Este artículo se publicó hace 15 años.
Obama acepta el Nobel de la Paz con una defensa de la necesidad de la guerra
El presidente de EEUU, Barack Obama, aceptó el premio Nobel de la paz en Oslo con un discurso en el que defendió la necesidad en ocasiones de ir a la guerra.
Con este mensaje el presidente hacía frente a la contradicción que resulta de recibir el premio cuando hace apenas diez días que ha dado órdenes para enviar 30.000 soldados más a Afganistán e intensificar así la guerra en el país asiático.
Ante una audiencia de un millar de personas, encabezadas por los reyes Harald y Sonia de Noruega, Obama -que recibió la medalla del premio que creara el sueco Alfred Nobel en 1906 entre más de un minuto de aplausos-, aludió también a la otra gran polémica en torno al galardón: que se le haya concedido cuando apenas lleva once meses en el cargo y sus logros concretos aún son limitados.
Así, reconoció que "mis logros son escasos" en comparación con otros galardonados anteriores e indicó que recibía el premio con "profunda gratitud y una gran humildad".
Pero gran parte de su discurso se centró en defender su decisión en Afganistán y la necesidad de combatir en guerras "necesarias".
Ante espectadores como el actor Will Smith, presente junto a su esposa, Obama indicó que la guerra no debe glorificarse y su coste es "elevado", pero "los instrumentos de la guerra tienen un papel que jugar para mantener la paz".
Por mucho que se desee la paz, "la creencia de que es necesaria raramente es suficiente para lograrla", puntualizó Obama.
"Un movimiento no violento no hubiera podido detener a los ejércitos de Hitler. Las negociaciones no pueden convencer a los líderes de Al Qaida de que deben deponer las armas", recordó el presidente estadounidense, que subrayó que "decir que la fuerza es a veces necesaria no es un llamamiento al cinismo, es reconocer la historia".
Obama enumeró entre los casos en los que una guerra puede ser necesaria la autodefensa, la intervención humanitaria o para ayudar a una nación invadida.
No obstante, subrayó, en cualquier caso el coste de la guerra siempre es alto: "algunos matarán, otros morirán" y "por muy justificada que esté, la guerra siempre promete una tragedia".
En este sentido, destacó también las alternativas a la guerra, como la imposición de sanciones "lo suficientemente duras como para hacer cambiar el comportamiento" de los países que hagan caso omiso de la voluntad internacional, como ocurre con los programas nucleares de Corea del Norte o Irán.
Defendió también su política de ofrecer un diálogo a los regímenes hostiles, como ha hecho hacia esos dos países o Birmania.
"Sé que el diálogo con regímenes represivos carece de la pureza satisfactoria de la indignación, pero también sé que las sanciones sin un acercamiento, y la condena sin debate puede servir para perpetuar un status quo perjudicial", sostuvo, antes de apuntar que "ningun régimen represivo puede emprender un nuevo camino a menos que tenga ante sí una puerta abierta".
Previamente, el presidente del Comité Nobel noruego, Thorbjorn Jagland, había indicado al presentar a Obama en la ceremonia que el mandatario estadounidense merece el premio porque "raramente una sola persona domina la política internacional tan ampliamente como Obama, o en tan corto plazo de tiempo inicia tantos cambios importantes".
El presidente estadounidense, que llegó esta misma mañana a Oslo acompañado de su esposa Michelle, se reunió hoy con el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, con quien abordó asuntos como la lucha contra el cambio climático o la guerra en Afganistán.
Esta tarde comparecerá en la balconada del Gran Hotel de Oslo, donde tradicionalmente se albergan los premios Nobel, para saludar a la multitud que siempre se organiza en honor de los galardonados.
Obama tiene previsto emprender mañana mismo regreso a Washington, sin participar en el segundo día de celebraciones que acompañan a la entrega del premio.
Aunque la brevedad de la estancia de Obama en Oslo ha causado un cierto malestar en la sociedad noruega, la Casa Blanca ha preferido que la visita sea lo más discreta posible, en momentos en los que la popularidad del presidente se encuentra en horas bajas, el Congreso debate la reforma sanitaria y la creación de empleo no acaba de levantar cabeza.
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