Este artículo se publicó hace 17 años.
"Dispara, cobarde"
Huanca va primero. Entra en el aula y hace dos disparos. Nadie recuerda que hubiera gritos ni otros ruidos. Sale y dice lacónicamente “ya está”. Es el turno de Terán, que titubea. El Che escuchó los disparos con absoluta claridad. El lugar donde está se encuentra separado por apenas una división de madera que ni siquiera llega al techo de paja.
Se incorpora nervioso. Sabe que llegó su momento.
Terán entra trastabillando con su ametralladora Garand. Apunta, pero baja el arma dos veces mientras insulta al Che. Nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que Guevara le responde, pero la frase más cercana y consensuada por los testigos sería: “Dispara, cobarde, vas a matar a un hombre”.Terán lo hace. Primero es una ráfaga que sólo le pega un tiro al Che en un costado. Los otros tiros se incrustan en el adobe. Una segunda ráfaga lanza otras tres balas contra el cuerpo delgado del argentino. El tiro mortal es el que le pega debajo del cuello.
El Che se retuerce unos segundos y muere. Era cerca de la una del mediodía en La Higuera. El silencio era total. Después de los tiros no se había escuchado nada más. La maestra Julia Cortés dice que los soldados desaparecieron. “Al rato se escuchó el helicóptero y vi que sacaban el cuerpo en una camilla. Las piernas me temblaban. Quería correr hasta el lugar, pero las piernas se me quedaron paralizadas y grité.
Ahí fue cuando abrieron las ventanas de las otras casas. Apareció el cura Roger Sallier que era del pueblo de Pucará y le dio la extremaunción cuando el cuerpo ya estaba puesto en la camilla atada a la pata del helicóptero. El cura y yo rezamos un padrenuestro a las apuradas. Y lo último que vi fue el helicóptero ascendiendo y dando vueltas, y el cadáver del Che en el aire”, cuenta Julia en el living de su casa.El helicóptero llegó a Vallegrande cuando ya caía la tarde del lunes 9 de octubre. Para entonces, el Gobierno de La Paz había dado la noticia de la muerte del Che en un combate del día anterior.
Decenas de periodistas habían llegado a Vallegrande para seguir los acontecimientos pero uno sólo, Reginaldo Ustariz Arze, que era médico y que había conseguido una acreditación de corresponsal de guerra para el diario Prensa Libre, de Cochabamba, logró ser testigo de la llegada del cuerpo del Che al hospital Señor de Malta. “Sospeché de inmediato de la versión oficial. Era imposible que hubiera muerto el día anterior porque entre las 4 y las 8 horas después de la muerte se produce el rigor mortis. Me acerqué y puse una mano encima del pecho. El cadáver estaba aún tibio.
Y pude observar algo más: había un orificio de bala exactamente delante del área cardíaca, que presentaba pólvora a su alrededor; muestra incuestionable de haber sido rematado a quemarropa y muerto cuanto más 4 o 5 horas antes”, cuenta Ustariz Arze en su libro El combate del Churo y el asesinato del Che para el que investigó durante 38 años y por el que tiene que vivir exiliado en Brasil.
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