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"Nos tratan como animales cuando huimos de la muerte"

Las hogueras dentro del campo de refugiados de Brezice, en la frontera eslovena, las tiendas de campaña o la basura acumulada reflejan la miseria que rodea a quienes intentan cruzar Centroeuropa con la esperanza de encontrar refugio al final de su odisea.

Miles de refugiados se agolpan en Brezice, en la frontera entre Croacia y Eslovenia, esperando la ayuda de las ONG a las que la Policía impide el paso.

ESLOVENIA.- Exhaustos, tiritando, con los recuerdos de una vida metidos en una mochila los refugiados caminan los 16 km que separan el campo de refugiados de Brezice de la frontera croata eslovena, porque el Ejecutivo del país no les facilita autobuses para llegar. Son kilómetros que suman a los miles ya recorridos en una huida que no ha sido como muchos pensaban.

Cada frontera se ha convertido en un muro, en un obstáculo más que añadir a los que ya de por sí, la guerra o el terrorismo en su país les ha obligado a sortear. Sin mirar atrás luchan por conseguir un sueño, su tranquilidad en Europa lejos de las bombas y la metralla.

Se cuentan por miles. Cada día 2.500 personas cruzan esta frontera. Una cifra que podría ser mayor de no ser por las medidas adoptadas por el Gobierno esloveno. Un cupo diario que provoca taponamientos en los países fronterizos de donde proceden. Es el caso de Berkasovo, frontera serbo croata, donde cada día se agolpan miles de personas en condiciones deplorables.

Una pequeña aguarda a que arranque el bus que le permitirá frontar cruzar la frontera.

Una pequeña aguarda a que arranque el bus que le permitirá frontar cruzar la frontera.

Con la carretera por colchón y el gélido frío del invierno por manta tratan de dormir como pueden. Algunos afortunados consiguen una de los voluntarios, pero los recursos de las ONG escasean desde hace días, porque no dan abasto, o porque la Policía no les permite la entrada.

Las hogueras al caer el día son una imagen habitual. El frío ha llegado y en algunas ocasiones con temperaturas bajo cero. Duermen a la intemperie porque se han acabado las tiendas de campaña y el Gobierno serbio muestra indiferencia ante la situación. La consecuencia son las epidemias de gripes, fiebres altas, hipotermias, o el agravamiento de las enfermedades crónicas que padecen algunos y se agudizan con estas condiciones.

"Huimos de la guerra para evitar la muerte y en el camino, a veces, la encontramos"

Es el caso de Hamza, un chaval sirio de 22 años que padece diabetes tipo 2. Viene acompañado de su padre y con su medicación, pero pronto se le acabará. La pasada noche comenzó a encontrarse muy mal. Estaba en la frontera serbo-croata de Berkasovo esperando a que abrieran para poder cruzar a Croacia, siguiente paso en su odisea. Helado de frío hasta el punto de llegar a la hipotermia, se le cerraban los ojos y no se mantenía en pie. Le estaba subiendo el azúcar. Un voluntario alemán se ofreció a medirle los niveles. Al hacerlo alertó de que estaba muy grave, en situación crítica y debía salir de allí para ir a un hospital.

refugiados frontera eslovenia croacia

Esta vez Hamza ha tenido suerte. Se ha salvado y eso le permitirá seguir haciendo camino: “No puedo mirar atrás. He gastado todos mis ahorros, me he subido en un bote para cruzar desde Turquía. Todos sabemos que la mayoría de ellos se hunden. Huimos de la guerra para evitar la muerte y en el camino, a veces, la encontramos. He pagado miles de euros a mafias para que me ayudaran a llegar aquí, y ahora no puedo dar marcha atrás. Pero nunca pensé que esto es lo que me iba a encontrar. Nos tratan como animales” dice el joven con tristeza en sus ojos y enfado en sus palabras. No entiende porqué Europa les recibe de esta manera.


En Brezice (Eslovenia) los retienen hasta 48 horas encerrados en campos a cielo abierto, rodeados por vallas. En su interior tan sólo cuatro letrinas, dos para las mujeres y dos para los hombres en un campo que alberga a 2.000 personas de los cuales muchos son niños, bebés, mayores o mujeres embarazadas.

Algunos críos llevan dos días con el mismo pañal, sin biberones ni leche en polvo. Mismo caso el de los mayores que llevan el mismo tiempo sin comida ni agua. Algo chocante cuando los voluntarios aguardan a las puertas del campo con comida, agua, ropa, mantas, pañales… La policía no les deja entrar para ayudar de forma prioritaria a los más vulnerables.

“No entiendo como teniendo todos los recursos que se necesitan ahí dentro, no nos dejan entrar", denuncia un voluntario de una ONG

Álex es voluntario, viene de Vigo dispuesto a quedarse el tiempo que haga falta mientras sea útil aquí: “No entiendo como teniendo todos los recursos que se necesitan ahí dentro, no nos dejan entrar. Las condiciones en el campo son deplorables, los refugiados se enfadan porque la policía no atiende sus palabras. Duermen a la intemperie y ya están aflorando las enfermedades. También tenemos medicamentos. Es una impotencia horrible tener la ayuda que necesitan y no poder prestarla” dice con enfado. “Van a enfermar” ,denuncia. Médicos Sin Fronteras ya alerta de epidemias en su último informe.

“Están agotados y cuando llegan se encuentran con que allí no hay nada”, explica la enfermera de MSF Sandra Miller. “Duermen bajo el frío y no tienen un lugar donde quedarse. No hay comida caliente, no hay nada”, añade. “En estos momentos, el equipo está tratando principalmente síntomas de agotamiento, hipotermia, infecciones respiratorias y gripe, pero, desde el punto de vista médico y humano, lo que estas personas más necesitan es un refugio con calefacción y una sopa caliente”, añade Susanna McAllister, médico de MSF en Brezice.

Alrededor del 40% son niños y bebés, muchos de ellos han nacido en el camino. Se han convertido en la principal preocupación de las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria. Una generación que sin haber tenido otra opción, se ha visto obligada a crecer lejos de su casa, su país y parte de sus familias por huir de las bombas y la metralla.

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