'. Arabia Saudí es un país conservador, islámico, aunque para Jones eso no signifique que gobernarían los islamistas. 'Mire lo que pasó en Kuwait, perdieron. Demuestra que a la gente le importa una buena gestión', explica.

En Kuwait, el pasado 16 de mayo, cuatro mujeres fueron elegidas diputadas, lo que recuerda la situación de las saudíes, quienes no tienen ni derecho a conducir. La activista Wajeha Al Huwaider considera que la base del problema no es el Islam, sino la voluntad de un poder patriarcal que 'no quiere dar a las mujeres sus derechos'. En Arabia Saudí, las mujeres tienen acceso a la educación y representan la mayoría de la población, aunque su papel es reservado a la esfera privada. Otro bloqueo.

Jones apunta un problema que definirá la futura escena pública: la sucesión. Abdalá y los candidatos al trono tienen más de 80 años. ¿Serán capaces los Al Saud de saltarse una generación para gobernar en un país cuya población es en su mayoría menor de 25 años? Ménoret y Jones ven a la familia real como el corazón del bloqueo. Para que el sistema cambie, el francés propone que 'el Gobierno responda ante el Parlamento, elegido o no, pero que tenga un verdadero poder legislativo'. Jones coincide con él: 'El mayor problema de Arabia Saudí es el autoritarismo y la única salida es que los saudíes participen en los asuntos del país. Las autoridades dicen que la sociedad aún no está lista para ello, pero sí lo está', concluye.

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