Este artículo se publicó hace 16 años.
Jorge Edwards no cree que "el progreso" que vive Cuba tenga marcha atrás
El escritor chileno Jorge Edwards se siente "optimista" con la situación que se vive actualmente en Cuba y considera que los cambios que se están produciendo, aunque "parecen pequeños desde fuera", constituyen "un progreso" y "son importantes".
"Esos cambios crean una dinámica de la historia que no creo que sea reversible", decía hoy Edwards al presentar su novela "La casa de Dostoievsky", galardonada con el Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casamérica 2008 y que acaba de llegar a las librerías de España y de los diferentes países hispanoamericanos.
Cualquier opinión de Edwards sobre Cuba es interesante porque es un país que conoce a fondo, aunque no ha vuelto a él desde que fue embajador en los años setenta y fue declarado "persona non grata" por su apoyo a escritores disidentes.
La novela ganadora, que supone en cierto modo el regreso literario de Edwards a Cuba, recrea desde la ficción el "caso Padilla" y el cisma que originó en la intelectualidad de la época la persecución del poeta disidente.
El libro fue presentado en la Casa de América mediante un diálogo con la periodista y escritora Nativel Preciado, quien también conversó con el escritor colombiano Fernando Quiroz sobre su novela "Justos por pecadores", finalista del mismo galardón.
El gran escritor chileno se mostró "optimista" con la situación actual de Cuba y dijo que "las pequeñas cosas que ha hecho Raúl Castro, permitiendo que se compren ordenadores o móviles, y que se pueda viajar o ir a un hotel internacional, parecen pequeñas desde fuera pero para alguien que conoció Cuba por dentro son bastante importantes".
Su ruptura con Cuba quedó reflejada en 1974 en el libro "Persona non grata" y, aunque no ha regresado desde que fue expulsado, siente "mucha curiosidad por volver y, de repente" quizá rompa "todas las promesas" y viaje de nuevo a Cuba.
El Poeta que protagoniza el libro, con mayúscula y de nombre incierto, está inspirado en Enrique Lihn, poeta y amigo de Edwards, cuya vida le da pie para adentrarse en el Chile de los años 50, en el París de aquella época y en la Cuba de los principios de la revolución, para regresar luego al Chile de Salvador Allende y de la dictadura de Augusto Pinochet.
Cuando Preciado le preguntó si "el escándalo" del caso Padilla fue el principio del "desencanto de la revolución cubana" entre los intelectuales, Edwards dijo que los escritores comenzaron haciendo "la crítica del orden existente de muchas maneras, por la vía comunista, por la anarquista, por la oposición a todo".
"Y en algún momento hicimos la crítica de esa crítica, y ya no sé dónde quedamos, si en el aire, en la nada o en una oposición liberal moderada", señaló Edwards, que hoy se definía como "un liberal en algún sentido, y un socialdemócrata en otros". "Voto por la concertación", aseguró el escritor tras declarar su apoyo a los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet.
El autor de "Adiós, Poeta" ve con buenos ojos la situación actual de Chile, entre otras razones porque "la sensación de peligro político no existe". "Creo que la transición es real. No es la democracia perfecta ni la justicia chilena es perfecta, pero hay una relativa prosperidad económica", afirmó.
En la novela se recrean también los años del gobierno de Salvador Allende y la dictadura de Pinochet, y el escritor dijo que, "afortunadamente, ya queda muy poco" del Chile de la dictadura".
Los chilenos fueron "más listos" que en otros países que han sufrido dictaduras y lograron terminar con aquel régimen "con el dictador vivo". Edwards no sabe "si a lo mejor se transó en algún sentido", pero el dictador "murió en su cama, en residencia vigilada y fuera del poder".
Durante la presentación recordó también su amistad con Pablo Neruda y afirmó que su relación con el Premio Nobel chileno fue "muy buena y muy divertida a veces; otras no tanto".
El caso Padilla lo enemistó con algunos amigos suyos, como Vargas Llosa o Julio Cortázar. A este último no volvió a verlo después de "Persona non grata". De García Márquez sigue siendo amigo, porque "en el fondo, es mucho menos principista que Cortázar".
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