Este artículo se publicó hace 15 años.
Buceando en los orígenes: arquitectura prehistórica menorquina
Las construcciones milenarias de esta isla balear, únicas en todo el Mediterráneo, nos hablan de pueblos perdidos y de misteriosos ritos iniciáticos.
En su sencillez milenaria radica buena parte de su encanto. Los edificios prehistóricos de Menorca nos hablan de un pasado de construcciones monumentales en las que se rendía culto a los dioses, se marcaba el poderío de los gobernantes y se realizaban ritos iniciáticos. Recorrerlas es bucear en los remotos orígenes de la isla y, al tiempo, descubrir sus paisajes, marcados por calas luminosas y acantilados desérticos. Un itinerario monumental y paisajístico único en todo el Mediterráneo, en el que talayots, navetas y taulas son los protagonistas.
Cuesta difícil imaginarse cómo serían las primeras comunidades que promovieron estas construcciones. Sus ecos se han perdido con el paso del tiempo, pero los edificios que levantaron siguen asombrando a quienes los contemplan, miles de siglos después. Tantos como tiene la época pretalayótica, en la Edad del Bronce. De ella datan las navetas, edificios en forma de nave invertida que servían como panteones colectivos o, en menor medida, como habitación o almacenes, y que son exclusivas de Menorca, hasta el punto de que se han convertido en una de sus señas de identidad. Una de las más conocidas es la des Tudons (Ciutadella), que además constituye uno de los monumentos prehistóricos mejor conservados de Europa. Antes incluso de las navetas, los sepulcros megalíticos habían dado ya fe de los orígenes de la presencia humana en este territorio. El de ses Roques Llises ha sido considerado el más antiguo de todas las Baleares, y su silueta sigue resultando imponente.
Talayots, navetas y taulas son los edificios prehistóricos menorquinos más representativos.En ese brumoso pasado habitado por un misterioso pueblo, la llegada del segundo milenio antes de Cristo supuso un cambio sustancial, con la aparición de la potente cultura talayótica. Vinculados a ella, los talayots son grandes torres que se pueden encontrar en diversas partes de la isla. De "talaia", atalaya, eran probablemente monumentos de prestigio, para señalar el territorio de un poblado o marcar la residencia de los caciques gobernantes. También de esta época proceden los recintos de taulas, enormes santuarios en cuyo interior se levanta una piedra vertical coronada por otra horizontal, como en una enorme T. Allí ardían fuegos votivos, se sacrificaban animales y se depositaban ofrendas. En suma, centros prehistóricos de culto en los que la majestad y la sacralidad eran elementos esenciales. Como las navetas, las taulas son exclusivas de Menorca, al tiempo que uno de sus símbolos más ancestrales. Las mejor conservadas son las de Trepucó (Maó), Torralba (Alaior), Torre Llisà (Alaior), Talatí de Dalt (Maó) y, en Ciutadella, Torrellafuda y Torretrencada. No podemos irnos de Alaior sin realizar una visita al recinto arqueológico de Torre d´en Gaumés, el más extenso de Menorca, donde admirar enormes talayots y una taula legendaria.
Recorrer la huella prehistórica de Menorca es la excusa perfecta para conocer buena parte de la isla al tiempo que buceamos en los orígenes de la humanidad. Una ruta milenaria que sigue teniendo la capacidad de asombrar a los viajeros del siglo XXI.
La web de turismo de las Islas Baleares, www.illesbalears.es, tiene un apartado específico dedicado a Menorca en el que es posible tanto obtener más datos sobre monumentos prehistóricos como informarse sobre otras opciones de ocio y visita en la isla.
Dónde comer
En Ciutadella, Café Balear destaca por su privilegiada situación frente al muelle y por una carta en la que sobresalen el arroz caldoso y las gambas a la plancha. Dos recomendaciones cerca de Maó: Es Molí de Foc, en Sant Climent, y La Caraba, en Sant Lluís (Tel. 971 150 682).
Dónde dormir
Son Granot, a un kilómetro de Maó, ocupa una antigua y lujosa mansión y tiene el encanto de ser el primer hotel de España en ver salir el sol. En Ciutadella, Biniatram se encuentra en un entorno natural y tranquilo, con una finca que termina junto al mar. En la misma localidad, el hotel rural Sant Ignasi se ubica en una casa de veraneo de aire inglés del siglo XVIII, en medio de un bosque de encinas y alcornoques centenarios.
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