Este artículo se publicó hace 15 años.
Berlusconi consigue impedir que difundan fotos suyas con jóvenes
En unas imágenes de Navidad, supuestamente aparece con Noemí Letizia y muchas jóvenes.
Silvio Berlusconi está inmerso en una nueva guerra contra la justicia italiana, pero de la Fiscalía de Roma no se puede quejar. Ayer le echó un cable al confiscar las 700 fotos que documentan la fiesta que el primer ministro italiano celebró el pasado Fin de Año en su mansión sarda, Villa Certosa, a la que invitó a decenas de chicas jóvenes, entre ellas una, Noemi Letizia, que todavía no había cumplido 18 años.
Según el Corriere della Sera, en las imágenes se ve a las muchachas tomando el sol o duchándose en el jardín en bikini o top less. En cambio, aparecen vestidas cuando posan junto a Berlusconi.
El fiscal ha procedido al secuestro del material gráfico al tomar en consideración la petición del primer ministro, quien asegura que las fotos violan su intimidad y la de sus invitados al ser tomadas por un paparazzo, Antonello Zapaddu en un recinto privado. Igualmente, acusa al fotógrafo de intento de estafa por haber tratado de vender las fotos a la revista Panorama blandiendo un discutido contrato con otra publicación.
Precisamente, fue el director de Panorama, propiedad del político italiano, quien informó a Berlusconi de la existencia de las fotos.
Las instantáneas suponen un nuevo frente para el premier, ya que confirman que el ex novio de Noemi Letizia, Gino Flaminio, dijo la verdad al revelar en una entrevista publicada por La Repubblica que su chica fue invitada a la fiesta con al menos otras 30 jóvenes. Flaminio relataba que el primer ministro empezó a llamar a Noemí en noviembre, después de ver unas fotos suyas y negaba la versión de Berlusconi, según la cual le une a la familia de Letizia una antigua amistad. La derecha italiana ha tratado de restar validez al testimonio del chico por ser obrero y por haber sido condenado por robo en una ocasión.
Pero el escándalo arranca unas semanas antes, el 24 de abril, cuando este mismo diario mostró a una Noemi Letizia enseñando cándidamente el collar de oro y diamantes valorado en 6.000 euros que le había regalado "papi" por su decimoctavo cumpleaños en una fiesta en las afueras de Nápoles.
Aquello fue la gota que colmó el vaso de su mujer, Veronica Lario, que pidió el divorcio acusando a su marido de ser como "un emperador" que amaba "frecuentar a menores" y quejándose de que en Italia hay familias que "entregan a sus hijas vírgenes al dragón".
Berlusconi trató de ventilar el asunto asegurando que conocía a la chica a través de una vieja amistad con el padre, "chófer de Bettino Craxi". Pero el hijo del histórico dirigente socialista le desmintió. Para evitar que sus propias palabras le traicionaran de nuevo, Berlusconi envió entonces al progenitor de Noemí a hablar para Chi, revista de su propiedad. Este no sólo repitió la historia de que les unía una larga amistad, sinó que en el número siguiente apareció la familia entera: el padre Elio, la madre Anna, la joven Noemi, y un supuesto novio a quién nadie en Nápoles conoce. La modelo, además, anunció que era virgen.
Las llamadas de 'Papi'Las fotos de la familia feliz empezaron a palidecer cuando la semana pasada apareció el ex novio de Noemi, este sí conocido por todos, echando por tierra la narración de Berlusconi. Gino Flaminio aseguró que Il Cavaliere empezó a llamar a su chica pues según decía, había quedado impresionado "por su pureza". Papi siguió llamando a la adolescente, en llamadas que a veces escuchó el propio Gino. Tras la fiesta de Villa Certosa, el joven cortó la relación. Tras sus revelaciones, el padre de Noemi anunció una querella, pero se quedó sin habla cuando días después, su cuñada y tía de Noemi dio la razón al chico, otra vez desde La Repubblica.
Lo peor para Berlusconi, sin embargo, podría estar todavía por llegar. Según la prensa italiana, el primer ministro teme que algún magistrado que, según él, le son hostiles, llegue a encausarle por el caso Noemi. Ya en 1994, el primer ministro tuvo que dejar el poder al ser incriminado por la justicia, en esa ocasión por corrupción. Ese temor explicaría la dura campaña que ha emprendido Berlusconi contra jueces y periodistas.
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