Este artículo se publicó hace 16 años.
Bienvenidos a Tijuana
La violencia, el narcotráfico y la inmigración a Estados Unidos presiden la ciudad mexicana
Hace unos seis años, en Tijuana, apareció una de las primeras narco-notas que se recuerden: En un puente peatonal apareció un hombre colgado con un letrero amarrado al cuello. La nota era lacónica: “Bienvenidos a Tijuana”. Se trataba de un mensaje atribuido al cártel de los hermanos Arellano Félix que estaban en pugna con el cártel de Sinaloa por el control de la ciudad.
Tijuana, ciudad fronteriza, ciudad límite, ciudad terminal, ciudad del vicio, ciudad de la virtud. Tijuana, el rincón más alejado de México, país pletórico de rincones. “Tijuana es, tal vez, la frontera más cruzada del mundo”, señala Manuel Valenzuela, investigador del Colegio de la Frontera Norte. En esta frontera, las cifras oficiales siempre se quedan cortas, todos los días regresan unas 750 personas deportadas de Estados Unidos. Aquí, la inmigración, el narcotráfico, las fábricas, los grafitis, el muro, las ejecuciones, las balaceras y el miedo inundan la ciudad.
“No, no es psicosis, no es exageración, no es morbo, es la realidad, en Tijuana tenemos miedo y la escalada de violencia está en uno de sus puntos más candentes” señala
Víctor Clark , del Centro Binacional de Derechos Humanos (CBDH). Ese miedo se percibe por toda la ciudad. Hace unos días, cientos de médicos salieron a las calles para protestar por la ola de secuestros que este sector, junto con el de las enfermeras, han sufrido.
Al incrementarse los enfrentamientos entre los diversos grupos de narcos y de estos con el Ejército, de una manera recurrente se secuestran a los doctores y enfermeras para que realicen operaciones y consultas en domicilios e incluso clínicas clandestinas.Manuel Valenzuela señala que las marcas que ha dejado el miedo en el imaginario del ciudadano común de Tijuana son brutales: “la gente tiene un enorme miedo, ahora específicamente, de los secuestros, pero es un miedo generalizado producto de la enorme desconfianza hacia las autoridades y la vulnerabilidad en la que nos dejan”. Agrega que “las clases altas de Tijuana ya no viven aquí, ya se fueron a San Diego o a otros lados, y son las clases medias y media bajas y los trabajadores los que se quedaron a sufrir el estado de las cosas. Es a ellos a los que ahora están secuestrando”.
El miedo también se expresa entre los policías de baja graduación: El oficial López es agente municipal de Tijuana. Antes era comerciante en el estado de Michoacán: “Yo me metí a la academia de policía por necesidad, y aquí ando, claro que tengo miedo por todas las cosas que están pasando, un chingo (muchos) de policías que matan, pero matan puros de arriba, que están así de pegados –junta sus dedos índices– con los narcotraficantes”.
“Gracias a dios a mí no me ha pasado nada, pero pues es que hay intereses, o sea que no matan a los mandos de la policía porque combatan al narco, lo que pasa es que
hay peleas por territorios entre ellos. Aquí las matazones son de a diario”, dice López.
Lo primero que uno ve saliendo del aeropuerto es el muro construido con plataformas metálicas usadas por el Ejército estadounidense en la Guerra del Golfo, y en partes por alambradas; el muro es visible desde casi cualquier punto de la ciudad, y donde no, “de todas maneras se siente”, nos dice Jaime, un taxista.
Manuel Valenzuela hace una comparación: “durante toda su vida, el Muro de Berlín cobró la vida de alrededor de 700 personas, mientras que en el muro que divide a Tijuana de San Diego, California, han muerto unas 4.000 personas desde 1994, año en que dio inicio la operación Guardián y con ella, el endurecimiento de las medidas para evitar el paso de personas hacia Estados Unidos”.
Resultado patético
El muro fue diseñado para evitar la inmigración masiva hacia los Estados Unidos y para evitar el tráfico de drogas. En ambos aspectos el resultado es patético. En el fondo, ambos fenómenos reflejan grandes problemas sociales y económicos. Los inmigrantes juegan una función fundamental en el esquema de los negocios, tanto de un lado como del otro, de la frontera.Las remesas que año con año se mandan a México, llegaron en 2007 a 24.000 millones de dólares y las ganancias que se generan por la mano de obra inmigrante, representa el 12% del Producto Interno Bruto norteamericano. En el caso de ladroga las divisas que cada año entran a México son de 27.000 millones de dólares.
Jaime es taxista, nació en la Ciudad de México y llegó a Tijuana hace diez años. Vino huyendo de las autoridades que lo incriminaron en un secuestro, lo que lo llevó a ser encarcelado en la capital. Ya en Tijuana se enroló en el negocio de producción y venta de cristal, “la droga sintética de los pobres” en donde llegó a hacer mucho dinero: “tenía mis gentes, golpeadores, mujeres, dinero”, pero cometió un error: empezó a consumir cristal, se volvió adicto y perdió todo, “menos la vida, que la salvé de milagro”. Cuenta de la asombrosa cantidad de “tienditas” y laboratorios caseros que hay en Tijuana: “éramos un chingo y trabajábamos por células, bueno, siguen, yo ya me salí del negocio porque tuve que rehabilitarme de mi adicción, llevo ya seis años limpio con sólo dos recaídas.”
También relata cómo entre la gente que lo protegía, se contaban policías retirados y en activo. “Aquí hay que cuidarse la espalda, para qué les voy a decir mentiras, aquí les puede tocar una balacera en cualquier lugar, pero hay códigos y van a tratar sólo de chingarse al que algo hizo”.
Victor Clark toca un punto sensible: “Para el narcotráfico, el control de la frontera es vital, es la posición estratégica. Utiliza la infraestructura de transporte –gran parte facilitada por el Tratado de Libre Comercio– para la distribución de droga, convirtiendo a los cárteles del narcotráfico en empresas trasnacionales”.
Estrucutra del narcotráfico
“Pero no todo es el ‘trasiego’, esa es sólo una parte de la empresa, hay muchas más aristas, y ahí entran la creación y apertura de nuevos mercados y centros de producción, los secuestros como forma complementaria de allegarse recursos, la violencia y el miedo como forma de ejercer el poder con el consentimiento y participación de las autoridades, y por supuesto, de los empresarios. No voy a decir los nombres, porque sería un suicidio, pero muchos empresarios y gobernantes tijuanenses son parte importantísima de la estructura del narcotráfico” dice Clark.
“Estas redes del narco se convierten en una verdadera mafia que cobra además la mordida a los productores y a las tienditas. Ahí hay un conflicto de intereses porque la policía también cobraba esos sobornos”.
Complicidad de las autoridades
Valenzuela es aún más claro al precisar la complicidad de las autoridades mexicanas de todos los órdenes con el narcotráfico no está exento el Ejército: “el Ejército no es un árbitro imparcial, para nada, ellos juegan en la cancha y mueven sus piezas”.
El sociólogo agrega: “en México se vive un absoluto estado de impunidad, la cual no se ha obtenido por medio de rifles R15 o AK-47, o sea, no por el poderío de armas y tecnología del narcotráfico –poder que por otro lado sí es real– sino principalmente por las redes de complicidad tejidas entre el narco y las instituciones mexicanas”.
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