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"Ahora soy libre, pero mi patria sigue presa"

Al Zaidi, el periodista que arrojó sus zapatos a Bush, sale de la cárcel y dice que fue torturado

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'Ahora soy libre, pero mi patria sigue estando en prisión'. Muntazer al Zaidi, el periodista iraquí que el 14 de diciembre de 2008 arrojó sus zapatos a un sorprendido George Bush en la recta final de su mandato como presidente, salió ayer de la cárcel de Bagdad. Allí ha pasado los últimos nueve meses y ha sufrido torturas, según denunció al salir.

Recibido como un héroe incluso se sacrificaron varios corderos en su honor, una consideración a la que le elevó su arrebato a ojos de muchos musulmanes, el periodista de 28 años se dirigió, envuelto en una bandera iraquí y escoltado por guardaespaldas, a la sede de la cadena para la que trabajaba, el canal egipcio Al Bagdadiya, donde sus compañeros le recibieron entre vítores.

'Al mismo tiempo que el primer ministro (Nuri al Maliki) decía que no iba a dormir hasta que se asegurase de que yo estaba bien, me estaban torturando con cables de electricidad y barras de metal', explicó Al Zaidi a la prensa.

El periodista afirmó que le maltrataron 'incluso en el patio de detrás de [la sala en la que se ofreció] la rueda de prensa' de Bush y Maliki en la que lanzó los zapatos. Al Zaidi desveló ayer que los reporteros habían recibido instrucciones de no hacer ninguna pregunta a Bush.

'Tal vez algunos escucharon mis gritos', añadió el periodista arrastrando las palabras, aparentemente debido a la pérdida de un diente, un incisivo superior, en la cárcel.

En agosto murieron en Irak 339 civiles: el mes más cruento de los últimos 13

Al Zaidi aseguró que más adelante revelará las identidades de los funcionarios y militares implicados en las torturas que denunció. Entre ellas, citó el ahogamiento simulado, la aplicación de descargas eléctricas y las palizas.

Al Zaidi no ahorró tampoco críticas a Maliki, que 'tiene que pedir perdón por haber mentido a su pueblo'.

'Estoy seguro de que los servicios secretos estadounidenses no van a dejar de perseguirme e intentar matarme de cualquier modo, sea física, social o profesionalmente', alertó el ex corresponsal de Al Bagdadiya.

Al Zaidi fue sentenciado a tres años de cárcel por insultar a un jefe de Estado extranjero, pero el tribunal de apelación redujo la sentencia a un año, del que ha cumplido sólo nueve meses por buena conducta.

La Justicia consideró como atenuante el estado psicológico del periodista cuando cometió el acto, que, según él, se debió a la ocupación estadounidense de Irak.

Le llueven los regalos y las ofertas de trabajo y matrimonio 

'No podía dormir por los cientos de imágenes que tenía en la cabeza de asesinados, viudas y desplazados. Nuestras ciudades se han convertido en velatorios y nuestras calles, en cementerios', se lamentó el reportero. 'Me sentía humillado al ver cómo ardía mi país y morían mis compatriotas'.

Precisamente, ayer se supo que agosto ha sido el más violento de los últimos 13 meses en Irak. Según datos del Gobierno iraquí, al menos 339 civiles han perecido en atentados cometidos en el país durante el mes pasado.

A pesar de que Al Zaidi dijo ayer no sentirse 'un héroe', su figura se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la ocupación de EEUU.

Arkab al Fartusi, de 25 años, es uno de los admiradores de lo que considera una gesta. Mientras servía zumo a las decenas de seguidores que esperaban a Al Zaidi en su barrio, donde su familia le preparó una fiesta, proclamó sentirse 'orgulloso' por tener al periodista de vecino.

El regocijo que provocó el gesto del periodista no sólo le valió el reconocimiento de muchos árabes, sino también de líderes como el venezolano Hugo Chávez, que alabó su 'coraje'. Una fundación ligada a la hija del líder libio, Muamar el Gadafi, le concedió un premio por su osadía.

Algunos árabes llegaron aún más lejos, proponiéndole la mano de sus hijas en matrimonio. Al periodista le llueven ahora las ofertas de trabajo. Si dependiera de sus fans, estaría también cubierto de regalos. Por ejemplo, el emir de Qatar quería obsequiarle con un alazán árabe de pura sangre.

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