Este artículo se publicó hace 15 años.
El abogado del diablo marea la perdiz
El tribunal aborta los intentos del letrado de enmarañar el juicio contra el militar Josué Estébanez
En el reparto de papeles del juicio por la muerte de Carlos Palomino, al abogado Enrique Martín le ha tocado el peor, el de amigo togado del diablo. Eso explica que sus intervenciones en las dos sesiones de la vista celebradas hasta ahora no hayan despertado, precisamente, grandes aplausos entre el público asistente.
Él es el letrado defensor de Josué Estébanez, el joven militar acusado de ser el autor de la mortal puñalada que acabó con la vida del menor.
Y como su cliente ha reconocido desde el primer minuto que sí, que él le clavó la navaja en el corazón a la víctima, el papel es en esta ocasión, además de ingrato, bastante arduo: conseguir que la condena sea lo menos elevada posible se le ha puesto más cuesta arriba que el Alpe d'Huez al farolillo rojo del Tour.
Josué sale retratado como alguien de navaja fácil
Pese a ello, el letrado de este Lucifer sentado en el banquillo de los acusados se ha puesto manos a la obra desde el primer día con dos objetivos. En primer lugar, convencer al tribunal de que su cliente ni es nazi, ni fascista ni sabe qué es la política. Y en segundo, que es un chico asustadizo que cuando ve a tres personas con pintas raras se pone a temblar.
Lo malo, es que su cliente no le ayudó mucho en la primera jornada con sus declaraciones contradictorias con lo que se ve en las imágenes grabadas por las cámaras del Metro (ver vídeo) y, sobre todo, por su incapacidad para hacer creer a alguien que confunde un equipo de fútbol con una ideología. Tampoco lo han hecho las afirmaciones de la decena de testigos que ha declarado este miércoles. De las palabras de todos ellos, Josué sale retratado como alguien de navaja fácil capaz de encararse con todos los pasajeros de un convoy del Metro sin que le tiemble el pulso.
El abogado tira la toallaVisto que no iba a convencer ni a Espinete de que su cliente es un infeliz, Enrique Martín ha decidido, literalmente, marear la perdiz. Sus preguntas sobre la sudadera que vestía aquel 11 de noviembre de 2007 su cliente y que le identificaba como neonazi de andar por casa, y, sobre todo, sobre el tamaño de la navaja que este blandía ha llegado a un punto de esperpento cuando ha exhibido un modelo recortado en cartulina amarilla para demostrar que lo que decían los testigos sobre la longitud y anchura del arma homicida no se ajustaba a la realidad y acercaban a ésta más a un cuchillo jamonero que a una inocente navaja de maniobras para pelar la fruta que era en realidad.
Trata de convencer al Tribunal de que Josué no es nazi, ni fascista ni sabe qué es la política
Sin embargo, su intento ha sido frustrado por el presidente del tribunal que, ágilmente, ha hecho traer a la sala una pequeña regla para que los testigos pudieran detallar con ella en la mano cuáles eran las dimensiones de la cuchillo que recordaban haber visto. Ante el sistema métrico decimal, al abogado del diablo no le ha quedado más remedio que tirar la toalla y volver a lo de la sudadera hasta convertir sus intervenciones y las de los testigos en una campaña publicitaria de la marca de ésta.
No es la primera vez que el tribunal para los pies al letrado. En la primera sesión, el letrado defensor quiso hurgar en la situación familiar de la víctima y comenzó a interrogar a la madre de Carlos Palomino sobre las circunstancias de su separación y la supuesta existencia de malos tratos en busca de no se sabe qué argumentación. De nuevo, el presidente del tribunal cortó el interrogatorio y le recordó que, le gustase o no, el acusado era su cliente y no la víctima. Es lo malo de ser el abogado del diablo.
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