Este artículo se publicó hace 15 años.
Estambul pretende intimidar
La prensa turca agita una cita que la afición afronta aún con más resignación que entusiasmo
En Estambul, no se ven camisetas de su selección nacional en estos días, salvo las copias baratas que se venden a los turistas con una alucinante elasticidad de precios. Los turcos prefieren lucir en la calle la vestimenta de su equipo local, sea el Fenerbahce, Galatasaray o Besiktas.
Tras la derrota el sábado en el Bernabeú, el estado de ánimo de los aficionados es bastante sombrío, lo cual contrasta con los mensajes esperanzadores de los responsables del equipo turco y la agresividad de la prensa local, que se atrevió a calificar el resultado en Madrid de injusto.
"En Estambul, vamos a ver un partido bien distinto", dijo el seleccionador Fatih Terim ante la cita en la que Turquía, con el agua al cuello, se juega gran parte de sus posibilidades de ir al Mundial de Suráfrica. "El ambiente en el Ali Sami Yen nos ayudará a ganar", confía Nihat, que se ha convertido en la gran esperanza de los turcos tras su reaparición en partido oficial ante España.
Vista la superioridad técnica de los Del Bosque, Turquía se encomienda con una fe casi religiosa al efecto de jugar en el estadio Ali Sami Yen, el campo del Galatasaray, conocido en el mundo del fútbol como El Infierno por el elevado nivel de decibelios y el aroma a azufre que suele saludar a los visitantes. "Allí habrá solo 30.000 espectadores, pero estos van a hacer mucho más ruido que los españoles en el Bernabéu", explica Ali, recepcionista de un hotel en el barrio de Beyoglü.
La capacidad oficial del Ali Sami Yen es de sólo 24.000 personas, pero en muchos partidos se sospecha que el número real de aficionados supera esta cifra. "Que nadie me cuente que hoy solo había 20.000 personas aquí", dijo hace unos años Paolo Maldini después de que el Milan sufriera el efecto infierno" en sus huesos.
El Madrid y el Barça también han sucumbido al ambiente diabólico en el estadio turco. El campo, que lleva el nombre del fundador del Galatasaray, fue inaugurado en 1964 con un mal augurio. En el primer partido entre Turquía y Bulgaria, se colapsó una grada y de milagro no murió nadie.
Mientras, la prensa turca hace lo suyo para calentar el ambiente de cara al miércoles. "El 1 de abril no estamos para bromas", escribió el diario Sabah. El deportivo Fanatik fue incluso más allá: "No hay justicia en el fútbol... nosotros jugamos, España ganó", certificó tras el encuentro.
Pero los aficionados turcos no se lo creen. No comparten la indignación de los medios ni el optimismo de Terim y Nihat. "España tiene mucho mejor equipo, qué le vamos a hacer", comentó Kemal, dueño de un restaurante a orillas del Bósforo, nada más concluir el partido del sábado.
La clientela en el local pasó de cierto optimismo por el juego ofensivo de los turcos en la primera media hora a la resignación absoluta e incluso a la desesperación en el segundo tiempo.
Nada que hacer
"Turquía jugó bien, pero contra España no tenemos nada que hacer", dice Cem, que vende camisetas pirateadas en el Gran Bazar de Estambul. "El fútbol turco ha mejorado mucho, pero aún estamos aprendiendo de los de fuera, como Luis Aragonés", añade.
El ex seleccionador, ahora en el banquillo del Fenerbahce, ha conseguido polarizar al público turco. "Odio a Aragonés. Me recuerda a mi abuelo, que siempre lo sabe todo mejor. Y Güiza no para de quejarse", comenta Erkan, seguidor del Fenerbahce.
Como si la resignación de los aficionados locales no fuera suficiente, la selección turca también tiene el enemigo en casa. "Voy con España, por supuesto", dice Zeki, camarero en Beyoglü. "Es que soy kurdo".
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