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Heteropesimismo: ¿Es posible que el amor hetero funcione?

“Me siento muy optimista sobre el futuro del pesimismo”, dijo una vez con ironía el filósofo y biólogo Jean Rostand. Y es que ser loqueseapesimista en nuestro mundo es casi inevitable, pero el pesimismo nunca debe ser concebido como un fatalismo romántico, como una actitud autocompasiva y derrotista, sino como un medio activo para cambiar aquello en lo que ya no creemos, para rebelarnos contra aquello que nos inocula pesimismo. Y si el amor hetero sea ha vuelto “inverosímil, ridículo, boomer” y, por supuesto, peligroso, tenemos en nuestra mano cambiarlo. 

Acudimos a la fuente del heteropesimismo, el texto fundacional de Asa Seresin, y a la experiencia profesional de la terapeuta feminista y miembro de la Asociación de Psicología y Psicoterapia Feminista Marta Mediano para hablar sobre la crisis de las relaciones heterosexuales descubriendo que el heteropesimismo es un acicate para el cambio, también en el ámbito de las relaciones íntimas entre hombres y mujeres. Al fin y al cabo, vamos a seguir teniendo que entendernos en el futuro, porque, además, nos gusta (mucho) entendernos. 

Heteropesimismo, ¿anestesia para el dolor o estímulo para la ilusión? 

pasado amoroso o sexual
Una pareja mira en direcciones opuestas – Fuente: Unsplash

“La heterosexualidad siempre me avergüenza”, comienza señalando Asa Seresin tomando una frase del libro de Maggie Nelson The Argonauts. Para el escritor e investigador que ha pasado por Harvard y Cambridge especializándose en cuestiones de género y sexualidad, el heteropesimismo se manifiesta en forma de arrepentimiento, vergüenza o desesperanza por la experiencia heterosexual, centrándose generalmente en los hombres como la raíz del problema.  

Para Seresin, el efecto anestésico del heteropesimismo es especialmente seductor porque “disocia a las mujeres de los mismos rasgos (exceso de apego e intensidad excesiva de los sentimientos) por los que la cultura heterosexual está decidida a avergonzarnos”.  

Marta Mediano coincide con Seresin en que sobran los motivos para el pesimismo en las relaciones heterosexuales, pesimismo que percibe habitualmente en sus sesiones de terapia feminista con mujeres jóvenes: “algunas rechazan incluso iniciar relaciones románticas con hombres porque creen que es imposible construir una relación de igualdad dentro de la heterosexualidad o porque dan por hecho que, en ella, van a darse diferentes formas de violencia de las que no serán capaces de defenderse, incluida la violencia sexual”. 

La liberación del rol tradicional de la mujer en la pareja 

No obstante, Mediano puntualiza que las mujeres adultas de mayor edad ya no hablan de un sentimiento de vergüenza o desesperanza, porque la viudedad, el divorcio o el poder tener la capacidad de marcar una cierta distancia con sus parejas (por ejemplo, porque ya no tengan que hacerse cargo del cuidado familiar) las ha liberado de su rol tradicional dentro de la pareja 

Por primera vez, se sienten liberadas y felices por no tener que ser el pilar sostenedor de una relación de pareja que, en muchos casos, “ha estado haciendo aguas precisamente por las formas de relación heteropatriarcales”. 

¿Es el hombre el culpable del heteropesimismo? 

El efecto Bridgerton o por qué idealizamos las relaciones tóxicas
Hombre y mujer – Fuente: Depositphotos

El miedo, la desafección y la apatía que justifica esta actitud defensiva ante las relaciones heterosexuales buscan culpables. Seresin señala que existe una cierta corriente de heteropesimismo que “atribuye el 100% de la culpa del mal funcionamiento de la heterosexualidad a los hombres y, por lo tanto, se ha convertido en una de las innumerables formas en que las mujeres jóvenes (especialmente las blancas) hemos aprendido a negar nuestra propia crueldad y poder”. 

