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Qué barato es encargar un asesinato

En España hay asesinos a sueldo que por poco más de 3.000 euros y nunca por encima de 18.000 son capaces de despachar a cualquiera sin preguntar

ÓSCAR LÓPEZ FONSECA

Dicen que la vida de una persona no tiene precio. Tal vez. Lo que es seguro es que el matarla sí lo tiene y, además, no es demasiado elevado. En España hay asesinos a sueldo que por poco más de 3.000 euros y nunca por encima de 18.000 son capaces de despachar a cualquiera sin hacer demasiadas preguntas o ninguna.

Para ellos, es tan fácil apretar el gatillo y salir corriendo que con tan poco dinero se ven recompensados. Otra cosa es que cuando dejan de correr, la Policía termina cazándoles en la mayoría de los casos. Y lo de acabar entre rejas, normalmente, no tiene plus por parte de la parte contratante.

Lo de sicario palabra que nos suena a plantación cocalera pero que viene del latín sicarius lo hemos visto varias veces en los últimos meses en España. La más sonada, el pasado 8 de enero, cuando un individuo subió hasta la habitación que ocupaba el narcotraficante colombiano Leónidas Vargas en el madrileño Hospital Doce de Octubre y le descerrajó varios tiros.

La Policía detuvo a la banda que había perpetrado el crimen el pasado mes de marzo y con su captura confirmó lo que se sabía desde hace mucho tiempo: que los asesinos a sueldo no se parecen ni de lejos a lo que nos tienen acostumbrados los telefilmes americanos de serie B.

Para empezar, los presuntos autores del crimen no se desplazaron desde un lugar remoto con el encargo debajo del brazo para cometer el crimen. Tampoco vestían costosos trajes a lo Francisco Camps ni llevaban sus armas cuidadosamente protegidas en maletines negros de los que nunca se desprendían. Ni siquiera eran fríos y solitarios. Y, por supuesto, no cobraron una ingente cantidad de dinero que les hubiera permitido vivir a cuerpo de rey durante meses hasta el próximo encargo.

Los cuatro detenidos por la Policía tres colombianos y rumano eran, en realidad, unos pluriempleados de delito. Vivían, alguno con su esposa, a caballo entre Madrid y Jaén, ciudades en las que se dedicaban presuntamente a trapichear con pequeñas cantidades de cocaína. Y como la vida también está también achuchada para los delincuentes, aceptaron el encargo que les realizó la banda rival de Vargas.

Claro que eso de contratar asesinos no es cosa sólo de narcos. El pasado mes de febrero un empleado del Centro de Convenciones de Barcelona a punto de ser despedido consiguió que un colombiano pegara un tiro en la cabeza a su jefe antes de que éste le despidiera. Los Mossos detuvieron a ambos y a los cinco intermediarios.

También el pasado invierno, la Policía detenía en Madrid a dos empleados de una funeraria que, tras iniciar un apasionado romance, habían decidido quitar de en medio a otro amante de ella y al suegro de él, dueño precisamente de la empresa en la que trabajaban. Iban a pagar 8.000 euros por los dos encargos a un matón.

Sin embargo, el elegido para la faena, un portero de locales nocturnos al que le gustaba fanfarronear de que no le temblaba el pulso con una pistola en la mano, terminó contándole todo a la Policía. Los dos amantes fueron detenidos y el sicario chivato, muy a su pesar, tuvo que devolver los 3.000 euros que ya había cobrado como adelanto del primer crimen.

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