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Colón descubrió Europa

Después de tomar Viena, la roja tomó Colón. Los jugadores celebraron por todo lo alto la victoria en el europeo a su llegada a la plaza madrileña donde ofrecieron el título a toda España. La afición y los j

A. VARONA / C. ORNELAS

En el Retiro no quedaba nadie. Ni en la calle Goya. Ni en Narváez. Ni en Serrano. Ni en la Plaza de Felipe II. En el barrio de Salamanca era tarde de desbandada. Algunos comercios echaron el cierre prematuro, bastante antes de que amenazase la noche. Había motivo.

44 años de drástica y silenciosa espera. 44 años en los que voluntad y deseo no se ponían de acuerdo. Pero esta vez sí. Y la cita era en Colón a patir de las siete de la tarde, 35 o 40º de temperatura, el asfalto que arde y el bullicio que no descansa. Y en medio una marea humana como nunca se habían visto en esos Jardines del Renamiento en los que selevanta desde 1885, reinado de Alfonso XII, la estatua de Colón, 17 metros de altura.


Ni siquiera cuando vino el Papa Juan Pablo II, año 82, año de luces y sombras en busca de la apertura definitiva. Pero esta vez había algo que está muy dentro. No se trataba de aclamar una victoria. Era el abrazo a una causa o, simplemente, a un baile: el de Luis Aragonés al descubierto, en el piso de arriba del autocar. O más bien lo que quedaba de Luis, incapaz de resistir el empuje de las lágrimas. Hay emociones que no se disimulan, que no hace falta. La Copa de Europa la ha ganado un equipo para vosotros, alumbró el técnico que logró lo que en aquel momento parecía imposible: silenciar a Colón . Tengo el mejor equipo del mundo. Yo sólo lo he gestionado, añadió.

Mientras tanto, sus futbolistas saltaban y alzaban los brazos como si fuese la última vez. Entre ellos, Reina, que levantó su perfil cinematográfico e hizo una humorística descripción de sus compañeros. A tenor de la agilidad con la que se comportó, haría falta saber si llevaba preparado el hegemónico discurso. Da la impresión que sí. Pero ayer valíatodo en la Castellana, donde se repartían octavillas para que el Ayuntamiento de Móstoles se decida a poner esa calle a la madre que parió a Casillas. Y en Colón también estabael portero, claro. Y hasta se atrevió a levantarle el micrófono a Luis para desahogar un sentimiento: ¡Luis, quédate! Luego, fue Xavi el que se refirió al técnico como un entrenador cojonudo.

Lo cierto es que, más que un entrenador, Luis fue un clamor. Si esa marea humana, que bloqueaba la Castellana, le hubiese podido tirar billetes de cinco euros, o de más, para que se quedase lohabría hecho. En realidad, en Colón se citó el país entero. Vinieron de Asturias y hasta de Huelva en la otra punta. Españoles de derechas y de izquierdas, urbanos y rurales, veteranos y noveles, agrupados entorno a bellísimos sentimientos como la camiseta de Sergio Ramos que recuerda a quien no se debe olvidar: Antonio Puerta. De ella no se despega desde que dejó Viena. Pero hay amores que no se negocian. El trofeo es vuestro, señaló Ramos como si fuese Cristóbal Colón.

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