En este sentido, Seresin señala con ironía como se ha encontrado “aproximadamente 100.000 mujeres heterosexuales borrachas que se quejan de su orientación e insisten en que sería «mucho más fácil» ser gay”. Pero, a pesar de todo, “han decidido seguir apegadas a la heterosexualidad”.  

Mediano hace una lectura distinta de la culpa en el fracaso de las relaciones heterosexuales. A pesar de recibir mensajes acerca de lo que se ha avanzado en relación con la asignación de roles de género, algo sigue fallando: “internamente a las mujeres se nos activa nuestro mecanismo de anulación por antonomasia y que tan bien hemos aprendido a través de la socialización diferenciada: la culpa femenina, ese si algo no funciona es que «el problema debo ser yo»”.  

El heteropesimismo en las mujeres boicotea su capacidad de imaginarse en una relación y, lo que es peor, la confianza en ellas mismas. “Por eso hay que trabajar en la creencia de que no hay nada malo en ellas, y de que sí es posible construir relaciones heterosexuales sanas, enfatizando, por supuesto, que el único responsable de las formas de violencia y desigualdad dentro de la pareja heterosexual es el sistema patriarcal”. 

¿Homosexualidad universal, abolición del género y poliamor como antídotos al heteropesimismo? 

Aunque Seresin habla de que la homosexualidad universal y la abolición del género es “el horizonte hacia el que nos movemos” aún se pregunta “pero, mientras tanto, ¿qué hacemos (con las relaciones heterosexuales)?”. ¿Son las relaciones abiertas y el poliamor el antídoto contra el “veneno” de la “monogamia heteronormativa”?


Para Marta Mediano ese tampoco es un horizonte exento de peligros ya que también se está “idealizando” esa clase de relaciones, especialmente entre mujeres jóvenes que “inician este tipo de relaciones precisamente empujadas por este heteropesimismo, pero de una forma totalmente inconsciente o incluso, en contra de sus deseos”. 

Mediano incide, en este sentido, en la presión social del “patriarcado con piel de feminismo que ahora lo impera todo” y que difunde la idea de que “si eres una mujer feminista no puedes desear tener una relación heterosexual monógama”. 

¿El capitalismo nos quiere solteros y amarrados a un móvil? 

Smartphone
Mujer con móvil/Foto: Unsplash

Conviene también citar la interesante idea de Seresin acerca de la relación del heteropesimismo con el mercado ya que este se ha considerado una postura “anticapitalista”: “el heteropesimismo podría leerse como un rechazo a la «buena vida» de consumo conyugal y propiedad que alguna vez impuso el capitalismo”.

Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si el capitalismo ya no está interesado en la monogamia heteronormativa como la más reducida y fundamental unidad social sostenedora del sistema? 

Ya lo dice Seresin, “esta buena vida, que siempre se les negó a las poblaciones marginadas, ahora es insostenible para casi todos. Si la pareja era la principal unidad de consumo del pasado, hoy se ha derrumbado o, más exactamente, ha sido reemplazada por una nueva pareja: el consumidor individual y su teléfono”.  

Y el escritor e investigador cita las aplicaciones digitales para buscar pareja como el paradójico ejemplo de este interés por mantener a toda costa la soltería. Y es que, tal vez, ahora seamos más útiles al sistema si estamos solteros, pero, sobre todo, estando convencidos de que la soltería y/o el rechazo de la pareja es la fórmula adecuada para la autoreivindicación individual y la plenitud… pero siempre con el móvil en la mano, nuestra conexión instantánea con el consumismo capitalismo.  

¿Y el amor?, ¿qué lugar ocupa en el heteropesimismo? 

Nos preguntamos si es posible que el amor hetero funcione, pero la palabra “amor” no aparece ni una sola vez en las más de 3.000 palabras del texto de Asa Seresin. Y es que no son pocos los que han decretado el fin del amor romántico, si es que alguna vez existió más allá de la literatura.


Ya sabemos que el mito del amor romántico, extrapolado de las novelas a la vida real, ha hecho mucho daño en las relaciones íntimas, justificando el sufrimiento, la angustia, e incluso la violencia. Por eso el amor también está puesto en duda en el mejor de los casos, y fuera del debate en el peor de ellos.  

Si el amor pasional, no es amor, puesto que es química, y tiene fecha de caducidad por la propia sostenibilidad hormonal (entre un año y un año y medio), y el amor romántico es siempre nocivo y peligroso por su idealización, ¿tiene aún espacio el amor en nuestras relaciones íntimas, más allá de la amistad, la compañía, la pasión y el sexo?

¿No es el amor un concepto cultural que engloba todo lo anterior? ¿O es el amor lo que llega tras el inevitable final de la pasión (química), lo que sostiene una relación a largo plazo?  

Todo ello sería, probablemente, materia para otro artículo, pero es evidente que la crisis del amor (romántico) es otro clavo en el ataúd de las relaciones heterosexuales. 

La monogamia heterosexual no es la causa de la desigualdad: aún hay esperanza para el amor hetero 

Una pareja - Fuente: Unsplash
Una pareja – Fuente: Unsplash

Si Asa Seresin habla de que la “heterosexualidad está cambiando”, Marta Mediano también “entiende la crítica a la monogamia heterosexual”, pero no cree que este tipo de relaciones sean las causantes de la desigualdad y las relaciones de poder dentro de la pareja: “En mis sesiones de terapia feminista también observo relaciones de poder muy similares en relaciones poliamorosas o abiertas, o incluso entre parejas homosexuales”. 

Así pues, Mediano incide en que cada persona elija la forma de relacionarse, “indagando en sus deseos, viviendo esa dimensión tan bonita e importante de su vida de una manera libre, tranquila y satisfactoria, sin «tener que ser» nada, tampoco bisexual, ni lesbiana, ni estar en una relación abierta si eso le genera sufrimiento o sencillamente, ahora no es su momento, aunque tenga el anhelo de explorarlo”. 

Y es que las relaciones “no tienen por qué ser insanas per se, son las personas dentro de ellas quienes las definen y generan, en ocasiones, formas de dominación y explotación, y en otras, de respeto y confianza”. Se trata, en fin, de que “sea cual sea la forma de relacionarte afectivamente con otra u otras personas, puedas sentirte reconocida/o y segura/o, y con la garantía de que vas a ser escuchada”.  

Porque incluso las relaciones heterosexuales también pueden ser muy bonitas, ¿o no? Y si hay que buscar un nuevo término para definir lo que las sostiene porque “amor” ya no convence, pues nos ponemos a trabajar en ello. Al fin y al cabo, vivimos la apoteosis del neologismo: no será muy difícil encontrar otro más.  



1 Comment

  1. No encuentro ese neologismo. Pero intuyo una novedad necesaria en las relaciones. Después de dar las “coordenadas” personales “Soy de… trabajo en… voto a… bla bla bla” hay que escuchar a ESE individuo, ese ser humano. Es bueno que haya practicado la reflexión para intentar conocerse a sí mismo. No es fácil. Hay que vislumbrar, y para ello escuchar, su individualidad. Es información valiosa para seguir adelante o no. Y con mucha paciencia. Un individuo no tiene la capacidad de observarse a si mismo como si fuera Dios. Dará pistas si siente que el otro escucha sin prejuicios ni “clasificaciones”, esas que atesoramos para huir del miedo a la variedad sexual, psicológica etc , que es la propia naturaleza actuando: circunstancias, educación, organismo, etc únicos que producen un individuo ” muy parecido a, que parece…” pero no es exactamente igual a nadie. Una relación de flexibilidad y plasticidad que no nos encierra, nos da algo de información muy valiosa y somos así más libres al decidir y mucho más respetuosos con la libertad del otro. Claro que el individuo debe distinguir entre lo que necesita de verdad y su adiestramiento social para encajar- el individuo se obliga a si mismo, para no “desentonar” y evitar no ser comprendido, aceptado- por la fuerza en roles, esquemas, comportamientos y necesidades ya “patentadas” y “de curso legal”. La pregunta no es ¿Eres bisexual? sino ¿ Cómo es tu bisexualidad? Exactamente la tuya.

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